Siguiendo con la tendencia que ya
se apuntaba en el tramo final de 2013, el inicio de 2014 ha sido muy potente en
los mercados financieros de medio mundo, y más aún en España, si me apuran. El
Ibex lleva instalado varias jornadas por encima de la cota de los 10.000
puntos, que hace unos meses se antojaba imposible, y la prima de riesgo ha
empezado el año bajando del nivel de los 200. Aún está muy alta a los 188 a los
que cerró ayer, pero dado lo que hemos vivido es un dato esperanzador. Y
las incesantes subastas de deuda pública han comenzado el año colocando mucho
papel a precios bajos, evitando las tensiones de los últimos años.
Todas estas son buenas, muy
buenas noticias, que más allá de las causas que las han generado, son positivas
para el conjunto del país. Suponen un respiro respecto a la situación de
asfixia financiera que vivimos hasta mediados del año pasado, y recurriendo a símiles
médicos, muestran una estabilización de las constantes vitales del paciente,
que a punto estuvo de morir infartado, y ahora muestra una tensión arterial y
un ritmo cardiaco más saludable. Sin embargo, no lo olvidemos, el “paciente” sigue
entubado en la UCI, monitorizado y en un estado muy débil. Sus analíticas de
empleo son desastrosas y apenas es capaz de moverse y alimentarse por sí mismo.
Pese a ello, salir de una situación crítica es el primer paso para alcanzar la
mejoría necesaria que permita recuperar tono muscular para que, algún día,
pueda levantarse de la cama y pasear por la habitación, preludio de la salida
al pasillo y la futura vuelta a casa. Aún queda mucho para eso y está por ver
cuándo y de qué manera se producirá. Quizás, más que estos datos puntuales, que
son buenos y tranquilizan a la familia (europea) del paciente, debiéramos hacernos
algunas preguntas sobre qué es lo que hemos hecho hasta ahora y qué es lo que
va a pasar en el futuro. En primer lugar, hay que determinar en la medida de lo
posible hasta qué punto ha sido el propio paciente, nosotros como sociedad, y
sus médicos de cabecera, el gobierno, los que han sido capaces de revertir la
situación agónica, o ha tenido una mayor influencia la intervención del equipo
médico venido del extranjero, encabezado
por el doctor Draghi, a la hora de ofrecer el tratamiento adecuado y la
dosis médica lo suficientemente fuerte como para evitar la muerte en la sala de
operaciones (creo que si no es por la morfina monetaria y las palabras de
Draghi nos morimos). En segundo lugar es muy importante saber si esta mejora de
las constantes refleja una mejoría real de la situación del paciente o es una
fase de remisión de la enfermedad previa a una nueva recaída. No olvidemos que
los datos siguen siendo malos, la demanda interna está bajo mínimos, el ahorro
de las familias sigue cayendo, el endeudamiento público no cesa y el mercado de
trabajo está colapsado, por lo que la debilidad de la recuperación es grande.
Quizás, si todos actuamos de manera proactiva y no se produce ningún susto
proveniente del exterior, en forma de reventón monetario en EEUU, o descalabro
de crédito e inmobiliario en China, las cosas vuelvan poco a poco a su cauce.
Como no podemos controlar todas las variables, en la práctica apenas tenemos
una mera capacidad de influencia en unas pocas, habrá que seguir con mucho
cuidado la evolución, y estar atentos a las señales que puedan indicar una recaída
o disminución ene l ritmo de mejora, aquí y fuera, que todo nos afecta.
Y como después de toda grave
crisis médica, debemos ser conscientes de que la recuperación NO nos va a hacer
volver al estadio anterior del que veníamos. Hemos sufrido un infarto
financiero producto de una burbuja cancerosa que ha afectado a numerosos órganos
vitales. Durante muchos años, décadas, seremos un país enfermo, con necesidad
de tratamiento continuado, sesiones de “quimio” económica que nos va a dejar débiles,
y no volveremos a correr como locos por los prados con la fortaleza con la que
lo hacíamos cuando nos creíamos sanos e invulnerables, y el mal, agazapado,
crecía en nuestro interior. Debemos tener eso muy claro. Quizás junto al doctor
Draghi nos vendría bien la visita de un psicólogo para que afrontemos el trauma
del superviviente con entereza.
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