Hoy es 20 de octubre, y es un día curioso lo de este 20, en medio de casi todo. El próximo día 20, el d Noviembre, tenemos elecciones generales, tan importantes como siempre, o más dada la endiablada coyuntura. Y hace dos veintes, el 20 de agosto, tuvo lugar la vigilia con el Papa en Cuatro Vientos. No quiero hacer un artículo que mezcle política y religión, no, sino reflejar mi total asombro porque fue durante el transcurso de esa vigilia, hace ya dos meses, cuando se desató una fuerte tormenta sobre Madrid, que casi todo el mundo pudo ver por la tele, y desde entonces no ha vuelto a llover. Nada. Dos meses sin una gota de agua.
Cierto es que en el resto del país tampoco se puede decir que haya llovido mucho, porque España ha atravesado un “miniperiodo” de sequía de una intensidad muy elevada acompañada de temperaturas inusualmente altas, pero en lo que hace a Madrid, que es lo que más me ha tocado, la ausencia total de lluvias ha ido ensuciando y enrareciendo el aire y el entrono en el que vivimos y residimos. A medida que pasaba septiembre, que los termómetros no bajaban y el cielo seguía pintado de un azul eterno me empezaba a intranquilizar. Miraba los pronósticos a medio plazo pero en todas partes sólo señalaban sol. Eterno y reluciente sol, y altas temperaturas. Los jardines de mi barrio, salvajes ellos que viven de lo que cae del cielo, ya estaban semidestruidos tras un duro agosto, pero en el pasado mes se han convertido en simples eriales, extensiones de arena tapizadas con ocasionales hojas caídas de los árboles, amarillentas más por la sequedad que por el otoño. Con el paso de los días el aire se ha ido ensuciando y, sin viento y bajo la continua presión del anticiclón, la boina de contaminación sobre la ciudad se ha ido transformando en una densa y sucia capa de mierda, literal, que día tras día nos ha ido cubriendo y rodeando. Su imagen, vista en la distancia, es engañosa. Parece que está allí, cuando la vemos como un cintillo sobre el horizonte, pero no, está aquí, sobre todos nosotros, también sobre el PP, aunque nadie la quiera ver. La sequedad ambiental, el polvo, la suciedad y los gases se han juntado durante dos meses, provocando sin duda un repunte de las enfermedades respiratorias y un aumento de la mortalidad, pero que no quedará reflejado en ninguna parte porque es algo que, en apariencia, no importa. Durante este tiempo jardines, parterres, árboles jóvenes y demás conjuntos verdes han sufrido un estrés enorme, y seguro que no han recibido atención alguna. Vi hace algún fin de semana a alguna viejecita de mi barrio regar, con una de esas botellas de plástico de dos litros de refrescos, a alguno de los árboles que están junto a mi casa. Era una escena muy tierna, a la vez que impotente. Mostraba lo duro y reseco que estaba el suelo, y lo claramente insuficiente que era la ayuda que esa señora prestaba a los árboles, pero su esfuerzo, en medio de la desolación, era auténticamente heroico. Esa señora era una ecologista de verdad, no de libro y boquilla, de acción espectacular y mediática, sino de intervención práctica, de apoyo a su entorno local, de preocupación y acción consecuente, con los escasos medios que poseía. ¿Se habrán secado algunas matas y brotes en estos meses? Me parecería milagroso si así no fuera, pero no creo que la actuación del ayuntamiento u otro tipo de instituciones hayan contribuido a salvarlos. Y son necesarios, vitales en una ciudad de estas dimensiones y con un clima tan duro como el que aquí se vive. Y es que a medida que pasaban los días y yo me preocupaba poca gente en mi entrono lo hacía, sí por la contaminación, pero no por la falta de lluvia. Y es duro decirlo, pero la sequía es dramática, y tiene muy mala solución. Un terreno yermo y erosionado es de muy difícil recuperación, y de esos cada vez abundan más.
Pues bien, hoy, 20 de octubre, dos meses después de las últimas lluvias, se vuelven a anunciar precipitaciones para este próximo domingo 23 y Lunes 24, en lo que pudiera ser la vuelta a un otoño normal. Afortunadamente vivimos de las rentas del pasado invierno y los embalses en la zona centro están bien, pero el terreno y el aire necesitan mucha lluvia para recuperarse de lo que han sufrido estos duros meses. Así, cuando vean llover en unos pocos días, alegren el rostro, cambien su percepción de la realidad y asimilen que esa lluvia es el mejor tiempo del mundo, el más necesario, el más gratificante. Que venga con ganas, por tiempo, y la podamos disfrutar.
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