martes, junio 05, 2012

Pan O Circo


Qué sabios eran los romanos… creo que lo inventaron todo. Cuanto más leo sobre su mundo, sus élites y su pueblo llano menos diferencias encuentro entre su sociedad y la nuestra. Salvo el capitalismo (vivían a base de esclavos) la electricidad, las patas fritas y el chocolate, nada de entonces nos es ajeno. Inventaron el agua corriente, la cúpula, las autovías, las elecciones consulares, la compra de voto en las elecciones, los prostíbulos, la justicia, la corrupción de la justicia, y los juegos populares en grandes estadios, para regocijo y disfrute del pueblo, y lograr así su total sometimiento.

Resulta curioso que sea precisamente el Coliseo la mayor de las ruinas que asociamos a la antigua Roma. No los palacios imperiales, o los templos dedicados al culto, no, sino un edificio inmenso que albergaba espectáculos para la plebe, sufragados por los emperadores de al ciudad de Roma. Durante muchos días, más de la mitad del año, en el Coliseo se celebraban juegos de todo tipo, tanto de gladiadores como de fieras, y a falta de televisión y “gran marrano 12” la arena jugaba el papel de las pantallas de nuestras casas. El emperador sabía que los juegos cumplían una doble misión, de entretenimiento y de sometimiento, porque de mientras el pueblo se lo pasara en grande con el espectáculo que el poder le ofrecía no se rebelaría contra ese mismo poder que le sangraba a impuestos, obligaciones y mandatos, y que le mantenía en un estado de vida fronterizo con la pobreza más absoluta. En épocas de hambre, o de guerras generalizadas, que imponían un mayor sacrificio a la población de la ciudad, el número de espectáculos en el Coliseo aumentaba, y con ellos su complejidad. Hay estudios sobre los cientos, miles de animales salvajes que eran capturados cada año para satisfacer la demanda de ocio de una población que cada vez pedía más, y a la que no dejaba de ofrecérsele carnaza de manera sangrienta, sí, pero siempre a su gusto. Por ello la planificación, mantenimiento y control de las actividades que allí se daban fue una de las labores más importantes a lo largo de la época imperial, y pese al voluble comportamiento de los emperadores respecto a la gestión de su imperio, todos ellos mantuvieron el Coliseo como uno de los centros de poder más importantes, que no podía ser descuidado en ningún momento. Cuenta la historia, no se si es cierta, pero merece serlo, que un emperador tuvo la duda de, en uno de sus viajes de regreso por el Mediterráneo, de si llenar la última de las trirremes que componía la flota de grano para alimentar al pueblo o de arena para reponer la que faltaba en el foso del Coliseo. Era una época de hambre y penuria en la ciudad, y escogió… la arena. Seguro que acertó, porque con un foso recompuesto la viveza de la lucha sería mayor, y el enfervorizado graderío no saldría de sí de gozo al contemplar nuevas batallas sobre fondo nuevo. Sólo la decadencia del imperio trajo consigo el abandono de estas prácticas y, con ello, de las instalaciones, y es que ante la caída del poder imperial y el despoblamiento progresivo de Roma ya no era necesario entretener a nadie. Todo esto, que nos puede sonar muy lejano, se repite hoy en nuestra sociedad día tras día, en nuestro país con el fútbol, para el que se construyen los mejores estadios y se pagan millonadas subvencionadas por el poder público, solamente para mantener entretenida a la gente y que no se preocupe por sus problemas diarios, entre ellos el de vivir engañada por el estado para el que trabaja.

Dirán los más optimistas que esto es cierto, pero que si se expresa libremente, el pueblo renunciará a este engaño y mostrará su deseo de libertad y conocimiento. Pues va a ser que no. El resultado del referéndum celebrado en unas pedanías de Cáceres este fin de semana, en el que los votantes han preferido sufragar las corridas de toros en vez de destinar el dinero de esos festejos a la creación de empleo local (o a pagar deudas, ¿esos ayuntamientos no deben nada?) muestra que España, uno de los países más incultos de Europa, sigue viviendo a base de pan y circo, y que cuando no hay dinero para ambos, el circo es lo primero. Triste, sí, pero nada sorprendente.

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