Pensaba comenzar la serie de artículos de esta semana comentando alguna película o exposición que he visitado el fin de semana, pero ayer por la mañana, leyendo el periódico en una cafetería, me encontré con el obituario de Tony Judt, fallecido a los 62 años, y a parte de sentir una pena muy grande me creí en la necesidad de homenajearle de la única manera que puedo, que es escribiendo y glosando un poco su obra y vida mediante estas líneas. Y eso que yo soy sólo un modesto lector suyo, y no de toda su obra.
No, Judt no era un jugador del Manchester ni el sobrino guiri de una famosa televisiva. Quizás por ello no les suene de nada. Inglés, proveniente de una familia judía, Judt era historiador, centrado en Europa y su papel en el mundo, especialmente desde el final de la segunda guerra mundial. Alcanzó la fama y reconocimiento con “Postguerra”, una obra de dimensiones monumentales publicada en 2005 que a mi entender es de lo mejor que uno puede leerse para entender qué ha sucedido en Europa desde 1945 hasta nuestros días. Y no sólo en la política y los gobernantes, no. Judt era muy bueno reflejando el papel de la sociedad civil en su propio devenir histórico. Artistas, literatos, intelectuales, conjuntos de rock, vanguardias… eran elementos a los que Judt no ponía en un pie de página, sino que los dotaba de la importancia que han dio adquiriendo a lo largo de los años. No se puede entender los sesenta sin los Beatles, y eso un historiador no lo debe obviar. Otro libro que leí de Judt, anterior, pero publicado en España a raíz del éxito de Postguerra fue “Sobre el olvidado siglo XX”, más técnico y denso, y más centrado aún en los intelectuales y en su aparente decadencia en la vida pública. Europeísta convencido, Judt no deja de criticar en su obra los males que asolan al continente, la pérdida de vitalidad del sueño europeo, el papanatismo nacionalista que aflora por doquier, el funcionariado que todo lo absorbe y al rigidez que impide avanzar, pero no deja de estar orgulloso de la construcción de una Europa donde la guerra se ha desterrado tras siglos de enfrentamiento y que es un referente social y moral para el mundo, uno de los principales poderes blandos que existen, y que trata de hacer contrapeso a esos EE.UU. y China que parecen dominarlo todo. Visión quizás utópica, pero llena de sentido y que Judt sabía expresar con bellas palabras y frases con todo el sentido y rigor del mundo. Sin embargo hace dos años Judt volvió a salir en la prensa pero no por ninguna obra, sino porque le había sido detectada una esclerosis lateral amiotrófica, ELA, el mal que atacó a Stephen Hawking en su juventud y que, con la notable excepción del científico, es mortal con relativa rapidez. Judt quedó postrado en una cama y poco a poco comenzó a perder movilidad y respuesta de sus miembros. Necesitado de ayuda constante, hace ya varios meses que lo único que funcionaba en su cuerpo era su mente. Consciente del derrumbe de su cuerpo, y aterrado, Judt, escribió algunos artículos, dictados de la manera que pudiera en cada momento, sobre episodios de su vida y juventud, en los que la historia era el marco en el que se desarrollaban experiencias propias. Su amor por los trenes, recuerdos del Mayo del 68, etc.
Algunos fueron publicados en prensa y tenían un cierto componente de epitafio, como lamentablemente sucedió el viernes. Su pérdida debe ser muy grande para los historiadores, pero aún mayor para los europeos comprometidos con el futuro de su continente. Sucedida además en agosto, su muerte puede que pase sin pena ni gloria en los medios, dudo que algún telediario de cualquier cadena le dedique un segundo, pero este fin de semana hemos perdido a un Europeo, así, con mayúsculas. Que descanse en paz, y que su ejemplo sea seguido por otros.
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