viernes, junio 08, 2012

La literatura, Roth y Bradbury


Ya han visto que tengo poca capacidad de influencia, y que mi llamamiento a nombrar a González Páramo como gobernador del Banco de España no ha sido oído ni escuchado. Empiezo a pensar que el único sitio en el que ejerzo auténtica influencia es en mi casa, y porque vivo sólo… Bueno, para olvidar lso sinsabores de una semana económicamente no tan mala pero que nos sigue presionando sin cesar, vayamos a las cosas que realmente importan en la vida, como los buenos libros, y como ayer les comentaba, algo tendré que decir del premiado Philip Roth y el desaparecido Ray Bradbury.

Y que quieren que les diga de Roth que no les haya comentado ya. Desde esta columna varios han sido mis llamamientos a que dejen todo lo que están haciendo y cojan una novela de Roth, cualquiera, son todas excelentes, y se metan en su mundo. Un mundo que al principio les va a parecer oscuro, desasosegante, retorcido y cargado de sensaciones malas, pero que luego van a sentir tan real y próximo que les dará aún más miedo. Nadie como Roth, a mi modo de ver, ha descrito la vida humana y las sensaciones de las personas con la precisión con la que él lo hace. Cuando sus personajes sufren, sufren, y sufrimos con y, muy importante, por ellos. Cuando en “sale el espectro” el protagonista se siente avergonzado porque le gotea la meada por tener, a su edad, una próstata tan inútil como suele ser habitual, uno acaba mirándose los calzoncillos en búsqueda de gotitas, porque al leerlos e siente mojado y humillado, si leemos “indignación” nos sentiremos tan agrios y molestos como el narrador al “oír” el falso, hipócrita y moralizante discurso del rector universitario que trata de esconder las vergüenzas que se producen en su campus en medio de una moralina adusta y vacía, tan hueca como falsa, con “el mal de Portnoy” en medio de muchos momentos de auténtica carcajada, nos esconderemos en el baño con el protagonista y nos masturbaremos compulsivamente, y sin usar las manos para ello, y así en tantas y tantas obras, decenas, que no dejan de mostrar a personajes que no triunfan, que no son exitosos, que más allá de su habitual condición de judíos en un país de gentiles, encarnan al ciudadano medio, lleno de pasiones, pulsiones y deseos, que se ven confrontados a los deseos, muchas veces opuestos, de los demás, y al freno que la sociedad le impone, y como consecuencia de todo ello aflora la frustración, el enojo y la asunción del fracaso de los sueños. Sus novelas son complejas, cierto, y sean largas o cortas, requieren el tiempo necesario que demandan para ser comprendidas en su integridad, pero es imposible abandonarlas, y, una vez leídas, olvidarlas. Tiene varias cosas en común el arte de Roth y el de Bradbury, no sólo porque los dos son grandes escritores, que también, sino porque ambos presentan visiones nada idílicas de la sociedad. Bradbury, conocido sobre todo por sus novelas de ciencia ficción como “Fahrenheit 451” o “Crónicas marcianas” decía muchas veces que a el no le gustaba escribir sobre el futuro, sino fantasear, imaginar otra sociedad, y que el contexto futurista se lo ponía más fácil. Sus visión de una sociedad en la que la cultura es perseguida y destruida pudo inspirarse en la forma en los pogromos nazis de los años treinta, pero es en estos tiempos en donde se ha llegado a la perfección en lo que hace al desprecio de la cultura, el arte y la creación, en la que todo es arte, lo que viene a querer decir que nada lo es, y en la que le letrado, el culto, es despreciado como raro y altivo, y se le observa como un extraño. Ya no es necesario que la policía queme los libros para combatirlos, basta con que la sociedad no los valore y ponga la tele.

Hubo en los ochenta una adaptación de “Crónicas marcianas” con Rock Hudson como protagonista que me gustó mucho, y que más que en la ciencia, como la novela, incidía mucho en la sensación de los perdidos exploradores humanos ante el contacto con la civilización marciana, su soledad, su curiosidad ante lo desconocido, sus miedos, sus esperanzas… en mostrar esas facetas también coincidían Roth y Bradbury. No deja de ser un cruel y retorcido homenaje a la memoria del californiano fallecido que en este país el título de una de sus novelas, las crónicas, sea para muchos nada más que el recuerdo de un programa de telebasura que, como en Fahrenheit, destruía la cultura.

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