Seguimos de conmemoraciones lunares, acaecidas ayer por todas partes, justo en una noche de cuasi Luna Nueva, donde era imposible ver el astro en cuestión. Hubo un programa interesante en TVE de la mano de Hermida, que le hecho un poco de teatro típico de la casa pero que consiguió emocionar a algunos de los presentes en el estudio, que miraban a un profesional como Conkrite, fallecido hace pocos días, de esos que, como los viajes lunares, son recuerdos, y ante los que los actuales presentadores (y en parte también los astronautas) palidecen.
Como era de esperar salió el debate de si es cierto que llegamos allí arriba o no. Esto es una discusión amañada, porque por muchas y contundentes pruebas que le presentes al escéptico, éste siempre se agarrará a su duda. Habiendo como hay gente que busca a Elvis Presley o que espera encontrar inteligencia en el Congreso de los Diputados, poco podemos hacer aportando datos, comprobantes y demás. Seguro que los que no albergan duda alguna de la existencia de rostros en las caras de Bélmez o en al licuefacción de la sangre de San Ataulfo, por decir algo, no se creen las imágenes del alunizaje, el que haya muchos kilos de rocas lunares en laboratorios de todo el mundo, que espejos instalados allí reflejan diariamente láseres usados en geodesia para controlar la velocidad y rotación de la tierra y su satélite... nada, todo eso es falso, pero la mancha esa que sale en el cemento es la cara de la tía Ambrosia, que seguro que cuando se murió tampoco creía en estas cosas. Esto de las conspiraciones es tan viejo como el mundo, sólo que ahora Internet le proporciona un medio de expansión incomparablemente mejor que el boca a boca de toda la vida. Y uno de los motivos por los que siempre acaban teniendo seguidores en su solidez argumental. La conspiración lo explica todo, no hay que justificar detalles, ni solucionar enigmas ni buscar las causas que originan los efectos, no. La conspiración logra todo, ya habrá algunos en la sombra que han logrado que suceda todo lo que hemos visto, y así todo queda justificado, y el creyente conspirativo se queda muy tranquilo, y además le sobra tiempo que podía haber empleado en aprender cosas sobre física y astronomía para echarse a la bartola y dormir arropado por su conspiración. Lo más preocupante del caso lunar es, como ayer señaló muy acertadamente en TVE David Cantero, que al escepticismo de los mayores de la sociedad, que veían aquello con la misma incredulidad con la que admiraban a la propia televisión, se una el de las capas más jóvenes de la población, que llevan toda su vida rodeadas de tecnología y poseen acceso a toda la información imaginable, repitiendo así errores inexplicables a lo largo de distintas generaciones.
Como ayer señaló uno de los que aportaron su testimonio y recuerdo de aquellos días, no olvidemos que los astronautas se juegan la vida. Armstrong, Aldrin y Collins triunfaron y se llevaron la gloria, pero pudieron morir en el intento, como antes y después fallecieron otras tripulaciones de otras misiones. Y todos ellos, y los cientos de miles de personas que trabajaron para hacer aquel sueño posible se merecen un enorme respeto por parte de unas generaciones como las nuestras, que parecen carecer del espíritu de superación y aventura que animó a aquellos pioneros.
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