Esto es casi una crónica de urgencia. Me levanto de la cama sin haber dormido nada, porque ha hecho un calor tremendo esta noche, pongo la tele para ver las noticias mientras desayuno frugalmente y resulta que ETA ha puesto una furgoneta bomba junto a la sede de la Guardia Civil de Burgos, en la calle Jerez, a eso de las 4:00 de la mañana, y señala Ana Roldán, la eficiente locutora de TVE, “junto a la Avenida de Cantabria” y entonces algo se me empieza a retorcer en las tripas, y no es la magdalena que en ese momento mastico.
Por que yo conozco a gente que vive en la Avenida de Cantabria de Burgos, concretamente a un matrimonio formado por una excompañera de trabajo, AIR, su marido VMdP y su hijo HMI, que aún no tiene el año de vida, y quiero suponer que no les ha pasado nada, porque ellos viven en uno de los extremos de esa Avenida, el más cercano a la salida a la A1, pero no logro identificar en las oscuras imágenes de TVE y en la copia de googleearth que sobreimpresionan donde está exactamente el lugar de la bomba. En contra de mi costumbre, decido encender el móvil a esas horas, y como me parece infame llamar por teléfono a las 7:04 le mando un mensaje a AIR para que al menos me confirme que no les ha pasado nada, para saber que ahora no tengo que lamentar que los gruesos cristales de su piso, que conocí el verano pasado, estén destrozados, o que HMI no se haya pasado la noche llorando sobresaltado por el ruido, o que alguno de sus conocidos o familiares, que viven en esa misma avenida, en un bloque cercano, no se hayan visto afectados por la bomba. Mando el mensaje y quiero suponer que está dormida. Aunque no se a que hora entra a trabajar por las mañanas, lo hace en el mismo Burgos, por lo que no tiene que andar mucho desde casa y si comienza a las 9:00 a lo mejore se levanta a las 8:00 y no verá el mensaje hasta entonces. Con un poco de mala suerte le despierto con un molesto “pi piiii” o la melodía que haya puesto en su móvil, pero me contesta al poco, a las 7:10, cuando ya estoy en la calle, con un lacónico y tranquilizador “todo en orden” que denota nerviosismo y cierto grado de angustia. Al menos mis amigos están bien, me digo mientras me introduzco en el metro camino del trabajo. Allegar aquí y arrancar el mundo virtual en el que vivo el día a día compruebo gracias a google que la calle Jerez está en el extremo opuesto a la Avenida de Cantabria donde viven mis amigos, cerca de la universidad y de un centro comercial que se sitúa ya en los lindes de la propia ciudad en ese entorno. Con un poco de suerte habrán oído la bomba, se habrán asustado y habrán pasado una noche movida, pero sin destrozos ni angustia por si mismos y por sus allegados, y eso me tranquiliza algo.
Pero para las personas que vivían en ese edificio que las primeras imágenes nos muestran con una fachada reventada, y un entorno más propio de ciudad Sader en Bagdad o de Beirut no hay tranquilidad posible. Decenas de heridos leves, contusionados, aterrados, angustiados y nerviosos que han vivido una pesadilla esta noche que les va a costar tiempo olvidar, con sus enseres destruidos y su historia personal alterada bruscamente por el cobarde sinsentido de una banda mafiosa que sólo sabe destruir casas, barrios y vidas. Otro maldito día de escombros, peritos, condenas y testimonios, de sustos en la noche y de abrazos llorosos de día.
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