Pasa muchas veces en la vida, y pese a que es injusto, es
así como parece que suceden las cosas habitualmente. Años de esfuerzo, trabajo,
sacrificio, entrega, y es en el último instante del proyecto cuando todo se
juega, cuando de una pregunta mal contestada en un examen se pierde la plaza
por la que se estaba opositando, cunado una negociación fallida trunca el sueño
de una Unión Europea (esperemos que no suceda eso hoy) o de la puesta en marcha
errónea de una maquinaria se frustra un proyecto de inversión ambicionado desde
hace tiempo. Es normal, frustrante quizás, injusto seguro, pero es normal.
Como de los riesgos de la cumbre europea de Bruselas les
vana hablar mucho y bien hoy y el resto del fin de semana, voy a comentarles
otra situación excepcional que se acerca y que también se la juega todo al
final, a una sola carta. Como sabrán si leen habitualmente este blog (gracias,
gracias, gracias!!!! Muac!!!!) comenté a finales de 2011 que lo que más ilusión
me hacía de este 2012 era la llegada, en verano, de la sonda MSL de la NASA a
Marte, el robot Curiosity. Bien, 2012 avanza, mañana llegamos a la mitad,
demostrando que las previsiones de que iba a ser un mal año se están quedando
muy cortas, y
Curiosity se acerca a Marte a toda velocidad, tanto es así que su aterrizaje
sobre la superficie marciana está previsto para el 5 de Agosto, dentro de poco
más de un mes. Despegue y aterrizaje son los momentos más delicados de una
misión espacial, porque es cuando toda la tecnología y pericia de la
tripulación o del control de vuelo es requerida hasta su máximo desempeño. En
el envío de sondas marcianas, dada la distancia de la tierra, una media de
siete minutos luz, es imprescindible automatizar todo el proceso, de tal manera
que una vez puesto en marcha ya no hay posibilidad ni de corrección ni de
supervisión desde la tierra. Sabremos que Curiosity ha entrado en órbita
marciana y, si todo va bien, le “oiremos” cuando ya esté en el suelo. En
comparación a los anteriores vehículos mandados a Marte, Curiosity es inmenso.
El primero de ellos, el Pathfinder, no era mucho mayor que un microondas. Los
gemelos Spirit y Oportunity tenían las dimensiones de un cortacésped, y este
nuevo vehículo pesa mucho más y alcanza el tamaño de un coche pequeño. En los
casos anteriores las dimensiones y peso de los vehículos permitían hacer un
aterrizaje a lo bruto, en el que la sonda iba protegida dentro de un caparazón
que, rodeado de globos a la manera de airbags, era frenado antes de tocar la
superficie del planeta y luego arrojado sobre ella. Los globos amortiguaban el
impacto de la caída y el conjunto iba rodando hasta que se paraba del todo, se
desinflaban los globos, el caparazón se abría y al sonda abandonaba su “nave2 y
empezaba a deambular por el planeta. Esta vez ese procedimiento de aterrizaje
no es válido por dos razones. Una es que la sonda pesa mucho más que las
anteriores, y dada la escasa densidad de la atmósfera marciana, aun usando
grandes paracaídas, la velocidad de impacto sería muy elevada, y por tanto se
requerirían globos inmensos que no está claro que, aún así, garantizasen una
amortiguación efectiva. La otra es que si uno quiere tener una cierta precisión
respecto al punto de caída, el rodar como un loco sobre los globos elimina toda
posibilidad de acierto. La NASA calculo en una simulación que una aterrizaje de
este tipo para Curiosity requeriría unos doce kilómetros de superficie plana
hasta que la sonda se parase quieta. Demasiado sitio y muy aburrido para
aprovechar la tecnología de la sonda.
Para evitar todo esto la NASA ha diseñado un sistema de
descenso en múltiples fases que, visto en su conjunto, es tan deslumbrante como
aterrador, porque la posibilidad de que algo falle en cada uno de esos procesos
implica que todo el conjunto se estrella sin remisión sobre Marte y todo se va
a la porra. Se han calculado en siete minutos, siete, los que tardará la sonda
en llevar a cabo todo ese proceso, en los que si algo falla, toda la misión,
todo el esfuerzo, se convertirá un montón de chatarra en medio de un valle
marciano. NASA
ha recreado toda la secuencia con comentarios de los expertos de la misión en
un interesante video llamado (no sólo pensé yo en esa idea) siete minutos de
terror. Véanlo, y piensen que no es una película, sino una descripción de
lo que debiera pasar dentro de un mes a millones de kilómetros de aquí.
Crucemos los dedos.