martes, junio 02, 2009

Perdidos

Ayer se murió Millvian Dean, la última superviviente que quedaba viva del accidente del Titanic. Como para celebrar la noticia, y en un acto del destino con tintes trágicos donde los haya, el Atlántico exigió su tributo y me temo que es allí donde yacen para siempre los cuerpos de los más de doscientos pasajeros del avión de Air France que hacía la ruta Río de Janeiro – París, que debía llegar ayer a su destino y que desapareció misteriosamente sobre el mar en plena madrugada. Hoy se reanudarán las labores de búsqueda de sus restos.

Y el término “desaparecido” se ajusta por ahora bastante bien a lo que aparentemente ha sucedido. Sospechaba yo, ingenuamente por lo visto, que un avión está permanentemente controlado en vuelo, pase por donde pase, pero no, resulta que hay zonas de sombra en las que los radares de las torres no los detectan, y de manera periódica, cada cuarto de hora, deben mandar una señal automática por radio para que alguien la pille y sepan que están por ahí. Esta noticia, novedosa para mi, me parece que exige que, en unos tiempos en los que uno con su GPS pueda saber donde está en todo momento, algo se haga para evitar esas zonas de sombra en vuelos trasatlánticos, e intuyo que en el Pacífico y el índico sucederá lo mismo. Pasadas las 4 de la mañana, y en medio de una tormenta, el sistema automático de ese avión mandó una señal indicando un grave y general problema eléctrico y en la nave, y luego nada. El último mensaje de la tripulación es anterior, e indica que el avión se acerca al núcleo de tormentas, pero al parecer no hay comunicación de la tripulación sobre averías, destrozos o incidencias. Algún responsable de Air France ha señalado que la caída de un rayo ha podido ser el causante del accidente. Yo, desde mi posición de no ingeniero, reto a quién sea a que me demuestre que eso es cierto. A lo largo del día son varios los rayos que impactan contar aeronaves comerciales, en las que, como otros vehículos,
funciona el principio de la jaula de Faraday, que protege a coches, aviones y demás estructuras, de los peligros de un rayo, como puede verse en este impresionante gif animado. En principio sólo se me ocurren tres posibilidades que puedan destruir el avión rápidamente, sin que los pilotos puedan hacer nada ni decir esta boca es mía. La primera es, como sucedió en el caso del accidente de Spanair en Barajas, de próximo aniversario y de causa aún desconocida, es un grave fallo mecánico en el complejo sistema del avión que haya provocado su explosión o destrozo irremediable. Algo así como una explosión del motor o similar, pero en todo caso brusco y muy fuerte. La segunda, me aventuro a señalar la más probable, es que en medio de la tormenta el avión haya podido encontrar una zona de vacío de presión y que haya entrado en barrena y que el piloto no haya podido estabilizarlo, y se haya estrellado sobre el mar. Ese, y no otro, es el principal riesgo de las tormentas, que los baches típicos del vuelo se conviertan en agujeros. El problema que tiene esta hipótesis es que algún mensaje hubiese dejado la tripulación en el tiempo en el que intentase tomar el control del aparato, y no constan comunicaciones.

La tercera, no descartable aunque aventurada, es la del atentado, pero abre un mundo de preguntas y respuestas inquietantes. Va a ser más necesario que nunca localizar las cajas negras para saber los parámetros del vuelo y las conversaciones de la cabina. Supongo, dentro de mi ingenuidad, que poseen unas balizas para poder ser encontradas, sin tener el problema de las zonas de sombra antes comentado, pero como estén en el fondo del Atlántico recuperarlas puede ser una odisea titánica. A ver si hoy sabemos algo más sobre este desastre.

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