Empiezan hoy en Suiza dos
reuniones muy diferentes, pero que tratan de perfilar el mundo que, bajo sus
auspicios, se estudia. Davos, en la montaña, junta a los poderosos en la economía
y política de todo el mundo (y sí, también a Ana Botella) y en Ginebra, en la
ciudad, se reúnen representantes del gobierno y algunos opositores sirios,
auspiciados por los gobiernos de EEUU y Rusia, para tratar de llegar a algún
acuerdo que frene, o limite, la masacre que día a día se produce en Siria, tras
tres años de guerra. Pocas son las esperanzas puestas en esta cumbre y muchos
los actores que no asisten a ella.
Dicho en pocas palabras, Siria es
ahora mismo uno de los lugares más infames y nauseabundos del mundo. La guerra
es total, de todos contra todos, no se respeta a nada ni a nadie, las
atrocidades se suceden, en forma de matanzas, torturas y destrozos, y la orgía
de sangre y sufrimiento que se inició hace ya tres años continúa en medio del
silencio y olvido de una comunidad internacional que, siempre lo repito, es el
más cobarde e inexistente de los actores en este y otros conflictos similares.
A nadie le importa lo más mínimo si mueren decenas de personas cada día en
Alepo, Homs, Damasco o cualquier otra ciudad siria, nos trae sin cuidado. Y en
medio de estas sombras, la muerte no cesa. Actualmente hay, por resumirlo de
alguna manera, y cometiendo enormes errores, tres grupos enfrentados. Por un
lado está el régimen de Al Asad, el tirano, una especie de Geoffrey Baratheon
crecidito (los que conozcan la serie de Juego de Tronos captarán muy rápido lo
repulsivo que puede resultar el personaje) que controla el ejército regular y
cuenta con el apoyo de las milicias libanesas de Hezbola, y el soporte internacional
de Irán y Rusia. Frente a él son dos los enemigos que desean su caída. Por una
parte están un conjunto de grupos opositores, más bien desorganizados, que
funcionan de manera irregular, que poseen fortaleza en determinadas zonas del
país y casi no existen en otras. Son, por así llamarlos, los rebeldes, en
origen opositores civiles sirios al régimen de Asad. Poseen el control de
algunas ciudades del país pero no logran vencer al ejército sirio Cuentan con
el apoyo disimulado de EEUU y Turquía, y con el respaldo expreso de Qatar y el
resto de monarquías del golfo pérsico. Y el tercer actor son los grupos
islamistas radicales vinculados a Al Queda, milicias que en principio eran poco
numerosas pero que, poco a poco, han ido cogiendo enorme fuerza y se han
decidido a emprender la guerra por su cuenta, tanto contra Asad como contra los
rebeldes. Aspiran a unirse al denominado Estado Islámico de Irak y Levante, entidad
fantasmagórica que han creado los grupos yijadistas que operan, cada vez con más
fuerza, en Irak, y que controlan ahora mismo parte del territorio central de
aquel país, con Faluya como principal enclave estratégico. Así, Asad se
enfrenta a ambos grupos, que se enfrentan también entre sí. Tremendo. En medio
de todo este desastre está la población siria, millones de personas que han
debido optar entre la muerte o la huida hacia la nada, convirtiéndose muchas de
ellas en refugiados que atestan inmensos campos de miseria y horror en las zonas
limítrofes con las fronteras del país. Es difícil hacer cálculos, pero se
estima en varios millones el número de sirios que han escapado del infierno en
el que se ha convertido su país. El desarrollo de la guerra es incierto, aunque
parece que en estos últimos meses Asad avanza en sus posiciones, dado que el
apoyo occidental a los rebeldes se ha difuminado al crecer el riesgo de los
grupos islamistas, potenciales beneficiarios del armamento y adiestramiento
occidental. De hecho se empieza a oír que Asad podría ser apoyado por terceros
países como mal menor frente al avance islamista. En definitiva, un horrendo
catálogo de repugnancias y miserias.
En la reunión de Ginebra II no están los islamistas
ni parte de los grupos rebeldes, y a Irán se la ha invitado y, posteriormente,
retirado la invitación. Es poco probable que se alcance un acuerdo y, de
producirse, aún menores son las posibilidades de que sea respetado por parte
alguna. En este contexto ayer
se hizo público, con el apoyo de Qatar, un catálogo de miles de imágenes que
documentan las torturas y crímenes contra la humanidad que practica el régimen
de Asad, que recuerdan demasiado a las vistas en la Europa occidental en
los años de la II Guerra Mundial, pero que no debieran sorprender a nadie,
porque son sólo un testimonio de lo que, día a día, sucede en Siria. En ese país
destruido, arrasado por la guerra, y que no nos importa nada.
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