Este pasado sábado tuvieron lugar manifestaciones en todo el mundo en lo que se ha llamado la globalización del 15M que tuvo lugar en España antes de las elecciones municipales de Mayo. En otro 15, cinco meses después, miles de personas en muchos lugares del mundo salieron a mostrar su indignación y protestar ante la crisis que vivimos y, de paso, contra otras muchas cosas. Tanto en Madrid como en Barcelona la jornada acabó con la ocupación de un edificio céntrico, cosa muy típica en Barcelona, no tanto aquí, y con continuos debates asamblearios, muchos de ellos en Sol.
Yo me pasé por allí la noche del sábado. A eso de las 23:15 estaba por los alrededores de Sol, y deambulé un poco junto al tragabolas, la nueva marquesina de acceso al metro y RENFE que está en la plaza. Vistas las imágenes de la concentración que publicaron los periódicos al día siguiente no quedaba mucha gente en la plaza, pero sí que había aún bastantes manifestantes, proclamando mensajes, escuchando y opinando sobre ello. La verdad es que con esto del movimiento 15X tengo un problema, porque creo que tienen razón al salir a denunciar que las cosas no funcionan bien, porque es obvio que no lo hacen, pero su carácter de asamblea universitaria, la simpleza de sus mensajes, su idealismo rayano en la ingenuidad infantil y su falta de concreción me producen una cierta perplejidad. Lo describe muy bien en esta breve entrevista Zygmunt Bauman, autor del concepto de pensamiento líquido como modelo de sociedad cambiante en la que nos encontramos. Haciendo uso del concepto de Bauman, diría que le 15X es tan líquido que se escapa de entre las manos. Oyendo algunos de los mensajes de esa noche en Sol y viendo sus pancartas pensaba que estos señores tienen claro que el mundo no les gusta, que les parece mal, y que adoptan una pose muy de Mafalda, de esa clásica viñeta en la que dice lo de “paren el mundo que me bajo” para indicar el hastío que le produce lo que ve que sucede ante sus ojos. Bien, pero ¿es eso alguna solución? ¿Aporta algo el movimiento aparte del hecho de la denuncia? No lo creo. Su mero surgimiento es importante, no cabe duda, porque entre otras cosas revea un malestar de fondo de una sociedad confundida, desorientada y asustada ante lo que sucede, que no logra entender como hasta hace cuatro años era rica y ahora es pobre. Lo cierto es que entonces no era rica pero se lo creía, y ahora no es tan pobre pero así lo siente, y todo es mucho más complicado de lo que parece. Por ejemplo, el ver como día tras día afloran casos en los que señores de diverso pelaje y procedencia amasan fortunas indecentes en medio del caos no hace sino aumentar el sentimiento de indignación colectiva. Pero no nos engañemos, estos sinvergüenzas lo eran también en los tiempos de bonanza, pero entonces no importaba, porque todos nos llevábamos una parte del pastel. Ahora que no hay escandaliza su actitud, pero así debiera haber sido también en el pasado. Y así muchas otras cuestiones. Lo cierto es que en medio de la veraniega noche de este sábado (hacía mucho calor, créanme) Sol se convirtió en un centro de debate que poco a poco se fue transformando en un lugar de alterne y práctica de botellón urbano, con decenas de chinos vendiendo latas de cerveza y decenas de corrillos de personas que se las bebían mientras hablaban unos con otros. No estuve mucho tiempo, pero me fui con la sensación de que los únicos problemas que se resolverían esa noche serían los de la cuenta corriente de alguna cervecera y distribuidor oriental. El resto, por ejemplo el de las ya malas condiciones de trabajo del personal de limpieza de la ciudad, empeorarían.
Como muestra de lo complejo que es todo y de que la protesta porque sí no es útil, me fijé en que la globalización era atacada muchas veces por varios de los oradores improvisados, con pancartas que, entre otras cosas, la denunciaban colgadas en los andamios de un edificio en obras en Sol. Ese edificio cuando se acabe va a ser la mayor tienda de Apple en España, y esa empresa no sólo es un símbolo en sí mismo de la producción globalizada, sino que produce, entre otras cosas, muchos de los dispositivos que han contribuido a acelerar el proceso globalizador y permitir, entre otras cosas, protestas coordinadas como las del 15O. Y es que el movimiento es, en sí mismo, fruto de la globalización que denuncia.
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