Seguimos viajando por la
autopista en la que se ha convertido el mundo con luces cortas. Acostumbrados a
no salir de nuestros rediles, no nos damos cuenta de que la globalización, más
allá de un bonito término para discutir sobre él en charlas de café, está aquí,
en su plenitud, con sus cosas buenas y malas, y que no podemos seguir viviendo
de espaldas a un mundo que nos condiciona, promociona, condena y ensalza en
función de nuestras actitudes y las percepciones que proporcionamos, además de
por las modas y los intereses creados. Debemos cambiar de actitud y ponernos a
trabajar de una vez. Cada minuto que perdemos es un error.
Davos, la cumbre que cada año se
organiza por estas fechas en la montaña suiza, que es casi tan mágica como la
describía Thomas Mann, es el perfecto ejemplo de cómo hacemos las cosas y no
debemos. Nos podrá gustar el formato más o menos, o podemos tener una impresión
positiva o negativa de lo que allí se hace, dice y decide, pero es donde se
debe estar, y donde se debe trabajar y hacer presencia. Año tras año España envía
a esta cumbre representaciones que, o bien no saben dónde ponerse o, simplemente,
no tienen la mínima talla necesaria para ese encuentro. Fue muy comentado en su
momento el error que supuso no la presencia de ZP en la cumbre, sino su inserción
en un debate que le juntaba con el entonces presidente griego Georgios
Papandreu, situando así a España y a sus problemas, que ya por entonces eran
considerables, en la órbita de los griegos. Aquella imagen fue muy negativa
para nosotros, y fruto de la incompetencia, la imprudencia o vaya usted a saber
qué, supuso un grave error. Pudiera uno pensar que se aprende de los errores, y
es cierto, aunque Davos demuestra que hay excepciones. La delegación enviada
este año es una muestra de que todo se puede hacer aún peor. De un peso político
casi nulo, la particular troika española, con formada por el Ministro de
Industria Jose Manuel Soria, el alcalde de Barcelona Javier Trias y la
inefable y “descurriculada” Ana Botella es para enmarcarla, y frente a la
troika originaria, que mete miedo a los países a los que visita por su dureza y
rigidez, esta da miedo por lo que puedan ser capaces de decir (o incluso
balbucear). Sin peso, carentes de influencia dentro y fuera del país, la
selección es difícilmente empeorable. Sumida la alcaldesa de Madrid en el descrédito
internacional tras su actuación en los actos de elección de la sede olímpica
del año 2020, el mayor morbo de su intervención está en cómo pronunciará las frases
en inglés y si volverá a convertirse en trending topic mundial. Trias, alcalde
de Barcelona, es un personaje gris, que ni siquiera en el conjunto de España ha
alcanzado gran relevancia, y del que poco se y puedo afirmar, y el Ministro
Soria, que tiene entre sus manos todo el carajal eléctrico, tendrá que andarse
con cuidado por si en un momento de despiste un grupo de fondos de inversión
extranjeros, empantanados en el desmadre de la reforma eléctrica, no deciden
correrle a bolazos de nieve o sepultarlo en el fondo de un blanquecino e
inaccesible collado. Visto con perspectiva, la delegación española no infunde
ni presencia, ni seriedad ni empaque. Sinceramente para acudir con este equipo
es casi mejor no ir, y sembrar las dudas sobre nuestra incompetencia antes de
despejarlas por mucho tiempo. No es culpa de los asistentes, que son unos mandados,
sino de los que los han enviado, que o bien no se toman en serio estas
reuniones, gran error, o piensan que son meros trámites en los que lo
importante es cumplir el expediente, pasar de largo y si te he visto no me
acuerdo. Y esa actitud de, en el fondo, desprecio, es aún peor. Son las luces
cortas, pueblerinas, que antes mencionaba.
En un mundo global las relaciones personales son
fundamentales, y ya no se van a dar con Bárcenas o cualquier otro cacique
local, que en eso somos expertos, sino con presidentes de países,
multinacionales y organismos extranjeros, que hablan inglés (o lenguas aún más
complejas como el chino) y que no se ponen al teléfono cuando se les llama
desde Madrid u otras capitales. Y estos encuentros son ocasiones privilegiadas
para contactar con ellos. Si no nos tomamos esto en serio tampoco nos tomarán
en serio a nosotros. Este año hemos vuelto a fracasar en esta cumbre. ¿Hasta cuándo
seguiremos con esta actitud que sólo nos lleva a la irrelevancia? ¿Nadie se da cuenta
de ello?
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