Es asombrosa la velocidad a la
que avanza el tiempo. El año 2014 ya está aquí y cada vez que lo pronuncio,
como me pasa con todos los que suenan a “dos mil algo” me entra un vértigo
futurista, quizás por haber vivido la infancia y adolescencia en los ahora míticos
ochenta, y para entonces el año dos mil y sus sucesores eran la tierra de la
promisión, el futuro inalcanzable. Pues ese futuro ya está aquí. A alguno le
sabrá a poco, o le decepcionará. Tendremos que trabajar todos para que mejore,
para que nuestros sueños se cumplan, para hacer de este y el resto de años merecedores
de la ilusión con la que los mirábamos de pequeñitos.
Esta vez mis vacaciones navideñas
han sido más largas de lo habitual, y en medio de un tiempo extraño, curioso,
poco navideño para lo que mandan los cánones televisivos. Con total ausencia de
nieve en mi pueblo y alrededores, a excepción de un raro día del final de
diciembre, que amaneció con las montañas nevadas, que tan rápido como se cubrieron
se limpiaron, con chubascos dispersos, no muy intensos en general, aunque con
un par de días realmente lluviosos y desapacibles, y con sobre todo viento,
mucho viento, muchísimo viento, de componente sur, que casi todos los días ha
golpeado con ganas, ha dejado alguna racha muy ruidosa y ha removido todo lo
imaginable. Estaba la noche tranquila y quieta, relajada, y, de repente, aparecía
un ramalazo de viento sur que indicaba que la calma se había terminado y volvían
a agitarse las persianas, retorcerse los árboles y bailar como unas posesas las
hojas y papeles que seguían estando en la calle. Tardes y noches de vientos
sostenidos que revolvían el pelo a quienes disponían de él, columpiaban los
adornos navideños que colgaban de farolas y balcones, y dejaban una sensación
desapacible por doquier. Mañanas de viento en las que me levantaba para subir
la persiana, abrir la ventana y comprobar que el ruido que durante toda la
noche había estado importunándome me recibía con los brazos abiertos para
zarandear mi cabeza como si fuera una farola más. Nubes altas esculpidas en el
cielo por el viento, con formas caprichosas, pero casi siempre alargadas, finas
y estrechas, con rebordes suaves y con apariencia modernos, a merced de vientos
que en las alturas eran aún más intensos que a ras de suelo. Y acompañados de
ese viento, temperaturas altas, muy altas para la época, con mínimas que
holgadamente superaban los diez grados y máximas que trataban de escalar hasta
los veinte, y a punto han estado de lograrlo en más de una ocasión. Alguna
noche parecía que iba a helar. Despejada, quieta, con el frío aumentando y la
humedad de los coches condensándose, preludio de la escarcha de la mañana, pero
en un momento dado, entre la oscuridad y las sombras, aparecía la ráfaga de
viento de rigor y la incipiente escarcha salía despedida, los termómetros
empezaban a remontar y la hierba, que se preparaba para una noche fría y quieta,
volvía a comenzar su sesión de baile intensivo, de zumba, que es lo que se
lleva ahora, al implacable ritmo que le mercaba un viento sur que no ha dejado
de estar presente en las dos semanas navideñas.
Podía haber sido peor, dados los efectos del
viento y oleaje, con personas desaparecidas, y árboles caídos, naturales y de
los otros, pero ha sido intenso, y con caídas de ramas, tejas e incluso algún
tejado volado, aunque afortunadamente sin lamentar víctimas ni heridos. Metafóricamente
el viento tiene mucho juego, podemos pensar que se lleva lo malo y trae lo
bueno, puede ser así, o no, pero es mejor pensar en que sea eso lo que suceda.
Ayer, cuando llegué a mi piso de Madrid y abrí el buzón, y encontré alguna
tarjeta navideña que no esperaba ni por asomo, pensé en ese viento, y en que
quizás, sí, algo bueno traía, y a mi me lo depositó en forma de crisma navideño.
Que les traiga a ustedes todo lo bueno del mundo. Feliz año nuevo.
2 comentarios:
Muy feliz Año también para ti lleno de aquello que desees¡¡¡
Muy feliz Año también para ti lleno de aquello que desees¡¡¡
Publicar un comentario