Hay veces en las que la afición al análisis económico
produce satisfacciones, las menos la verdad, cuando uno predice que, en función
de lo que sabe y su olfato, va a pasar algo… y pasa!!! Qué bonito, era tan
obvio… Pero no nos engañemos, la mayor parte de las veces sucede lo contrario.
Armado de datos, conocimientos y experiencia, uno vaticina un comportamiento en
alguna variable y la realidad lo desmiente del todo, dejando la imagen del
pronosticador hundida a la altura de su asombro. Ayer fue uno de esos días,
tantos, en los que me equivoqué, no sólo yo, también todo el mundo, pero en la
vida real, y fuera de la política, eso no sirve de excusa.
Se suponía que el resultado de las elecciones griegas era
“bueno” en dos sentidos. Se podía conformar un gobierno, cosa que no pasó en
las anteriores, y éste se componía con partidos partidarios del rescate, o al
menos de los que menos trabas ponen a su cumplimiento. Se evitaba así un
escenario caótico o controlado por Syriza, partido de izquierda que desea
mantenerse en el euro pero aspira a renegociar todos los acuerdos con Europa,
cosa que Alemania ya había dicho que no iba a suceder. Así, analistas, medios y
este modesto opinador pensábamos que ayer sería un día de respiro en los
mercados, con un cierto relax en lo que hace a las bolsas, la prima de riesgo y
todo ese tinglado que nos absorbe en el día a día. Y en efecto así sucedió al
principio de la mañana, con rebote del ibex superior al 2% y con caídas de la
prima de riesgo española de unos quince puntos, pero a media mañana la
situación empezó a torcerse, con el ibex desinflándose y la prima recuperando
lo que había perdido, y a partir de ahí todo se torció. La bolsa empezó a bajar
de manera continua y sostenida y la prima subía como si estuviera montada en el
Apollo lunar. A medio día la situación era de medio pánico, con la prima en los
590, dato muy malo, el bono español a 10 años en el entorno del 7,2%, el dato
más importante y grave, y el ibex cayendo un 2%, lo más anecdótico de todo. Se
repetía casi calcado el guión del lunes anterior, tras el rescate financiero a
España, que también se suponía que iba a traer confianza y calma, pero a una
escala aún más violenta. ¿Por qué? A eso de media tarde empezaron a salir los
analistas diciendo que, claro, lo que se suponía que era muy bueno no lo era
tanto y lo que era malo seguía siéndolo. Vaya, vaya, un discurso que dado la vuelta
hubiera valido perfectamente para justificar, en el caso de que el
comportamiento hubiera sido el inverso, la anticipada subida bursátil que se
previó el Domingo. Esto hace que el papel referencial del analista económico se
hunda en lo más profundo, porque ayer hubiera acertado más un crupier con una
moneda al aire que todos los medios sesudos, más que nada porque la moneda le
ofrecía dos opciones posibles, mientras que la profesión sólo veía una al
principio de la jornada. Dicen que un buen economista es aquel que justifica
mejor hoy porqué se equivocó hace dos días en la predicción que hizo sobre el
comportamiento del mercado de ayer. Sí, suena a retorcido, y en el fondo lo es.
Curiosamente la jornada financiera de ayer fue un calco de la meteorológica en
Madrid, que empezó radiante y soleada y acabó envuelta en oscuras nubes de
tormenta que mojaron de manera irregular el reseco suelo de la capital y
alrededores. ¿Estaba escrito en el cielo capitalino el destino de la prima? No
lo creo, pero el maldito diferencial crecía a medida que lo hacían los
cumulonimbos de tormenta, todo ello con la misma pinta de amenaza.
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