miércoles, enero 22, 2014

Ginebra II y la gran infamia siria


Empiezan hoy en Suiza dos reuniones muy diferentes, pero que tratan de perfilar el mundo que, bajo sus auspicios, se estudia. Davos, en la montaña, junta a los poderosos en la economía y política de todo el mundo (y sí, también a Ana Botella) y en Ginebra, en la ciudad, se reúnen representantes del gobierno y algunos opositores sirios, auspiciados por los gobiernos de EEUU y Rusia, para tratar de llegar a algún acuerdo que frene, o limite, la masacre que día a día se produce en Siria, tras tres años de guerra. Pocas son las esperanzas puestas en esta cumbre y muchos los actores que no asisten a ella.

Dicho en pocas palabras, Siria es ahora mismo uno de los lugares más infames y nauseabundos del mundo. La guerra es total, de todos contra todos, no se respeta a nada ni a nadie, las atrocidades se suceden, en forma de matanzas, torturas y destrozos, y la orgía de sangre y sufrimiento que se inició hace ya tres años continúa en medio del silencio y olvido de una comunidad internacional que, siempre lo repito, es el más cobarde e inexistente de los actores en este y otros conflictos similares. A nadie le importa lo más mínimo si mueren decenas de personas cada día en Alepo, Homs, Damasco o cualquier otra ciudad siria, nos trae sin cuidado. Y en medio de estas sombras, la muerte no cesa. Actualmente hay, por resumirlo de alguna manera, y cometiendo enormes errores, tres grupos enfrentados. Por un lado está el régimen de Al Asad, el tirano, una especie de Geoffrey Baratheon crecidito (los que conozcan la serie de Juego de Tronos captarán muy rápido lo repulsivo que puede resultar el personaje) que controla el ejército regular y cuenta con el apoyo de las milicias libanesas de Hezbola, y el soporte internacional de Irán y Rusia. Frente a él son dos los enemigos que desean su caída. Por una parte están un conjunto de grupos opositores, más bien desorganizados, que funcionan de manera irregular, que poseen fortaleza en determinadas zonas del país y casi no existen en otras. Son, por así llamarlos, los rebeldes, en origen opositores civiles sirios al régimen de Asad. Poseen el control de algunas ciudades del país pero no logran vencer al ejército sirio Cuentan con el apoyo disimulado de EEUU y Turquía, y con el respaldo expreso de Qatar y el resto de monarquías del golfo pérsico. Y el tercer actor son los grupos islamistas radicales vinculados a Al Queda, milicias que en principio eran poco numerosas pero que, poco a poco, han ido cogiendo enorme fuerza y se han decidido a emprender la guerra por su cuenta, tanto contra Asad como contra los rebeldes. Aspiran a unirse al denominado Estado Islámico de Irak y Levante, entidad fantasmagórica que han creado los grupos yijadistas que operan, cada vez con más fuerza, en Irak, y que controlan ahora mismo parte del territorio central de aquel país, con Faluya como principal enclave estratégico. Así, Asad se enfrenta a ambos grupos, que se enfrentan también entre sí. Tremendo. En medio de todo este desastre está la población siria, millones de personas que han debido optar entre la muerte o la huida hacia la nada, convirtiéndose muchas de ellas en refugiados que atestan inmensos campos de miseria y horror en las zonas limítrofes con las fronteras del país. Es difícil hacer cálculos, pero se estima en varios millones el número de sirios que han escapado del infierno en el que se ha convertido su país. El desarrollo de la guerra es incierto, aunque parece que en estos últimos meses Asad avanza en sus posiciones, dado que el apoyo occidental a los rebeldes se ha difuminado al crecer el riesgo de los grupos islamistas, potenciales beneficiarios del armamento y adiestramiento occidental. De hecho se empieza a oír que Asad podría ser apoyado por terceros países como mal menor frente al avance islamista. En definitiva, un horrendo catálogo de repugnancias y miserias.

En la reunión de Ginebra II no están los islamistas ni parte de los grupos rebeldes, y a Irán se la ha invitado y, posteriormente, retirado la invitación. Es poco probable que se alcance un acuerdo y, de producirse, aún menores son las posibilidades de que sea respetado por parte alguna. En este contexto ayer se hizo público, con el apoyo de Qatar, un catálogo de miles de imágenes que documentan las torturas y crímenes contra la humanidad que practica el régimen de Asad, que recuerdan demasiado a las vistas en la Europa occidental en los años de la II Guerra Mundial, pero que no debieran sorprender a nadie, porque son sólo un testimonio de lo que, día a día, sucede en Siria. En ese país destruido, arrasado por la guerra, y que no nos importa nada.

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