Una de las noticias de la semana pasada, y que mejor creo que describe la realidad del mundo en el que vivimos, ha sido la filtración de miles de páginas de documentos secretos del ejército norteamericano sobre la guerra de Afganistán a la web Wikileaks. Pese a la insistencia del gobierno de Obama en pedir que esa información no se publicase, los cerca de noventa mil folios escaneados siguen en la red, a disposición de quien los desee. En este caso creo que es tan importante lo que los papeles cuentan como el hecho de la filtración en sí misma.
Y es que esa información secreta y privilegiada no lo es tanto, ya que de lo que se ha publicado en los medios generalistas (por si tenían dudas no me he leído las noventa mil páginas) lo que allí se cuenta es la descripción del pozo negro en el que todos sabemos que se encuentra la coalición internacional en Afganistán. Disensiones internas, desmoralización de las tropas, inadecuación del material ante el entorno hostil, hostigamiento constante por parte de unas milicias talibanes poco profesionales pero insistentes y con material militar mejor del que habitualmente se nos dice, etc. El panorama que se pinta es muy negro, el de una guerra que se pierde poco a poco, y que dista de acabarse en el corto plazo, y de esa imagen de derrota pueda venir el deseo de no publicar la información, para no desmoralizar aún más a las tropas y ciudadanos que ven como la guerra se eterniza y no lleva a ningún lado. Quizás la revelación más interesante es que aporta pruebas sobre el doble juego de Pakistán. Muchos lo sospechábamos, pero ahora se sabe que Pakistán apoya tanto a las fuerzas de la OTAN como a los talibanes, un poco como mejor le venga en cada momento y región, lo cual es un caso flagrante de traición. Puede el gobierno paquistaní argumentar que realmente la región fronteriza del país con Afganistán, por cierto, una de las más afectadas por las inundaciones de estos días, esta realmente fuera de su control, que los grupos tribales de la zona han suplantado al estado y son los que gobiernan, pero asumir eso implica reconocer la derrota del propio gobierno de Islamabad, y no creo que esté por la labor. En fin, el hecho mismo de que no haya sorpresas excesivas en la información publicada es una noticia en sí misma. Resulta que los sesudos analistas son privilegiados porque poseen unos datos que confirman lo que más o menos todo el mundo sospecha. No hay grandes novedades, revelaciones de donde está Bin Laden, de cómo se financia el integrismo talibán, de que papel juegan la monarquía saudí o Irán en el tablero afgano, de las vinculaciones de esta guerra con el conflicto de Irak, etc. Hay quien incluso ha querido ver en estas revelaciones la causa profunda del relevo del general Stanley McChrystal, que se produjo con mucho ruido mediático hace unas semanas. Según esta versión, retorcida pero coherente, McChrystal sabía perfectamente lo mal que iban las cosas en Afganistán y no quería cargar con el marrón de una derrota en su haber. Como no podía renunciar voluntariamente al cargo se las arregló para pifiarla en público y que sus jefes (Obama) le echasen. Sea cierto o no, la situación que describen esos miles de papeles es muy preocupante para los norteamericanos y la OTAN en su conjunto, en la que recordemos se encuadran las tropas españolas que ahora mismo se encuentran sobre el terreno.
Otra derivada de la publicación es el papel de Wikileaks, el portal en el que se colgaron los documentos. Se le acusa de subversivo, colaborador con los talibanes y cómplice moral de las muertes de soldados que se produzcan de ahora en adelante. Pero no nos engañemos, Wikileaks ha hecho lo que hubiera hecho cualquier medio impreso en su lugar si tiene acceso a esa información. Lo novedoso es que un medio puro de Internet no muy conocido por el público ha desbancado a las cabeceras de referencia del periodismo y que al instante esa información podía estar en el salón de la casa de cualquiera. Eso sí que es revolucionario y revelador.
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