jueves, octubre 06, 2011

A la muerte de Steve Jobs

Cuando me he levantado y puesto la tele la noticia que corría bajo el gesto serio de la presentadora (en este año las noticias son muy serias) era la del fallecimiento de Steve Jobs. El cáncer de páncreas finalmente ha podido con el frágil y enjuto cuerpo de Jobs, y esta noche, a los 56 años, qué joven, Jobs se ha ido. Esta noticia era esperada desde hace tiempo, porque su enfermedad fue pública desde un principio, gesto de valentía que le honra, y su retirada hace pocos meses presagiaba lo peor, porque siempre había expresado su deseo de estar al frente de apple hasta el final, final que ya ha llegado.

Creo que en Jobs se juntan tres cualidades que hacen que una persona marque un hito en su tiempo. Jobs fue un visionario, eso nadie lo niega, y quizás sea su aspecto principal. Se anticipó a su época y supo ver mucho más allá de los que le rodeaban. Previó como la mejora tecnológica y la red acabarían con negocios consolidados, como el de la música, y transformarían nuestras vidas de una manera revolucionaria. Esa visión más allá la tuvo desde sus principios, pero además supo plasmar sus visiones en aparatos. No sólo se quedó en los sueños de un gurú, por muy importante que eso sea, sino que fue capaz de crear dispositivos en los que esos sueños se hacían realidad. No bastaba con saber que las descargas iban a acabar con la música en las tiendas, no. Era necesario crear algo sencillo, pequeño, cómodo y fácil de usar que fuera tu discoteca andante y que te permitiera adquirir la música allá donde estuvieras, sin necesidad de tiendas físicas ni CDs ni otro soporte, y así nació el Ipod y Itunes. Los teléfonos servían para hablar desde hace mucho, pero Jobs fue el primero en ver que podían ser el ordenador personal de abordo, para casi todo, conectados siempre a la red, y que debían ser también sencillos, intuitivos, diáfanos y, porqué no, bellos. Y así nació el Iphone, y podríamos seguir con un montón de historias similares. Durante su exilio fuera de apple, de donde fue despedido hace ya bastantes años, Jobs vio como el desarrollo de los ordenadores y su software de diseño iban a cambiar el proceso de producción y rodaje de las películas, y se unió a un pequeño estudio de animación llamado Pixar, y ayudó a llevarlo hasta lo más alto y crear la magia que inunda la pantalla cada vez que ese flexo saltarín nos mira. Y así son muchas las historias de éxito de Jobs, pero le queda una tercera pata que le hace especial, frente a otros visionarios y genios que en el mundo ha habido, y es que Jobs, además, poseía un enorme instinto para los negocios. Sabía preveer, hacer y vender. Sí, Jobs se ha hecho multimillonario con sus negocios, ha triunfado en el mundo de la empresa y se le considera tanto un gurú tecnológico como un revolucionario del marketing. Otros muchos visionarios fracasaron en sus negocios, al cruzarse con avispados comerciantes que les robaron sus ideas. Jobs era el más avispado de todos, y unida a su genialidad estaba el sentido del Business que le ha permitido hacer de apple un icono global, la empresa con mayor capitalización bursátil del mundo, en competencia con alguna petrolera, y todo un monstruo empresarial y financiero, con miles de empleados en el mundo, y que genera beneficios, ventas y patentes en unas dimensiones que se me escapan.

La muerte de Jobs puede ser un duro golpe para su negocio, dependiente en grado sumo de su genialidad, hasta el punto que las acciones de apple llevan tiempo cotizando el escenario de su ausencia, pero lo cierto es que nadie es imprescindible, Jobs tampoco. Sin embargo no es menos cierto que hay personas que dejan un hueco mucho mayor que otras cuando se van. En poco más de medio siglo Jobs ha cambiado el mundo, lo ha hecho distinto, y en un gran sentido, mejor. Su falta se notará, pero su semilla ha inspirado a muchos genios que día a día tratan de seguir sus enseñanzas. Sacrificio, esfuerzo, creatividad, imaginación, locura, atreverse a transitar por donde ante son ha habido nadie….
Jobs ha abierto nuevos caminos, que ya nunca estarán vacíos.

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