lunes, junio 11, 2012

Mama, mama, me han intervenido!!!!


Finalmente fue este Sábado. Como colofón a los múltiples rumores de la semana, en la tarde del Sábado España fue intervenida formalmente. Hasta entonces se podía decir que estábamos tutelados, nos miraban y vigilaban, pero manteníamos nuestra soberanía para hacer frente a nuestros pagos y responsabilidades. Ya no. Se acabó la ilusión. Entramos en un mundo nuevo y desconocido, cuya única certeza es que, en materia de procedimientos, se ha actuado como en las antiguas devaluaciones. Se niega en redondo hasta que, en un fin de semana, se hace.

El gobierno canta alabanzas de este hecho, porque le ha tocado a él sufrirlo, y la oposición maldades, porque no ha sucedido de mientras gobernaba, y de las reacciones oficiales habidas pocas se han salido de este manido y previsible guión. La sensación personal es que el Sábado no sólo se hizo historia, que también, sino que fue un día triste. Triste para la economía y para el país, porque asumimos públicamente ante el mundo que el desmadre que hemos organizado en nuestro sistema financiero no lo podemos arreglar solos. Triste porque supone el fracaso de los últimos cuatro años de la política económica ante la crisis, suicidamente negacionista en un principio, desnortada y errática después, y atropellada, voluntariosa pero sin consistencia en estos últimos meses. Tanto PSOE como PP han encarnado en los últimos años el fracaso de la dirigencia política española, que ni supo ni quiso ver a lo que se enfrentaba, trató de eludirlo y finalmente se ha tenido que rendir ante la evidencia. También es triste porque supone el fracaso de la gestión privada. Las entidades nacionalizadas, en las que, es cierto, había presencia de políticos en su gestión, han usado criterios privados de gestión que se han traducido en enormes pérdidas, que aún no somos capaces de estimar, pero no son sólo ellas las únicas involucradas en ese problema. El resto de entidades del sistema financiero poseen vergüenzas que tratan de cubrir de una manera más o menos descara, y son miles las empresas del sector no financiero las que están endeudadas hasta límites insoportables, producto todo ello de una gestión cortoplacista, irresponsable y necia, que soñaba con que las vacas gordas nunca se iban a terminar, y que el mundo de jauja en el que nos habíamos embarcado seguiría indefinidamente, porque sino eran unos ya vendrían otros a pagárnoslo. Es cierto, en otras épocas también hubo crisis, y comportamientos similares, que entran dentro del rango esperable de la estupidez humana, pero una de las diferencias fundamentales de esta con respecto a las anteriores es que nos ha superado. Solos somos incapaces arreglar nuestro propio desastre, es tan inmenso que no tenemos recursos para ello. Esto no es la estafa de Banesto, en la que unos pillos se lo llevaron limpio, o lo de Afinsa, u otros casos por el estilo, no. Esto es el caso de España, que como país se declara incapaz de hacer frente a las deudas de su banca, y que necesita la ayuda del resto del mundo, empezando por Europa, para sobrevivir a su deuda. Tremendo. Más allá de lo que se venda como rescate “blando” o ausente de condicionalidad, que no duden que la habrá, el mundo financiero de este país ha cambiado por completo, las reglas ya no serán las mismas y las decisiones no se adoptarán en España, sino que vendrán impuestas desde fuera, por parte de quienes paguen la fiesta que nos hemos corrido. Pueden verlo de todas las maneras posibles, pero no soy capaz de evitar el sentimiento de tristeza en el fondo.

Si al menos les sirve para aumentar su ego, tan maltrecho como el del país, supongo, sepan que durante estos días estamos viviendo en el país más importante del mundo. Todos los ojos se fijan en ostros, Obama sale a dar ruedas de prensa hablando de fondo de “Spain”, se organizan videoconferencias trasatlánticas donde España es el centro del debate y en cualquier mercadillo financiero asiático se habla de los bonos de “Spanish Kingdom”. Sí, somos muy importantes, pero como supondrán, no por nuestras bondades, sino por el peligro que suponemos si nos derrumbamos. Un gigante con pies de barro. Sí, eso es lo que somos.

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