Se acerca a toda velocidad el noveno aniversario (nueve años ya, Dios mío..) del atentado del once de septiembre y la zona cero no deja de producir noticias, algunas curiosas, como la de esos restos de un navío, parece que procedente de los holandeses que descubrieron esas tierras, y otras, la mayor parte, amargas, dado lo que allí sucedió. La última ha derivado en una gran polémica en los Estados Unidos y de ahí al resto del mundo, y tiene como motivo el deseo de un grupo islámico de edificar una mezquita y centro cultural a pocas manzanas de allí.
Como se pueden imaginar la polémica está servida. La mayor parte de la ciudadanía norteamericana y de la ciudad de Nueva York, cierto que en este caso por menor diferencia, considera que es una provocación y que no debe permitirse llevar a cabo ese proyecto, que curiosamente se llama Cordoba’s house, la Casa de Córdoba, en memoria del imponente califato que estuvo situado en esa ciudad. La prensa estaba ansiosa por conocer la opinión de la Casa Blanca al respecto, y Obama tuvo que contestar, metiéndose él mismo en el lío. ¿Qué es lo que Obama debía haber dicho como respuesta y qué es lo que se debe hacer? Creo que sus declaraciones y su posición es la correcta, pero que no va a ser ni comprendida ni entendida por la población. Es cierto que quienes patrocinan ese centro cultural son conscientes de que pisan un terreno sensible, y pese a que sus actividades vayan a ser legales no les falta una buena carga de dolo, o dicho más vulgar, de tocar las narices. Sin embargo, si no hay ninguna norma que prohíba la instalación de un centro islámico, o de otra confesión, allí o en otro lugar, el gobierno federal o el del ayuntamiento de Nueva York no puede hacer nada. Recordemos que, como debe ser, aunque en la práctica no se produzca, las autoridades están sujetas al imperio de la ley, y por ella se deben regir. Para usar un supuesto no religioso, antes de la legislación que regula las órdenes de alejamiento no era posible mantener separada a una mujer de su pareja agresora, porque no había ley que lo respaldara, y el movimiento de las personas es libre por el territorio. Podía ser ofensivo, cruel y sádico, pero era legal. Afortunadamente la ley se cambió y desde ese momento esa práctica infame que llevaban a cabo los maltratadores puede ser perseguida (a veces con escasos resultados, la verdad). En el caso del terrorismo etarra han sido las últimas leyes las que, centradas en la víctima, han permitido que algunas situaciones de acoso e intimidación por parte de los violentos sean frenadas, pero antes eso era imposible. La pregunta en ese caso es porqué se ha tardado tanto en dictar esas normas, las del terrorismo, las del alejamiento, y porqué se ha permitido que tanta violencia psíquica fuera empleadas sin límite por parte de los agresores. Parece que ha sido la indiferencia social lo que ha permitido esos excesos, o la incomprensión, o el desconocimiento. Al menos en eso hemos avanzado.
Por lo tanto, el discurso legal es lo correcto, pero el emocional…. ¿cómo gestionamos el emocional? Eso ya es otra cosa. En Nueva York los republicanos más extremistas están usando este asunto para atacar al gobierno y empezar la campaña electoral para las elecciones de noviembre. No estoy de acuerdo con su postura, pero es evidente que su campaña no pincha en hueso, sino en un terreno fértil y sensible. Va a ser un asunto muy difícil de gestionar para el equipo de Obama, que sin duda hará que su popularidad caiga aún más.
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