Hoy es 20 de julio de 2009. Hace cuarenta años, tal día como hoy, Nelly Armstrong y Edgard Alldrin posaban sus pies sobre la Luna mientras que su compañero de viaje Michael Collins orbitaba en torno al satélite esperándoles. Así culminaba la número once de las misiones del programa espacial Apolo, y se lograba uno de los mayores sueños que ha tenido el hombre, poner sus pies en otros mundos, y lo lógico era empezar por el que está más cerca, ese enorme, blanco y esquivo satélite que llamamos Luna.
Este logro fue el fruto de muchos años de esfuerzos, sacrificios y entrega por parte de miles, decenas de miles de profesionales que lo dejaron todo, algunos de ellos su vida, para conseguir el objetivo marcado por Kennedy en su discurso de 1961. No olvidemos que cuando los americanos hincan ese programa Apolo los rusos les llevan una considerable ventaja, tanto técnica como en la capacitación de lo que ellos llaman cosmonautas. Los retos a los que se enfrentó Estados Unidos supusieron el desarrollo de un programa espacial casi de la nada, con unos costes financieros tremendos y en el que, por así decirlo, todo estaba por inventar. El que se llegase a la Luna no puede ocultar el riesgo que tenían esas misiones, y que la probabilidad de que ese 20 de Julio la humanidad hubiera asistido a un accidente o un desastre no era ni mucho menos pequeña. Eso da aún más valor a lo logrado, y todo además con una tecnología que está a una enorme distancia de lo que hoy poseemos. Es sabido que la NASA posee hoy en día planes para volver a la Luna, pero le está costando años y un montón de dinero rediseñar misiones que puedan lograrlo, si bien es cierto que hoy en día el presupuesto para la carrera espacial es mucho menor que el que se disponía en el pasado. En aquella década de los sesenta, llena de miedos, ilusiones y sueños, los dólares entraban a mansalva por la puerta de la NASA para poder ganar a unos rusos que eran el enemigo, y el talento y la genialidad se encontraron con los recursos financieros necesarios, y de esa conjunción lo más probable era que saliese un triunfo, como así finalmente ocurrió. Hubo posteriores misiones lunares, incluida la fracasada Apolo 13, y la última fue la Apolo 17, siendo Eugene Cernan el último hombre que en 1972, año de mi nacimiento, ha pisado la Luna. En ese año los rusos ya no eran un rival en el espacio para los americanos, la crisis del petróleo comenzaba a destrozar las finanzas occidentales y el desastre de Vietnam ya se había consumido. La ilusión por la carrera espacial se deshizo en gran parte y, como era caro y cada vez interesaba a menos, y no había un plan de que hacer en la Luna, se dejó de ir, y hasta hoy, que seguimos sin volver.
Hoy debiera ser un día de homenaje a esos héroes. Frente a tanta leyenda urbana inculta y sinsentido que se empeña en negarlo, llegamos allí arriba, y como dijeron los que fueron, desde allí se aprecia lo pequeños e insignificantes que somos los humanos, la Tierra, y lo que nos rodea ante la bastedad del Universo. Quizás contra esa cura de humildad es contra lo que luchan los negacionistas, pero no hagamos caso a sus voces. Recordemos el momento del alunizaje, y pensemos que con dinero, sí, pero con ilusión y ganas se pueden alcanzar las estrellas. Armstrong y Aldrin lo hicieron por nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario