Mientras esta noche aterrizaba en el Prat el avión que traía de regreso a los dos cooperantes españoles, liberados por Al Queda de su tortura, en París seguían preparando algunos vuelos que llevan gitanos inmigrantes a Rumania, su supuesto país de origen. La polémica está servida, y más allá de las declaraciones grandilocuentes de los líderes de la oposición, muy en la línea de qué grande es la grandeur francesa, está por ver si esta medida sirve para algo os i se queda sólo en esto o es el inicio de algo más importante y generalizado.
Lo cierto es que en sí misma esta actuación suena mal. Se supone que las deportaciones sólo se efectúan sobre inmigrantes que están ilegales en suelo francés o que bien han cometido algún delito. Lo que se por ahora es que sí parece que eran residentes ilegales, aunque llevaban bastantes años residiendo en un asentamiento infame a las afueras de París. ¿Es esta una medida de imagen para reforzar la autoridad del gobierno francés y el propio Sarkozy? No me atrevería a tanto, pero lo parece, y mucho, y coincide con la continuación de la caída de la valoración del presidente francés y de su gobierno en las encuestas. Poco a poco Sarkozy se parece cada vez más a una caricatura de sí mismo. A su llegada al Eliseo muchos, incluido yo, esperábamos un liderazgo firme, liberal, moderno y que contribuyese entre otras cosas a reforzar el eje franco alemán, necesario para el porvenir de la UE, y las relaciones trasatlánticas, muy dañadas por la política de Chirac y al actuación de la administración Bush. Poco a poco Sarkozy ha ido diluyendo mis expectativas y, gran sorpresa, aumentando las de la prensa rosa. Su matrimonio de farándula con Carla Bruni, sus imágenes cachondas, impropias del cargo que ostenta y, en general, su actitud chulesca y adicta a las cámaras dibuja a un personaje que no deja de ser noticia por hechos ajenos a la labor diaria de gobierno. A ello podemos unir escándalos sentimentales, políticos, financieros y una mezcla de ambos, algunos tan particulares que sólo podrían desarrollarse en un versallesco salón de Francia, con lo que tenemos la imagen de un gobierno tambaleante. El mal resultado de la operación de rescate del rehén francés en manos de Al Queda, que acabó con la muerte del mismo a manos de sus captores, y el recochineo con el que ayer los terroristas islámicos se dirigían a Francia al tratar de monopolizar la atención de la liberación de los secuestrados españoles no es sino otro baldón en la carrera de Sarkozy. Súmele a todo ello una economía débil y necesitada de reformas, y un desempleo que se extiende por la clase media francesa y tendrá los ingredientes necesarios para una acción como la que está efectuando el gobierno galo con los rumanos. ¿Habrá más deportaciones? ¿Y en otros países? Y lo más importante, ¿cómo valora la opinión pública francesa esta actuación? Si le gusta a la mayoría ya pueden contestar que sí a la primera pregunta y sospechar que otros países se lanzarán a por ello, por lo que la crisis económica se cobraría una nueva victoria en forma de más fronteras y desplazados. Puede que sea necesario hacerlo, pero a simple vista suena muy mal.
Me cojo cuatro días de vacaciones, desde mañana hasta el Lunes 30, así que de no suceder nada raro la próxima entrada será el Martes 31, que pese a ser aún agosto olerá mucho a septiembre. Será el que viene un mes duro, de malas noticias económicas, huelgas y estadísticas feas como preámbulo a un trimestre que sospecho se nos hará muy cuesta arriba a todos, no sólo a Sarkozy. Carguémonos de fuerzas y tengamos ánimo, porque los tiempos difíciles no han terminado, ni mucho menos, y aún queda mucha crisis por sufrir y, confiemos que entre todos, vencer.
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