Seguro que cuando se levantaron
ayer por la mañana los dirigentes del PP ni en el recuerdo de sus peores
pesadillas podrían pensar que el día que amanecía sería nefasto para su formación.
Un frío ventoso lunes de finales de Enero, sin grandes hechos en la agenda, que
se torció por completo y en el que todo salió mal para el partido, tanto a
nivel local, concretamente en Madrid, como en lo que hace a los cuadros
dirigentes, donde
la marcha de Vidal Cuadras y el “paso atrás” de Mayor Oreja evidenciaron que
la disensión existe en el seno del partido debido a las políticas que está
llevando, no sólo en el ámbito terrorista, pero también en él, desde luego.
Quizás lo de la Comunidad de Madrid,
aunque acapare titulares, sea lo menos importante visto desde el conjunto de
España, pero tiene su aquel, no porque sea el último de los proyectos fracasados
de un gobierno regional que, es evidente, camina grogui, sin rumbo y a la
espera de unas elecciones que lo finiquiten, sino porque vuelve a demostrar que
el PP no sabe vender ideas, ideas que en el fondo no son malas, pero que la desastrosa
gestión ante la opinión pública y su cerrazón las convierte en blancos muy fáciles
para ser atacados y derribados desde todos los frentes. La iniciativa del
gobierno regional de externalizar la gestión de ciertos hospitales es buena o
mala según cómo se desarrolle dicha externalización, así de simple y a la vez
complejo. Introducir criterios de eficiencia económica en la gestión de lo público
es necesario, normal e indiscutible, y debiera ser una demanda por parte de los
ciudadanos, que somos los que financiamos esos servicios públicos mediante los
impuestos (recuerden que nada es gratis). Esta idea de fondo pronto se vio
enmarañada por los supuestos intereses de empresas asociadas a dirigentes
locales del PP para hacerse con el control de las entidades, y la total oposición
de todos los estamentos interesados en el proceso. Me parecía cuando menos
curioso que el PP hubiera logrado poner de acuerdo tanto a los manifestantes de
base, que se apuntan a todas mientras sea contra el PP, como a los médicos y
gerentes, señores de sueldos muy elevados y, seguro que en gran número,
votantes del partido en la Comunidad. Era necesario que, para realizar un
cambio tan profundo en la gestión de entidades tan sensibles para la sociedad
las cosas se hicieran bien, de manera transparente, con diálogo entre las
partes y con postura conciliadora por parte del gobierno, para que quedase
claro que se trataba de un proyecto importante, para venderlo como tal, para
concienciar a la sociedad de sus ventajas. En vez de eso se ha optado por la bronca,
el ir para adelante teniendo en frente a todo el mundo, lo que era una garantía
de que este proyecto jamás llegaría a buen puerto. Por así decirlo, el estilo
Wert se asentó en la Comunidad de Madrid, y es capaz de producir normas, pero
que nunca se pondrán en vigor porque nadie de las que las debe cumplir lo hará.
La marea blanca de protestas ha tenido mucho eco mediático, pero lo que
realmente ha prado el proceso ha sido el procedimiento judicial iniciado por
abogados que, pertenecientes a esa marea, encontraron los puntos débiles por
donde poder atacar al único proyecto que le quedaba a Ignacio González, el
presidente de la Comunidad, para tratar de salvar su gestión. Esos inteligentes
recursos junto a la proverbial lentitud de la justicia han sido las causas profundas
que motivaron la comparecencia ayer de González, tan derrotado que no era ni
capaz de asumirlo, y
la dimisión de su consejero de Sanidad, Fernandez-Lasquetty, escenificando
así una derrota absoluta, una más. El PP en Madrid está, a día de hoy,
destrozado.
Quizás lo que le pedía el cuerpo a González,
Lasquetty, Oreja, Vidal Cuadras, Rajoy y todo el PP ayer era soltar varias
veces y en alto el exabrupto que le pillaron a Luis de Guindos a la entrada de
la reunión del ecofin, y que no voy a reproducir aquí porque cada mes le llevo
esto impreso a mi madre para que lo lea y me echaría la bronca. Guindos,
el más listo de todo el gobierno, se dio cuenta de la metedura de pata y tardó
apenas unas horas en disculparse públicamente, dejando lo que hubiera sido un
incidente desafortunado en una anécdota sin contenido. Esa actitud es la que
necesitaría el PP en todos sus niveles. Su ausencia es la que le está
provocando jornadas como las de ayer.
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