Las noticias son curiosas. A
veces puedes preverlas con muchísimo tiempo y acaban sucediendo como esperabas,
en otros casos (más frecuente que lo anterior) esa previsión se va al garete
porque ha pasado algo imprevisto que descarrila la senda inicial, y en muchas
ocasiones, la noticia surge, así, de golpe. En medio de la nada emerge una
noticia, donde nadie se la esperaba, que empieza a ocupar titulares y deja
desconcertados a propios y ajenos. Algo
así es lo que está pasando con la revuelta vecinal que se inició la noche del
viernes en Burgos y que ya es un serio problema de orden público.
Burgos, ciudad del norte de
Castilla, menos de 200.000 habitantes y un frío helador, y una nula presencia
en los medios de comunicación a lo largo del año si no es para el dueto que
conforman los accidentes y la lotería. Nada pasa en Burgos, como nada pasa en
otras tantas poblaciones de las que nunca oímos hablar. De repente unas obras en
una calle transforman el apacible poblacho castellano en una reedición de las
calles de Rentería, con la decoración de la policía y los manifestantes algo
distinta, pero las mismas escenas de fuego, cargas y violencia. ¿Por qué? Si
uno empieza a rastrear en la web va descubriendo poco a poco la realidad social
de Gamonal, el barrio en el que se desarrolla todo este conflicto, con altas
tasas de paro y escasas expectativas de abandonarlo. Un lugar de rentas medias
y bajas, que ve como el Ayuntamiento va a desarrollar una obra que lo
beneficia, la conversión de una avenida de varios carriles por sentido que
atraviesa el barrio como una cicatriz en un boulevard de árboles, carriles
bicis y aceras anchas, junto con un parque subterráneo. El coste del proyecto,
más de 10 millones de euros, el que la obra la realice una empresa a la que se
acusa de prácticas corruptas, y la demanda vecinal de que el dinero se destine
a crear empleos y no a al ladrillo en su versión acera parecen ser los argumentos
esgrimidos por los contrarios a la obra para oponerse a ella, y por lo visto
desde hace semanas funcionaba una plataforma vecinal, pacífica, que estaba en
contra del proyecto. Ahora la violencia ha desarbolado esa plataforma y ha
conseguido en una noche colocar a ese barrio de Gamonal en el centro de la
actualidad informativa. No conozco en detalle ni la situación del barrio ni el
problema que se denuncia, ni la vida local de Burgos, aparte de tener una buena
amiga que vive allí, AIR, que trabajó unos años conmigo, por lo que no estoy en
condiciones de valorar si la protesta es justificada o no, pero en todo caso la
violencia que hemos visto este fin de semana no tiene pase alguno. Intimidación,
amedrentamiento, hostigamiento a los medios de comunicación y sus trabajadores,
destrozos de gran dimensión y aparatosidad, no sólo de mobiliario urbano, sino
también de sucursales bancarias y escaparates variados.. todo esto ya lo hemos
visto a lo largo de muchos años en localidades del País Vasco o en las calles
de Barcelona, y aunque las causas no tienen nada que ver, la técnica es la
misma. Violencia por sí misma, puramente destructiva. La mayoría de los vecinos
de Gamonal han rechazado estos comportamientos y, continuando con su oposición
a las obras, desean hacerlo de manera pacífica. Es a ellos a quienes hay que
escuchar, y no a los que queman contenedores o arrojan artefactos. Esa
violencia sólo destruye a quienes la practican y a las ideas y proyectos que
dicen defender.
Pero la pregunta más profunda, para la que no
tengo respuesta, es por qué en Burgos. Barrios con problemas sociales los hay
en todas las ciudades españolas, desgraciadamente, y movimientos vecinales contrarios
a obras o medidas municipales no faltan. ¿Por qué allí y no en otra parte? Ni
idea. Quizás haya llegado un punto de hartazgo o desesperación que hace que las
conductas violentas, que hasta hora por fortuna no existían en España, empiecen
a mostrar su fea cara, o sea sólo un brote puntual de origen incierto y que se
diluya en el tiempo. No lo se. Habrá que estudiarlo con cuidado y prestar mucha
atención a lo que allí suceda.
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