miércoles, enero 15, 2014

Hollande, en su laberinto femenino


En ciertos aspectos, el François Hollande me recuerda a mi. Es poca cosa en apariencia, tiene gafas, poco pelo, porte escaso y presencia nada apabullante. Muy normalito, para no decir términos peyorativos. De hecho parte de su campaña política se ha centrado a lo largo de los años en la figura del francés común, el hombre normal alejado de las élites del poder y la imagen. Como todas las campañas, esta es una idea bastante artificial. Hollande y yo, sin embargo, tenemos dos diferencias mucho más profunda. Él preside Francia, yo no, y él liga muchísimo, mientras que yo….

Para ser un hombre que no se ha casado nunca la vida sentimental de Hollande es apasionante. Su primera pareja pública, porque a saber cuántas hubo antes, y madre de sus hijos, Segolene Royal, fue también un animal político que en la época de ZP se postuló como alternativa a Sarkozy encabezando las listas del PS francés. Perdió las elecciones, y luego se supo que también perdió a su pareja, el modesto François, que le fue infiel con una periodista del Paris Match de nombre suave y apellido complejo, Valerie Trierweiler, de una belleza, a mi modo de ver, muy atrayente y dura. Hollande, a lomos de esa campaña de hombre normal frente a la figura desnortada de un Sarkozy abrumado por su ego y prepotencia, venció las elecciones presidenciales de Mayo de 2012 y accedió al poder del Eliseo entre dudas sobre cuáles serían los objetivos de su mandato y problemas protocolarios, dado que Trierweiler no era su esposa y, en ciertos actos públicos y, sobre todo, algunos viajes internacionales, era difícil de encajar en los actos oficiales conjuntos El incidente de los SMS en los que Trierweiler, al poco de llegar al Eliseo, se burlaba de Segolene, dejó clara la fortaleza del personaje y que daría tardes de gloria mediática. A lo largo de los casi dos años de presidencia que lleva, Hollande ha despejado la primera duda y ha ensanchado la segunda. Su política no tiene rumbo, su gestión económica resulta como mínimo decepcionante y las encuestas lo sitúan en el fondo de la popularidad, con el apoyo confeso de apenas uno de cada cinco franceses. Ahora mismo el gobierno Hollande bordea el fracaso y su ministro de interior, el duro Manuel Valls, es mucho más popular y apreciado por la ciudadanía que el presidente. Muchas encuestas señalan que hoy en día el partido más votado en Francia sería el frente Nacional de Marine Le Pen, lo que da muchos motivos para tener pesadillas nocturnas y ejemplifica hasta qué punto Hollande y el PS están deshechos. Si esto se ha aclarado, para peor, la vida sentimental del presidente se ha enturbiado, para gozo de periodistas, comentaristas y tertulias de café. Hace apenas unos días un semanario francés, controlado por Berlusconi (que de esto sí que es un experto) publicaba unas fotos en las que pillaba a Hollande acudiendo a su nidito de amor en el que disfrutaba de la compañía de una joven actriz, de poco más de cuarenta años, de belleza innegable, mucho más dulce que la de su pareja oficial. Vamos, que Hollande le ponía los cuernos a la mujer con la que le puso los cuernos a su primera mujer. Tremebundo. Hundido en las encuestas, desnortado y sin rumbo, Hollande cura su triste presidencia retozando en cama ajena y con unos dulces cruasanes para desayunar. Es innegable el atractivo del plan, porque ya saben ustedes que la bollería francesa es de una dulzura y calidad exquisita, pero creo que no es la mejor manera de regir los destinos del país.

Ayer, en su tradicional rueda de prensa de inicio de año, Hollande presentó las líneas de un ambicioso plan económico que trata de modernizar la economía francesa, anquilosada y que va camino de reproducir la senda de dolor por la que España lleva un tiempo transitando, pero los más de quinientos periodistas acreditados querían saber, sobre todo, si la relación del presidente con la supuesta Primera Dama sigue en pie o no. Desde el hospital, donde lleva algunos días tras sufrir un ataque de angustia, Trierweiler asiste a un nuevo espectáculo en el que, como la tradición manda, el presidente francés puede ser el más machista del mundo, el que se acueste con quien desee y tenga hijos por doquier, sin que nadie se lo reproche. Me imagino que la amargura de sus lágrimas no se podrá compensar con ningún brioche…

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