miércoles, junio 27, 2012

Uffffff, Noche tropical


Si hay algo de lo que hoy va a hablar la gente, por encima incluso de la prima de riesgo, los eurobonos y la recapitalización de los bancos (de qué cosas se habla ahora en los cafés, verdad???) es del calor. Quitando el extremo norte del país, la azotea de España, que hoy superará los treinta grados como hecho excepcional, el resto del país se está asando a fuego intenso, nada lento, y sus habitantes, como trocitos de carne en una barbacoa, saltamos sin cesar buscando un respiro entre las olas de aire caliente que surgen por todos lados. La cara más dura del verano ya está aquí.

Para los que hemos nacido y criado en el norte, el calor es como ese familiar lejano, al que conoces de oídas, y que no ves salvo en ocasiones singulares, y que al poco desaparece nuevamente sin saber cuándo volverá. Hace calor en el norte, sería estúpido negarlo, y además es húmedo, por lo que la sensación de bochorno e incomodidad puede ser incluso superior a la que se vive en el centro y sur de España a igualdad de (altas) temperaturas, pero hay dos diferencias sustanciales con respecto a cómo funciona el verano que, hasta que no vienes a vivir a Madrid o cualquier otro sitio caluroso no te das cuenta. Una es que aquí, a un día de calor le sigue otro, luego va otro, y otro, y así sucesivamente… y es lo normal!!! Arriba puede haber uno o dos días muy calurosos, pero luego la secuencia se rompe, cambia el tiempo, entra un viento de no se donde, aparecen las nubes y en media tarde cambias de estación. Raro es que haya tres días seguidos de mucho calor, tanto como que aquí sólo sean tres los días calurosos. Por ello el ver que cada mañana es igual de despejada que la anterior, y que los termómetros siguen la misma pauta día tras día resulta asombroso y, hasta cierto punto, desesperante. La otra gran diferencia, y quizás la más relevante, es cómo funciona el calor por la noche, y es que en Madrid la principal diferencia en verano entre el día y la noche es la luz, que si antes venía del sol luego proviene de las farolas, porque en ambos momentos puedes estar en bañador por la calle. Las llamadas noches tropicales, que son aquellas en las que la temperatura no baja de veinte grados, son muy habituales desde mediados de Junio a mediados de Septiembre, y suponen para el recién llegado toda una experiencia. Es sabido que, por muy caluroso que sea el día en el norte, la noche implica una bajada sustancial de las temperaturas, y no hay terraza en la que se pueda estar agusto a partir de cierta hora, porque el frío o el rocío hacen acto de aparición. Sólo el viento sur, típico de septiembre y octubre, ofrece noches calurosas y de terraza, pero no los limpios días de verano. Aquí la noche es una tregua falsa, un periodo sin luz pero con menos calor, en el que la ciudad, tras haber sido sometida al bombardeo solar del día, parece irradiar de noche una luz fosforita derivada del calor de sus calles, aceras y edificios. Las paredes de las casas se retuercen de calor tras haber estado todo el día horneándose, y uno se lanza a la cama pertrechado de paciencia, temor y cierta angustia, pensando en si será capaz de conciliar el sueño en medio de una noche estancada, sin que una hoja se mueva, y con los veinte grados en la calle, sabiendo que si la mínima del día son veinte se alcanzará normalmente justo a la salida del sol, por lo que uno se habrá ido a la cama a las doce de la noche a muchos más grados. En esos casos lo de “irse a la cama” es más una convención para hablar que el reflejo de lo que se hace en el cuarto.

Ahora mismo en Madrid tenemos veintiséis grados, lo que implica que hasta bien entrada la madrugada no hemos bajado de los treinta. Miles de habitantes de la ciudad, y del resto del país, habrán pasado sensaciones de agobio, insomnio, desvelo, aburrimiento, hastío y pesadez sobre un colchón que debiera ofrecerles descanso y que ha sido testigo mudo de su intento, en muchos casos fracaso, de conciliar el sueño. Para un insomne como yo ha sido una noche más, pero para casi todo el mundo habrá sido una pesadilla hecha realidad. Es poco probable que caiga esta tarde una buena tormenta, que llueva, refresque y limpie el aire, así que me temo que hoy volverá a ser otro día duro tras una noche de esas que son difíciles de explicar si no se han vivido (y no, no piensen mal, ojala fuera por eso :-)))))

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