Una de las muchas cosas malas que tiene la crisis económica que estamos viviendo, especialmente en Europa, es que nos pone una especie de anteojeras e impide ver lo que sucede más allá de nuestras narices. La gravedad de nuestra situación nos oculta que pasan cosas importantes ahí fuera. Esta semana ha estado llena de acontecimientos en, por ejemplo, oriente Medio, algunos esperanzadores, otros turbulentos, y que demuestran que la actividad en la zona no cesa nunca, para bien o para mal.
Lo más noticioso ha sido el acuerdo por el que Israel y Hamas se van a intercambiar cientos de presos palestinos a cambio del soldado israelí Guilad Shalit, retenido en la franja de Gaza desde hace años. Es un acuerdo raro, porque beneficia mucho a Hamas y a cambio Israel 2sólo” obtiene a uno de los suyos, reclamado desde hace tiempo, pero en todo caso el intercambio sigue siendo desproporcionado. No alcanzo a entender como el gobierno israelí, duro como él sólo, acuerda unos términos de intercambio así, sobre todo porque la retención de este soldado fue la causa de la operación plomo fundido sobre Gaza que hace tres navidades causó cerca de mil muertos palestinos en aquellas semanas de auténtica guerra en la franja. La otra noticia, que me parece más interesante, y quién sabe si tiene relación con esta, es la desarticulación por parte de EEUU de un complot iraní para matar al embajador de Arabia Saudí en Washington. Dicho así, todo seguido, es hasta divertido, pero la historia tiene mucha miga. Al parecer, y todo esto hay que ponerlo un poco en entredicho, los servicios secretos iraníes habían contactado con unos sicarios mejicanos, que son expertos en asesinatos como tristemente es sabido, para que ejecutasen el golpe contra el diplomático saudí, pero quiso la casualidad que el contacto que los iraníes hallaron en medio del desierto de Méjico fuera un agente de la DEA, el servicio antidrogas de EEUU, que contactó con sus superiores y los centros de inteligencia, y abortaron la operación. Suena todo muy rocambolesco, porque no tengo duda de que los servicios secretos iraníes se bastan y se sobran para llevar a cabo operaciones semejantes, y tampoco me extraña el objetivo en sí mismo, porque desde hace bastante tiempo Irán Y Arabia Saudí tienen una relación que bordea la guerra fría. Chiítas unos y sunitas otros, antioccidentales frente a los garantes del suministro de petróleo a occidente, Teherán y Riad se miran y se temen en un juego local de mucha relevancia mundial. La última escaramuza que han protagonizado en la zona ha sido la revuelta de hace unos meses en Qatar, inspirada se sospecha por Irán, y que fue sofocada gracias a la intervención de tropas de Arabia Saudí, pertrechadas con todo tipo de armamento vendido por países de la UE y EEUU. Ahmadineyad, tan amante de azotar y eliminar a todos aquellos que se oponen a la dictadura de hierro que controla en Irán no puede soportar que al otro lado del golfo pérsico se encuentren estacionadas tripas norteamericanas en territorio saudí. No hace falta recordar cuánto petróleo, del que consumimos todos nosotros, pasa cada día por ese estrecho, y que la producción de los países de la zona es fundamental para que el mundo siga funcionando tal y como lo hace hoy en día. Lo cierto es que Hillary Clinton ha hecho unas declaraciones muy duras y la tensión con Irán, siempre alta, ha vuelto a crecer aún más.
De fondo, y aunque se nos haya olvidado con esto de las agencias de rating y la recapitalización bancaria, subsiste el programa iraní de enriquecimiento nuclear y, sin duda, su intención de hacerse con la bomba atómica. De llegarse a ese punto el equilibrio regional se rompería e Israel, y otros países vecinos, verían amenazada su existencia de pleno. Es probable que antes de que eso pase se adopten medidas contundentes contra el régimen del dictador “Ajma” y quizás este complot sea la excusa para ensayar un bloqueo o algo por el estilo. Todavía estamos lejos del enfrentamiento militar pero, como en el Hierro, los temblores crecen.
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