jueves, enero 23, 2014

España sigue perdida en Davos


Seguimos viajando por la autopista en la que se ha convertido el mundo con luces cortas. Acostumbrados a no salir de nuestros rediles, no nos damos cuenta de que la globalización, más allá de un bonito término para discutir sobre él en charlas de café, está aquí, en su plenitud, con sus cosas buenas y malas, y que no podemos seguir viviendo de espaldas a un mundo que nos condiciona, promociona, condena y ensalza en función de nuestras actitudes y las percepciones que proporcionamos, además de por las modas y los intereses creados. Debemos cambiar de actitud y ponernos a trabajar de una vez. Cada minuto que perdemos es un error.

Davos, la cumbre que cada año se organiza por estas fechas en la montaña suiza, que es casi tan mágica como la describía Thomas Mann, es el perfecto ejemplo de cómo hacemos las cosas y no debemos. Nos podrá gustar el formato más o menos, o podemos tener una impresión positiva o negativa de lo que allí se hace, dice y decide, pero es donde se debe estar, y donde se debe trabajar y hacer presencia. Año tras año España envía a esta cumbre representaciones que, o bien no saben dónde ponerse o, simplemente, no tienen la mínima talla necesaria para ese encuentro. Fue muy comentado en su momento el error que supuso no la presencia de ZP en la cumbre, sino su inserción en un debate que le juntaba con el entonces presidente griego Georgios Papandreu, situando así a España y a sus problemas, que ya por entonces eran considerables, en la órbita de los griegos. Aquella imagen fue muy negativa para nosotros, y fruto de la incompetencia, la imprudencia o vaya usted a saber qué, supuso un grave error. Pudiera uno pensar que se aprende de los errores, y es cierto, aunque Davos demuestra que hay excepciones. La delegación enviada este año es una muestra de que todo se puede hacer aún peor. De un peso político casi nulo, la particular troika española, con formada por el Ministro de Industria Jose Manuel Soria, el alcalde de Barcelona Javier Trias y la inefable y “descurriculada” Ana Botella es para enmarcarla, y frente a la troika originaria, que mete miedo a los países a los que visita por su dureza y rigidez, esta da miedo por lo que puedan ser capaces de decir (o incluso balbucear). Sin peso, carentes de influencia dentro y fuera del país, la selección es difícilmente empeorable. Sumida la alcaldesa de Madrid en el descrédito internacional tras su actuación en los actos de elección de la sede olímpica del año 2020, el mayor morbo de su intervención está en cómo pronunciará las frases en inglés y si volverá a convertirse en trending topic mundial. Trias, alcalde de Barcelona, es un personaje gris, que ni siquiera en el conjunto de España ha alcanzado gran relevancia, y del que poco se y puedo afirmar, y el Ministro Soria, que tiene entre sus manos todo el carajal eléctrico, tendrá que andarse con cuidado por si en un momento de despiste un grupo de fondos de inversión extranjeros, empantanados en el desmadre de la reforma eléctrica, no deciden correrle a bolazos de nieve o sepultarlo en el fondo de un blanquecino e inaccesible collado. Visto con perspectiva, la delegación española no infunde ni presencia, ni seriedad ni empaque. Sinceramente para acudir con este equipo es casi mejor no ir, y sembrar las dudas sobre nuestra incompetencia antes de despejarlas por mucho tiempo. No es culpa de los asistentes, que son unos mandados, sino de los que los han enviado, que o bien no se toman en serio estas reuniones, gran error, o piensan que son meros trámites en los que lo importante es cumplir el expediente, pasar de largo y si te he visto no me acuerdo. Y esa actitud de, en el fondo, desprecio, es aún peor. Son las luces cortas, pueblerinas, que antes mencionaba.

En un mundo global las relaciones personales son fundamentales, y ya no se van a dar con Bárcenas o cualquier otro cacique local, que en eso somos expertos, sino con presidentes de países, multinacionales y organismos extranjeros, que hablan inglés (o lenguas aún más complejas como el chino) y que no se ponen al teléfono cuando se les llama desde Madrid u otras capitales. Y estos encuentros son ocasiones privilegiadas para contactar con ellos. Si no nos tomamos esto en serio tampoco nos tomarán en serio a nosotros. Este año hemos vuelto a fracasar en esta cumbre. ¿Hasta cuándo seguiremos con esta actitud que sólo nos lleva a la irrelevancia? ¿Nadie se da cuenta de ello?

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