viernes, febrero 28, 2014

Crimea, Ucrania y el futuro de Europa


Hay lugares en el mundo, especialmente en Europa, que sólo pronunciarlos implica recordar multitud de hechos históricos. Es como si las palabras que los denominan tuvieran un peso específico especial. Sebastopol, Simferopol, Yalta…Crimea son algunos de esos nombresComparten con otros, como por ejemplo Trieste, Las Ardenas o Danzing, un pasado turbulento, que les ha llevado a estar en manos de distintos imperios y poderes, y por los que han pasado numerosos ejércitos que las han conquistado, anexionado, sometido y perdido. En Crimea tuvo lugar la batalla de dicho nombre en el siglo XIX, con la mítica carga de la caballería ligera de Balaclava que cantó Tennyson.

Hoy, cerca de siglo y medio después, Crimea vuelve a ser foco de inestabilidad y riesgos para todo el continente. Tras la caída del gobierno proruso de Kiev y la instauración de un extraño régimen plebiscitario que, en principio, sintoniza con occidente, la zona este de Ucrania, de lengua t cultura rusa, se muestra hostil al cambio de poder que ha sufrido el país, y es Crimea, el lugar en el que mayor es la influencia rusa, donde esa oposición ya se ha levantado, armas en mano, y ha empezado a ocupar organismos y dependencias oficiales del gobierno de Ucrania. En Crimea se encuentra la sede de la flota rusa en el Mar Negro, un destacamento estratégico para Moscú en el que miles de soldados residen y conviven con una población que, hasta mediados del siglo XX, era jurídicamente rusa. Fue Krushev el dirigente ruso que cedió administrativamente esta provincia al control de la entonces República Soviética de Ucrania, pero en la práctica aquello ha seguido siendo, cultural y emocionalmente, Rusia. Ahora la tensión que, larvada pero constante, ha existido entre la población rusa y las autoridades ucranianas amenaza con estallar del todo, siguiendo el ejemplo que los propios ucranianos han mostrado al mundo con la ocupación de la plaza de Kiev y la revuelta contra el gobierno. Y es Crimea el lugar en el que, nuevamente, vuelven a rozar potencias internacionales y se resucitan fantasmas que se creían olvidados. Moscú alienta, apoya y defiende las aspiraciones de los rusos de la región y ya ha puesto en estado de alerta al ejército que se mantiene en la zona fronteriza del país, sin que se sepa muy bien que quiere decir esto más allá de la bravucona amenaza que supone su mera mención. Occidente, encabezado por una voluntarista pero maniatada UE, y un poderoso pero muy silencioso EEUU, apoya al nuevo gobierno que va surgiendo poco a poco en Kiev, pese a que mantenga serios recelos de los muchos ultranacionalistas ucranios, de tintes totalitaristas y xenófobos, armados y peligrosos, que se están infiltrando en los movimientos de protesta, y en todo caso rechaza la posibilidad de que se produzca una escisión de Crimea o, aún peor, una partición del país en dos mitades, una occidental o y otra rusa. En medio de este escenario tan complejo y volátil apareció ayer en los medios el destituido presidente Yanukovich, refugiado en una ciudad rus cercana a la frontera de Ucrania, defendiendo su antiguo poder, autoproclamándose como el único y legítimo presidente del país, y anunciando que hoy otorgará una rueda de prensa ante los medios internacionales en la que contará que es lo que, en su parecer, ha pasado en Ucrania estos días. Es poco probable que de explicaciones sobre su abultado tren de vida, su afán de posesión, el dinero que él y su familia han robado a los ucranianos a lo largo de estos años y las órdenes que dio para sofocar, de manera violenta, a tiros, la revuelta de Maidan, pero su aparición, sostenida por Moscú, añade inestabilidad a un conflicto que, a medida que avanzan los días, se vuelve más incontrolable e impredecible.

Así que este es el panorama. Un país sometido a fuerzas revolucionarias enfrentadas entre sí, con una economía al borde de la bancarrota, una corrupción galopante y extendida por todos los niveles del estado y de la sociedad civil, con tensiones territoriales, étnicas y nacionalistas por doquier y con la intervención, más o menos velada, de todas las potencias internacionales. A lo largo de esta semana muchas de las expresiones que jalonaban los artículos de la era de la guerra fría han vuelto a aparecer en los medios, antes impresos, hoy digitales, en una especie de extraño e inquietante revival, pero con una tendencia a calentarse muy acelerada. Es imposible saber lo que pasará hoy en Ucrania, aventurar el mañana es una fantasía.

Subo a Elorrio este fin de semana y me pillo el Lunes. Abríguense, ojo con la lluvia y hasta el Martes si no sucede nada extraño.

jueves, febrero 27, 2014

La muerte de Paco de Lucía


Últimamente los famosos se van de manera sorpresiva, brusca, sin que a uno le de tiempo a prepararse ni mental ni emocionalmente. El Jueves de la semana pasada fallecía, de un infarto, por la noche, en su casa, David Taguas, economista conocido en el mundillo de las cifras y los balances, que acababa de presentar un libro y estaba de promoción por los medios, adquiriendo aún más relevancia social. Fue una gran sorpresa, muy desagradable. Y ayer por la mañana, a primerísima hora, las webs empezaron a mostrar ese cintillo rojo de urgente que, muchas veces, anuncia sangre y muerte. Y esta vez era el nombre de Paco de Lucía el que figuraba remarcado en rojo.

Quedaría muy bien si ahora glosase la figura flamenca de Paco de Lucía y su arte en ese mundo, rememorando actuaciones y momentos inolvidables, pero no puedo hacerlo, porque no me gusta el flamenco, no me llama, no me llega. Admito su dificultad, comprendo el trance en el que entran los que a él se dedican, pero el quejio no me produce ese mismo temblor de emoción. Por eso no puedo glosar su figura en relación a su magna obra flamenca, sino haciendo referencia a su papel como guitarrista en general, como intérprete de un instrumento modesto, muchas veces minusvalorado, pero que encierra en sí mismo poder, pasión y complejidad en grado sumo. Y Paco de Lucía era un inmenso guitarrista, un profesional como la copa de un pino, un virtuoso que había llegado a fundir sus manos con las cuerdas, que podía hacer con ellas lo que quisiera, atreverse a sacra sonidos y ritmos que ni imaginarse uno pueda que sean capaces de existir en el interior de una guitarra. Y lo hacía. La fusión que alcanzaba con el instrumento es la de los grandes profesionales, los que muchas veces vemos en auditorios y salas de conciertos, como los que homenajeé hace unas semanas en relación al concierto de la ORCAM y Judith Jaúregui. El intérprete debe lograr esa fusión total con el instrumento, así como lo logra el cantante con su voz. Y Paco de Lucía lo consiguió. Su capacidad explotó y le llevó mucho más allá del flamenco, a donde el quiso. Con una valentía impropia, una gran curiosidad, y dejando que la música fuera la que le guiase, exploró nuevos territorios para la guitarra flamenca, como el jazz o el blues, y en todos ellos brilló a enorme altura. Sus colaboraciones con maestros de esos géneros se convertían en vibrantes espectáculos que congregaban a aficionados de uno y otro estilo, que se saldaban con éxitos rotundos y con la admiración de público y de solistas, que le requerían una y otra vez. Vinieran de donde viniesen, instrumentistas de todo el mundo quedaban asombrados por el prodigio que emanaba de sus manos, y por el inmenso músico que era. Un músico total, que como he comentado al principio, era capaz de hacer lo que quisiera, y tuvo valor para ello. Muchos no le comprendieron, puristas de todo tipo, obcecados en su pequeñez, que le acusaban de haberse dejado llevar por influencias ajenas, poco recomendables. A todos callaba cuando ponía sus manos y corazón en marcha. Y todo ello se daba en una persona noble y sencilla, muy sencilla, que nunca quiso ser tratada como una estrella. Que huyó del divismo que arrasa muchas de las mentes de los que reciben aplausos. Pudo crear una inmensa fortuna con su marca, pudo hacerse de oro, vivir como un Rey y, como otros que no lo son, dárselas de ser el mejor, él que sí lo era, pero eligió el camino poco transitado de la humildad, de la seriedad y la discreción. Ni una palabra más alta que otra, ningún aspaviento, ningún espectáculo deshonroso ni acto del que pudiera arrepentirse. Él hablaba a través de la guitarra, de la música, era su lenguaje verdadero, el sonido que le llenaba y transmitía, y tras eso poco había que añadir de su boca.

La muerte le ha sorprendido en una playa del Yucatán mejicano, donde pasaba largas temporadas con su actual esposa e hijos pequeños. Con ellos estaba jugando cuando se sintió indispuesto y acudió a un centro hospitalario, donde ya nada se pudo hacer por su vida. Se va el maestro de las seis cuerdas, pero deja una obra enorme, un ejemplo a seguir y muchos discípulos que, ayer, hoy y siempre, se enfrentarán al mástil, clavijero y trastes sabiendo que los caminos que van a recorrer fueron descubiertos un día por Paco de Lucía.

miércoles, febrero 26, 2014

El debate sobre el estado del PP y del PSOE


Ayer tuvo lugar la primera de las tres jornadas en las que se divide el debate sobre el Estado de la Nación, la que suscita más morbo, interés y audiencia, porque supone el enfrentamiento cara a cara entre el presidente del gobierno y el líder de la oposición. Hoy el debate continúa con la participación de los grupos que ayer no pudieron hacerlo, por tiempo, y las consiguientes réplicas presidenciales, y mañana se votan las propuestas de resolución acordadas por todos los grupos. El interés mediático y social decae exponencialmente a medida que avanzan las horas de sesión.

¿Sirvió el debate de ayer para solucionar alguno de los problemas que aquejan a nuestro país? No, ¿Alguno de ustedes esperaba que así fuese? Me temo que la respuesta también será negativa. Un debate como el de ayer sirve, sobre todo, para el lucimiento de los oradores que suben a las tribunas, para lanzar mensajes internos y externos, y para escenificar un enfrentamiento que los partidos mantienen de manera constante sobre qué hacer. Y a tres meses justos de las elecciones europeas, 25 de Mayo, el papel que representaron Rajoy y Rubalcaba era bastante coherente de cara a dar el pistoletazo de salida a la campaña electoral de esos comicios. El Presidente, en su discurso y réplicas, abusó de los datos que muestran el fin de la recesión, y el ligero crecimiento económico que vivimos. Tenue, liviano, pero gozoso en comparación con el desastre de años anteriores. Su carta única a estas próximas elecciones, y a las que vienen el año que viene, las gordas, es que esa recuperación empiece a notarse y permita al PP volver a cosechar unos votos que obtuvo en las generales de 2011 y que ahora todas las encuestas muestran que los ha perdido. Esta sobreactuación económica esconde una mala gestión en muchas otras materias, especialmente las sociales, el desastre que se vive dentro del partido, enfangado en luchas de poder internas, roces personales y movimientos de sillas, y la situación judicial por la que siguen atravesando sus finanzas, con Bárcenas en la cárcel y el juez Ruz que sigue tramitando una instrucción eterna pero que en cualquier momento se puede convertir en juicio oral y mediático. Rubalcaba, por su parte, estuvo vehemente, desaforado, muy mitinero, con una fuerza oratoria desacostumbrada, quizás porque sabe que si no tiene mucha suerte el de ayer haya sido su último debate sobre el Estado de la Nación. Acosado por los suyos y la losa de un pasado que nunca podrá separar de sí, el que fue el vicepresidente de un gobierno que casi nos lleva a la quiebra, atacó los flancos que le dejó Rajoy, abundantes y jugosos, y consiguió enardecer a su bancada y, quién sabe, a aparte de su electorado. A partir de hoy cada día que Rubalcaba logra seguir al frente del PSOE es un día ganado en su carrera para mantenerse en ese puesto, y para el las elecciones europeas de Mayo son fundamentales. Un buen resultado, no digamos ya una victoria frente al PP, le volvería a dar serias posibilidades de revalidad su liderazgo ante unas primarias prenavideñas que a buen seguro se encargaría de gestionar a su favor. Por eso cada vez que sale a hablar se la juega, y debe darlo todo. Ayer se vio ese desequilibrio entre un Rajoy excesivamente complaciente y un Rubalcaba desatado, y el resultado dialéctico y mediático del debate probablemente arroje una suerte de empate, o incluso una ligera ventaja para el candidato del PSOE. De ahí la alegría que se vivía en las huestes del PP y la euforia que sentían los del PSOE al acabar la jornada. Todos contentos, como los niños en el colegio. En lo sustancial, más allá de algunos anuncios que indican algo de lucidez en el gobierno (la tarifa plana en las cotizaciones a indefinidos) se ve que el necesario ímpetu reformista se frena ante el calendario electoral, y por parte del PSOE sigue sin tener un programa económico digno de ese nombre.

Un último detalle que no puedo dejar pasar tiene relación con la intervención de Rosa Díez, de UPyD, que ayer cerró la jornada. Es esta parlamentaria la que cosecha las respuestas más desabridas, despreciativas e insolentes por parte de un Rajoy habitualmente calmo e irónico, y ayer volvió a darse esa misma imagen, extraña y sin sentido. No entiendo por qué, pero le aconsejo a Rajoy que no lo haga, no sólo por la educación debida, que también, sino porque UPyD sigue creciendo en las encuestas, y sospecho que cada desplante que Rajoy les realiza supone para ellos más votos añadidos. Y en las siguientes elecciones muchos partidos van a quitar votos al PP y (y al PSOE). Debieran hacérselo mirar ya.

martes, febrero 25, 2014

Jordi Évole malvende su prestigio para conseguir más audiencia


Lo más comentado del Domingo y del inicio de semana, por encima de lo sucedido en Kiev o de lo que sucede en Venezuela, está siendo el programa de “Salvados” de el pasado Domingo noche en el que, bajo el título de “Operación Palace” Jordi Évole y su equipo compusieron un documental en el que, aprovechando que era 23F, desvelaban una atrevida teoría que sostenía que el golpe en realidad fue una filmación rodada por Garci, en la que todos sus participantes habían sido, en el fondo, actores de una comedia representada ante el pueblo español para conseguir legitimar el régimen democrático. Una doble pirueta con tirabuzón que extrañó desde el principio a muchos y que, finalmente, dejó a todos impactados.

Porque lo que hizo Évole el Domingo es lo que se llama falso documental, una estructura en la que se defiende una tesis alternativa a la realidad, que se sabe falsa, y en la que los participantes realmente ejercen de actores, y no de entendidos o expertos en la materia. Al terminar el programa se desvela que todo es un truco, una farsa, una comedia, y los que en ella han participado se ríen mucho y desvelan ante el mosqueado espectador que lo que ha visto ha sido una engañufla, un trampantojo, una ilusión. Más allá de reconocer la valentía de Évole y su equipo para afrontar un reto de esta dimensión, que no vi pero doy por sentado que se ha elaborado con la misma calidad técnica que el resto de sus programas, muy buena, debo decir que este tipo de bromas no me hacen mucha gracia, y que a mi entender Évole se ha equivocado completamente al llevar a cabo esta iniciativa. Él, antes que nada, es periodista, o ejerce como tal, como profesional que busca la noticia, que trata de contrastarla, y presentar a los espectadores de su programa una realidad, que siempre estará sesgada hacia determinado punto, como lo están todos los reportajes del mundo, pero que no deja de tener un sustrato de verdad. Y es precisamente el haber desvelado ciertas verdades sobre aspectos muy polémicos de la realidad económica española lo que ha permitido que Évole triunfe. Muchos no sabrían lo que pasó con el accidente del metro de Valencia si su programa no lo hubiera estudiado, o no habríamos visto las prácticas corruptas de una manera tan descarada como él nos las ha enseñado, o nos hubiéramos perdido ese debate entre Felipe González y Artur Mas, que puede haber supuesto el inicio del fin de la aventura soberanista del empecinado presidente de la Generalitat. Así, poco a poco, Évole ha logrado transformar su imagen de “follonero” de showman gracioso, por la de periodista, por la de reportero, y ha ido ganando credibilidad y audiencia en cada emisión. El que te llamase para que te entrevistara era síntoma de que el entrevistado era un personaje relevante, y que en general se encontraba metido en turbios asuntos. El prestigio de Évole ha crecido como la espuma en estos años, porque se ha labrado una imagen de honestidad, credibilidad y cercanía que es muy difícil de lograr. Y este Domingo usó esa imagen para pervertir el documental, su herramienta de trabajo, y aun pretendiendo hacer una broma, engañar al espectador sobre un tema muy serio, el 23F, en un país en el que cada día surgen decenas de absurdas e iluminadas teorías conspiratorias sobre este y cualquier otro tema. Utilizando el ejemplo de los bancos, que a Ëvole y muchos de ustedes les sonará más, el programa ha logrado usar su imagen de marca, conseguida con mucho esfuerzo y paciencia, para vender unas “preferentes” a la audiencia que han resultado ser falsas. Y el consumidor que las adquirió, o ve ese falso documental, se siente estafado, y ya no sabe si la próxima vez que el banco o Évole le llame le hará caso. En todo caso, desconfiará muchísimo.

Y es que, la próxima vez que veamos a Évole denunciando cualquier trama o actividad deshonesta, ¿qué credibilidad otorgaremos a los que delante de él denuncian o acusan? ¿Cuántos pensarán que esos testigos no son sino actores que, nuevamente, sonreirán tras apagarse las cámaras, tras haber efectuado una interpretación redonda y creíble?. De acuerdo, el programa arrasó, más de cinco millones de espectadores, y fue un negocio redondo para Ëvole y su cadena, pero quien tiene la honestidad por bandera y se proclama independiente de audiencias y poderes económicos no puede vender su crédito y profesionalidad por unos puntos de cuota. Eso ya lo vemos todos los días a todas horas, y sabemos cómo acaba.

lunes, febrero 24, 2014

El triunfo de la revolución en Ucrania


El Sábado fue un día muy especial para Kiev y toda Ucrania, un día espectacular. Mientras en Madrid se iniciaba un relajado, soleado y tranquilo fin de semana en Kiev, tras los graves enfrentamientos de los días pasados, amanecía una calma tensa, preludio quizás de nuevos disturbios. La firma del pacto entre el presidente Víctor Yanukovich y la oposición del día anterior parecía un presagio de entendimiento, o al menos una forma de ganar tiempo para serenar los ánimos de los manifestantes de la plaza, muy opuestos a todo lo que fuera entendimiento con el gobierno vigente. ¿Qué iba a pasar?

A lo largo de la mañana del sábado esta incertidumbre se fue despejando, primero de una forma tímida, para acabar siendo una avalancha de noticias con un denominador común. La caída del régimen. Las primeras informaciones que llegaban de Kiev hablaban de calles en las que los manifestantes no veían a la policía, de edificios oficiales desguarnecidos, de accesos a sedes del gobierno y partido en el poder sin vigilancia, aparentemente desiertas. Algunos manifestantes empezaban a acercarse al parlamento y la sede del gobierno y, con las puertas abiertas, penetraban en su interior, comprobando que nadie se lo impedía. Huida, fuga, deserción, palabras como estas empezaban a llegar de un Kiev asombrado y curioso, que veía como el régimen que hasta el día anterior no había dudado en disparar contra la población se había evaporado. Las noticias se sucedían, en medio de un aroma de revolución triunfante que, poco a poco, iba tornando su gesto de sorpresa por el de satisfacción, y la sensación de miedo por la de victoria. Sin rastro ni noticias del presidente Yanukovich, su poder, los medios que lo sostenían y los símbolos en los que se amparaba, se estaban derrumbando delante de la población de Ucrania, y el acuerdo firmado con las potencias europeas el día anterior, que parecía una maniobra del gobierno para ganar tiempo en el control del país resultó ser una maniobra de distracción para ganar tiempo, sí, pero para organizar la fuga de Kiev, para salvar la vida que Yanukovich temía perder a manos de la masa enfurecida. Temeroso de acabar como Ceaucescu, o Gadaffi, el presidente todopoderoso se evadía en medio de las sombras de la noche, oculto en su cobardía, tras la vergüenza de no haber sabido gestionar la crisis del país, dejando tras de sí casi toda la legitimidad que un día tuvo y los bienes que atesoró desde su puesto de gobierno, destinado a regir un país, pero que como en muchos otros casos sólo sirvió para enriquecer a un clan, el de los suyos. Ya al mediodía las imágenes de Kiev eran las de la revolución triunfante, las de la victoria de una calle compleja, dividida, enfrentada, amalgamada solamente en la obsesión por derrocar al gobierno, pero que había conseguido su objetivo. Las escenas de personas entrando libremente en los aposentos del gobierno componían una imagen preciosa, de aires de libertad recuperada. Y no hay revolución que no se precie de serlo si, como dice David Gistaum, no lleva al pueblo a cagar en el baño de oro del dictador que le ha oprimido, y fue por la tarde cuando vimos esas imágenes de multitudes entrando en la residencia privada del ya expresidente Yanukovich, a las afueras de Kiev, en medio del lujo, con sus bañeras y spas, e inodoros con patas doradas, y campos de golf, y zoológico y museo del automóvil, y todas esas inútiles horteradas que vemos cada vez que cae un dictador, que me llenan de asombro, al ver que siempre la maldad y la codicia humana degenera en vulgar acaparamiento de objetos inútiles, que el fruto del robo a la sociedad por parte de un dirigente siempre se traduce en cientos de zapatos, de coches, de joyas, de pieles de animales... de los objetos más absurdos y necios posibles, que sigo sin comprender cómo pueden ser tan atractivos para el hombre como para preferirlos frente al deber de la gobernanza.

Y los ucranianos vieron y cagaron en el baño de su expresidente, y con esa escena la revolución se coronó. La Rada, el Parlamento nacional, lleva desde entonces aprobando leyes que desmontan el estado que Yanukovich creo para mantenerse en el poder, ordenó la liberación de la líder opositora Julia Timoshenko y ha convocado elecciones presidenciales para el 25 de mayo, en coincidencia, y obviamente no es casualidad, con los comicios europeos. El país está económicamente quebrado, su deuda está catalogada como CCC, pura basura, dividido entre prorusos y proeuorpeos, con una extrema derecha nacionalista muy crecida y con Rusia mirándolo muy de reojo. Un caos, pero de momento tienen motivos de celebración.

viernes, febrero 21, 2014

La batalla de Kiev, ¿la guerra de Ucrania?


Lo que se vivió ayer en Kiev no fueron unos altercados, o disturbios, o enfrentamientos, no, nada de eso. Ayer tuvo lugar una auténtica batalla de guerra, de las de verdad, entre fuerzas policiales y opositores al régimen que, armados ambos bandos hasta los dientes con objetos contundentes y armas de fuego, se dispararon de manera indiscriminada en unos casos y muy certera en otros, causando un balance de bajas que sigue siendo muy difícil de precisar, que se estima entre un mínimo de veinte y un máximo de setenta fallecidos, pero que deja muy claro que la situación en Ucrania ha cruzado todas las líneas rojas imaginables, y la guerra civil está ahí, a las puertas, esperando.

Hoy la prensa de todo el mundo abre sus ediciones con fotos impactantes de lo que ayer pasó en Kiev, fotos de incendios, destrucción, sangre, cadáveres… escenas crueles y muy duras en las que la muerte campa a sus anchas por la plaza de la independencia y aledaños. Lo que no traen en portada, porque aún no se sabe hasta qué punto existe ni si servirá para algo, son los esfuerzos diplomáticos que están surgiendo para tratar de parar esta espiral de violencia que, evidentemente, se ha descontrolado. La UE y EEUU tratan de presionar al gobierno del presidente Yanukovich para que ordene el cese de los disparos y trate de controlar la situación de una manera civilizada, pero tampoco está claro si el gobierno ya tiene en su poder todos los resortes necesarios para establecer un alto el fuego en condiciones. Así mismo, tratan de ponerse en contacto con los representantes de la oposición para que transmitan mensajes de calma a sus bases, pero esto es casi seguro que sí va a resultar inútil, porque desde hace varias semanas la lucha opositora contra el gobierno ya no es comandada por las fuerzas proeuropeas, pacíficas y tranquilas, por así llamarlos, sino por los exaltados, especialmente por los nacionalistas ucranianos, enemigos de la libertad occidental y que odian el yugo ruso que atenazó a Ucrania durante gran parte del siglo XX. Muy radicalizados en lo ideológico, les hemos podido ver en los reportajes de televisión de estas semanas organizando patrullas en torno a la plaza de Kiev, con un aire marcial impostado, una estética entre neonazi y macarra y con aires de matonismo exacerbado. Esos grupos son los que ahora mismo se enfrentan a tiros contra el gobierno, y es muy difícil saber cuál es el apoyo que tienen entre la población, pero a buen seguro que no es escaso. Pretender que los opositores pro occidente sean capaces de mantenerlos a raya se me antoja iluso. Si se fijan, en todo lo que he escrito aún no he hecho referencia a Rusia, y eso que Rusia es el actor más importante en toda esta condenada película bélica. Rusia es el soporte político, económico, estratégico y mediático del gobierno de Yanukovich, lo respalda y sostiene frente a viento y marea, y una renuncia de Yanukovich, un adelanto electoral, concesiones en la Constitución o cualquier otra medida de gran alcance político no tendrá lugar si Rusia no lo consiente. Por ello se supone que los contactos puntuales que la UE y EEUU mantienen con representantes de la política ucraniana se convierte en intensos cruces de llamadas y delegaciones entre Bruselas, Washington y Moscú, tratando de saber qué opina Putin de lo que ayer sucedió en Kiev, cómo se ha tomado que la recta final de sus queridos juegos olímpicos de invierno en Sochi desaparezcan de las portadas de los medios de comunicación, ocultas tras la sangre y el fuego de Kiev, y si estará dispuesto a dejar caer, en parte o por completo, el gobierno de su aliado (o títere, como prefieran) para lograr un acuerdo al menos entre las facciones políticas ucranianas enfrentadas, para luego poder meter en vereda a los ultranacionalistas desatados. Sinceramente no tengo nada claro de si este escenario puede ser posible o no.

Analizando todo esto con perspectiva histórica, y remontándonos unos años, empiezan a ser lugar común en los medios las referencias al surgimiento de una nueva “guerra fría” entre occidente y Rusia, entre los aliados y Putin, que lleva unos años larvándose en silencio y que se ha calentado en el escenario ucraniano. Las acusaciones mutua, provenientes de Bruselas y Moscú, de ser los instigadores y financiadores de la oposición y el gobierno, respectivamente, recuerdan en efecto a los años sesenta y setenta, donde poco se movía sin el control, permiso e instigación de las grandes potencias, y las apariencias eran unas pero la realidad era otra, siempre la misma, el eterno enfrentamiento este oeste. Algo de esto vuelve a aflorar en Kiev, haciendo que todo se vuelva más confuso y complejo. ¿Retroceso en la historia? ¿Vuelta al pasado? El tiempo nos lo dirá. De momento espero que no haya que contar más cadáveres.

jueves, febrero 20, 2014

Judith Jaúregui, la ORCAM y el heroísmo


Ayer tuve la suerte de poder asistir al concierto que ofreció la Orquesta de la Comunidad de Madrid en el Auditorio Nacional con motivo del undécimo homenaje a la figura del profesor Francisco Tomás y Valiente, asesinado por ETA. El programa era muy clásico, con la obertura del “Cossi fan tute” y el concierto para piano nº 20 de Mozart, con la interpretación en el teclado de Judith Jaúregui, y al tercera sinfonía de Beethoven, la heroica. Todo sonó con gran maestría y creo que el público se lo pasó muy bien, al menos es la sensación que me dieron las intensas ovaciones que cosecharon los músicos, tanto la solista como el conjunto de la orquesta.

Y de mientras oía el impetuoso primer movimiento de la tercera empecé a pensar en el heroísmo, en lo que hoy consideramos como héroes, y en cómo ha cambiado ese concepto a lo largo del tiempo. De una visión mítica del héroe como un ser de otro mundo, sobrenatural, que se asoma a la tierra de los mortales para intervenir en ella en su apoyo, pero más como distracción de sus ocupaciones que como vocación o destino, el héroe hoy en día es una figura anónima, común, que cumple con sus obligaciones en medio de una sociedad que parece conspirar para que no lo haga. El señor que paga sus impuestos y no defrauda es un héroe para muchos, el que no tiene cuentas secretas en Suiza o no estafa lo es para casi todos, o eso se dice de boquilla. La persona que sale todas las mañanas de su casa camino al trabajo dejando a su familia en la cama, con el único objetivo de sacrificarse para que esa familia pueda vivir mejor cada día. Nuestro mundo está lleno de héroes anónimos que no conocemos o, sobre todo, no valoramos. Pero el héroe también se identifica con la rebeldía, con el enfrentamiento, con el deseo de ir más allá de lo establecido. Muchos de los que se encuentran en la plaza de la independencia de Kiev son héroes, que se juegan su pescuezo, literalmente, buscando la libertad para su nación, que la perdió hace mucho mucho tiempo. También en Venezuela son miles los héroes que se atreven a contradecir al régimen de Maduro y salen a las calles de Venezuela para demandar justicia, libertad y el fin de un régimen corrupto y populista, que lleva al país a la ruina y el caos. Mozart y Beethoven, los protagonistas del concierto de ayer, fueron en su momento héroes musicales, por tratar de romper las normas establecidas, por rebelarse contra sus mecenas, que eran los que les pagaban, y buscar la música que surgía de su interior, no la que demandaban los cortesanos que la bailaban sin apenas escucharla. El caso de Beethoven es paradigmático. Esa tercera sinfonía estaba dedicada a la figura de Napoleón, como estandarte revolucionario francés, como defensor de la libertad y la justicia frente a la tiranía del poder monárquico absoluto. Sin embargo, avanzada ya la composición, Beethoven se entera que su héroe libertario se ha autocoronado emperador, traicionando los supuestos ideales reformistas. El compositor se pone hecho una fiera, se indigna, rompe su dedicatoria, y entrega una sinfonía que es un antes y un después, una auténtica revolución sonora para los oídos de aquel entonces, y me atrevería a decir que también para los actuales. En ella Beethoven crea el romanticismo sinfónico, lo alumbra, así, Pum, de golpe. Y se convierte en un héroe musical, que rechaza las imposiciones y se erige frente a lo establecido. Se dice que el héroe es aquel que tiene miedo un par de minutos más tarde que todos los demás. En esos metafóricos minutos Beethoven creo un nuevo mundo sonoro.

Y también ayer fueron héroes, para mi y seguro que para muchos de los asistentes al concierto, Judith Jaúregui y el resto de músicos que actuaron en el Auditorio. En una época en la que el negocio musical se derrumba, en un país en el que la música sigue viéndose como un pasatiempo prescindible y no como un arte, exige valentía y heroísmo consagrar tu vida a los pentagramas, dedicar horas y horas sin descanso a enfrentarte al teclado, arco, boquilla o cuerdas del instrumento que se practique, y salir a escena ante cientos de personas para ofrecer en unos minutos, el fruto de tanto trabajo y sacrificio. Los aplausos de ayer recompensaron, aunque fuera sólo un poco, a los héroes que ante nosotros actuaron, Que hoy y siempre esos artistas, esos héroes, sean reconocidos como es debido.

miércoles, febrero 19, 2014

Violencia desatada en Kiev


Era uno de los escenarios posibles, el más peligroso, el menos deseable, pero finalmente es el que ha sucedido. Ayer la batalla campal que, de manera intermitente, se ha desarrollado en Kiev entre el gobierno y los opositores se transformó en un enfrentamiento abierto, salvaje y descontrolado, en el que han muerto unas veinte personas, los heridos se cuentan por miles y los daños materiales se intuyen muy cuantiosos. Viendo las escenas de televisión uno se teme que este balance crezca a medida que avancen las horas, haya o no una tregua en los enfrentamientos, que se adivina difícil, inestable y, en todo caso, provisional.

¿Ha cruzado Ucrania el punto de no retorno en su crisis? No lo se. Ayer por la noche muchas voces hablaban de inminente guerra civil, y las escenas vistas reforzaban esa idea, así como el saber que en localidades lejanas a la capital, especialmente en la zona del país más cercana a Europa, se han producido asaltos a edificios gubernamentales y la toma de arsenales y munición. Sin embargo, no quiero usar ese concepto de guerra porque me parece prematuro, y demasiado horrible. Sólo imagina que una nueva guerra puede estar surgiendo en el corazón de Europa me hace palidecer. En todo caso los enfrentamientos de esta noche suponen la ruptura casi total entre una oposición a la que sólo une la demanda de caída del gobierno y un gobierno cuyo principal objetivo es aguantar en el poder. Yanukovich, el presidente, con el apoyo incondicional de Rusia, no parece que vaya a dudar a la hora de poner en marcha todos los medios necesarios para controlar el país, quién sabe si recurriendo al ejército, o a la instauración del estado de sitio. Los opositores, cuya figura más reconocida pero no única es el exboxeador Vitali Klitschko, un hombre de aspecto imponente, acostumbrado a dar y recibir, muestran su fuerza en la calle, pero también su desunión. El grupo de europeístas que reclaman que Ucranai estreche sus lazos con la UE y se libere del yugo ruso cuenta con todas mis simpatías. No buscan que el país renuncia a sus señas de identidad, pero creen que es Europa, la democracia, la economía de mercado y la sociedad libre lo que necesita su país, y no un sistema de poder corrupto, omnipotente y autoritario, como el que emana de Moscú. Lo malo es que junto a ellos hay muchos más opositores, arribistas que esperan su oportunidad en el caso de que caiga el gobierno, y un fuerte grupo de ultranacionalistas, que ven con malos ojos a Rusia porque recuerdan los tiempos de la ocupación soviética pero ven peor el “desorden” que implica la libertad europea. Durante semanas hemos visto como en la plaza de Kiev convivían esos manifestantes que enarbolaban banderas de las doce estrellas junto a milicias paramilitares que presentaban un aspecto muy atemorizante, con estilos y formas que recordaban a tiempos pasados pero no olvidados. Todos ellos sólo tienen un objetivo que les una, la caída de este gobierno proruso, pero de ahí en adelante la oposición diverge en estrategias y tácticas. La violencia que se ha vivido esta noche, lamentablemente, refuerza a las partes más extremistas de ambos bandos. Desde hoy los prorusos ven el riesgo de que los contrarios acaben con su poder de manera violenta y los opositores contenmplan a un gobierno que no duda en usar toda la violencia posible para defenderse. En medio, los dialogantes de uno y otro lado salen escaldados y tienen que huir para evitar ser apaleados por unos y otros. Es muy fácil que una situación de este tipo se descontrole y acabe en un enfrentamiento de baja intensidad, con actos vandálicos y terroristas, o con un estado asediado que amordace a la población y la someta al poder militar. Ahora mismo todos los escenarios son posibles pero, desde ayer, los más oscuros prevalecen sobre los más claros.

Y todo esto sucede en un enorme país que comparte frontera con Polonia, Eslovaquia y Hungría. Gracias al googleearth puedo ver que Kiev está a setecientos kilómetros de Varsovia y a mil doscientos de Berlín. Y por Ucrania pasan algunos de los gaseoductos más importantes que suministran energía a la Europa Central. Es decir, una crisis cada vez más profunda y grave emerge en el centro del Continente y enfrenta, como tantas veces ha sucedido, a dos formas de vida, democracia y autoritarismo, que llevan enfrentándose (y matándose) en Europa desde hace demasiados años. Triste y cruel manera de empezar a conmemorar el centenario de la Primera Guerra Mundial, la de 1914, reavivando fantasmas del pasado.

martes, febrero 18, 2014

Marwan huye de la guerra de Siria


Marwan, según parece, tiene cuatro años, es moreno, con el pelo liso, y la imagen no permute describir su rostro en detalle, aunque a buen seguro refleje agotamiento, pérdida y nerviosismo. Medio de las infinitas arenas del desierto sirio, un grupo de adultos, con petos en los que se identifica a ACNUR, rodean a Marwan y parecen interesarse por él. Una mujer está cerca y se agacha para tratar de hablarle y mirarle a la cara, pero el mantiene un gesto hacia el frente, siguiendo la línea que ha trazado durante horas, días, a saber cuánto tiempo, en su peregrinaje, en su huida del infierno de Siria.

Es muy difícil saber qué historia concreta se encuentra detrás de esta escena, quién es realmente Marwan, cuál es su familia, cómo ha llegado hasta allí y qué es lo que ha visto del horror de la guerra, pero eso no es lo importante. Pudiera incluso ser una imagen falsa, un trucaje, un error, una pérdida infantil en medio de la nada, donde parece imposible no perderse, pero tampoco sería importante. Porque hay miles, decenas de miles de Marwan, de niños perdidos que vagan por el desierto en el que se ha convertido Siria, su país, hasta hace pocos años una nación sometida a un régimen dictatorial, con luces y sombras, estabilidad y opresión, y que desde hace tres años se desangra en una guerra despiadada y cruel, como pocas se han visto en los últimos años, de la que millones de personas tratan de huir con lo puesto, arriesgándose a cruzar desiertos inhóspitos, que no son como las paradisíacas postales de los oasis diseñados para turistas, no, sino inmensas, infinitas extensiones de arena y pedregal en las que nada crece y por las que nada fluye, donde se intercambia una segura muerte en la guerra por una más que probable muerte por hambre y sed. Miles son las personas que, ahora mismo, deambulan por esas mismas arenas, sin rumbo fijo, con la única idea en la cabeza de huir, huir, huir, escapar. Muchos de ellos no llegarán a ninguna parte. Se perderán en la inmensidad, sin medios para saber dónde están y cuál es la población a la que poder dirigirse. Algunos acabarán dando vueltas sobre sí mismos, desorientados, débiles, ahogados en el polvo, viendo espejismos crueles en los que el agua, el tesoro del desierto, se muestra engañosa frente a sus ojos, para luego convertirse en la más falsa y cruel de las decepciones. Poco a poco las arenas irán cubriendo sus pies, protegidos por un calzado inadecuado, o simplemente descubiertos, y los irá enterrando. Los más débiles irán cayendo y conformando el rastro de la caravana que partió un día de un lugar y que poco a poco se va reduciendo a causa de la penalidad del camino. Miles de personas agonizan, a estas horas, en las frías arenas del desierto, conscientes de que el sol y el maldito amarillo del polvo van a ser lo último que verán sus ojos. Recordarán sus pasadas vidas en Siria, lo que allí hacían, a lo que se dedicaban, sus profesiones, sus amores, sus recuerdos de juventud y madurez, sus alegrías y decepciones, y se preguntarán en su interior cómo han acabado en medio de ese erial, qué ha pasado para que sus vidas queden rotas, sus esperanzas frustradas y sus sueños convertidos en la pesadilla que ahora pueden contemplar. Sumidos en la frustración, agotados, desesperados, morirán sin que ninguna cámara retrate su agonía, sin que ningún ciudadano del resto del mundo les contemple, sin que sean importantes para nadie, sin que su muerte despierta la más mínima conciencia de culpa entre el resto de sus semejantes. Morirán solos en medio de la nada, para nada.

Por eso no es importante que Marwan sea realmente un refugiado de la guerra de Siria o no, porque si queremos basta con enfocar nuestras cámaras al fondo de esa imagen, a la línea de horizonte que parece cortada con tiralíneas, a esa inmensa extensión de yermas arenas, y seguro que encontraremos a otros Marwan, a miles de ellos, a cientos de miles, que transitan con la misma cara de desorientación y pena que la que parece mostrar ese niño. Puede que él haya logrado el milagro de llegar al paraíso, el lugar en el que le puedan curar y atender, pero serán muchos, demasiados, los que no lo logren, los que vean sus vidas truncadas en el desierto, a causa de esa maldita guerra de Siria a la que no prestamos atención y, por lo que se ve, no nos importa en lo más mínimo

lunes, febrero 17, 2014

Matteo Renzi toma el poder en Italia


Para los apasionados de la política EEUU es el país del espectáculo, el derroche y la ostentación de poder, pero Italia lo es del arte de mantenerse en él y de hacer todo lo posible para conseguirlo. A un ritmo aproximado de un primer ministro por año desde la constitución de la República, tras la II Guerra Mundial, el intercambio de poderes, personajes, facciones y estrategias es digno de una teleserie. Podría titularse “Juego en el Quirinal” porque todos hacen lo que sea para encaramarse al trono republicano que se encuentra en ese palacio romano, sede del poder. Y nunca sabrás de antemano cual es el personaje ganador.

El último movimiento ha tenido todos los ingredientes necesarios para mantener en vilo a la audiencia. Suspense, intriga, navajeo entre miembros de un mismo partido, y finalmente un triunfador joven y con ganas de mucha batalla. Desde hace semanas, meses, se rumoreaba con la caída del gobierno del Enrico Letta, un político gris, serio, tranquilo y respetable, todo lo contrario que Berlusconni, que trajo estabilidad a la convulsa Italia tras las elecciones en las que ganó el jefe de su formación, Giovanni Bersanni, pero fue incapaz de llegar a acuerdos para formar gobierno. Letta, candidato surgido de un consenso entre su formación, PD, el centro izquierda, y los escindidos de Berlusconi, encabezados por el hasta ahora vicepresidente del gobierno, Angelino Alfano, ha resultado ser toda una sorpresa. Su imagen ha ido ganando peso con el tiempo, y muchos de los que auguraban su derrumbe a manos de los socios de la coalición han visto como lograba embridar las pasiones que anidaban bajo su convulso gobierno. Pero lo que no ha podido controlar ha sido el caos que reina en su propio partido. La victoria derrota de Bersanni le hizo abandonar las riendas del partido y se convocaron unas primarias para elegir al próximo candidato, lo que ya en su momento se vio como gesto de desprecio hacia Letta. La victoria, con una amplia mayoría absoluta, correspondió a Matteo Renzi, alcalde de Florencia y uno de los políticos más conocidos de Italia, y no tanto fuera de ella. Renzi, de 39 años, con toques de populismo y formas innovadoras, ameno, con gran capacidad de seducción a la cámara y una innato estilo para desenvolverse en los medios de comunicación como si fueran su casa, logró auparse a la cúspide de su partido, y no tardó en enseñar la garra reclamando, primero de manera sibilina, pero cada vez de forma más abierta y descarada, el gobierno que, como ganador, le correspondía. A todos estos mensajes Letta contestaba de manera vaga, como si con él no fuera la cosa, aparentando una tranquilidad que poco a poco dejaba de existir. Su intención ha sido sostener el máximo tiempo posible el pulso con Renzi, tratando de buscar que los meses de gestión le otorgaran un plus de credibilidad y peso mediático e internacional que le hiciera resistir el acoso. Sin embargo Letta no ha podido sostenerse en el cargo. Renzi no ha parado hasta que ha logrado su dimisión, y si para ello ha tenido que pactar con Berlusconni a la sombra del gobierno, pues lo ha hecho. Todo por el poder, al que llega a una edad muy joven, record en la política italiana, y no se si en la europea, y se va a convertir en el tercer primer ministro Italiano que no es elegido en las urnas, tras el tecnócrata Monti y el consensuado Letta.

¿Qué se puede esperar de Matteo Renzi? Ni idea, la verdad. En Florencia le adoran, pero es muy distinto gestionar una ciudad que un país. Su juventud impulsará formas novedosas y seguramente rupturistas, lo que será bueno, pero temo el riesgo de que se pueda convertir en un ZP a la italiana, un dirigente voluntarioso pero sin bagaje, experiencia ni conocimiento como para afrontar los enormes retos que afronta el país. Desde luego su ambición es enorme, lo que denota que es político hasta la médula. A partir de esta semana veremos a ver en qué se traduce el huracán Renzi. De momento el bueno de Letta lo verá desde la distancia, quien sabe si agradecido, pero en todo caso dolorido por la forma en la que los suyos le han echado.

viernes, febrero 14, 2014

El peligro de amar con locura (para Paco González)


Hoy se celebra el día del centro comercial rosa, también llamado San Valentín, en el que el almíbar se derrama por las estanterías rumbo a las cajas registradoras y la necesidad de amar y querer a la pareja se convierte en negocio y rito obligado. Los que nunca lo hemos celebrado quizás ansiemos en nuestro interior el día en el que, con pareja, llegue este día, y podamos criticarlo mirándole a los ojos a la chica que nos hace olvidar el sonido de la tarjeta al pasar por el lector de bandas magnéticas, confiando en eso de que el amor verdadero es eterno, irresistible y ajeno a los vaivenes de la vida y las necesidades materiales.

Desengáñense, eso no es así. La idealización de la pareja, el arquetipo del ideal romántico, que tan locos vuelve a algunos, puede convertirse en una pesadilla, al confrontar la realidad con los sueños que anidan en nosotros. Tarde o temprano la vida del día a día actúa como el despertador que rompe nuestra plácida noche y nos hace enfrentarnos al día laboral. Pero como en ese caso, esa ruptura no puede llevarnos a la depresión, sino a ser capaces de cumplir con las obligaciones laborales y saber que el sueño, el amor, está ahí, a la espera. Esa capacidad de control, de gestionar las emociones y las realidades está en cada uno de nosotros, más o menos presente, pero en general funciona bien. Sin embargo, cuando se desequilibra, puede dar lugar a situaciones peligrosas, llenas de irracionalidad y que acaban frecuentemente en el mayor y más absurdo de los desastres. Suicidios por pena, amores imposibles que se traducen en desgarros, sufrimientos y dolores sin fin, o celos posesivos que, en nombre de un supuesto amor, acaban con la vida de la persona querida, en el más absurdo de los crímenes imaginables. La semana pasada tuvo lugar una historia de este tipo, impactante, propia de película de tarde de fin de semana de Antena 3, en la que la mujer e hija de un famoso periodista deportivo sufrieron un asalto por parte de una pareja que quería matarles. En principio se sospechó que era un robo o algo por el estilo, convencional, pero poco a poco se desentrañó una historia de amor infinito que había llevado a la locura a la autora femenina del asalto. Lorena, que así se llama la chica, es una veinteañera vallisoletana de aspecto agradable, higienista dental, de familia de clase media, estudiante, responsable, con trabajo y vida asentada, aficionada al fútbol, y que desde hace mucho tiempo seguía la carrera profesional de Paco González, el periodista en cuestión. En un momento dado Lorena se enamoró de Paco, como nos ha pasado a muchos, no con Paco, sino con chicos o chicas famosas que en cierto momento poblaban nuestra imaginación y sueños, los más puros y los más oscuros. Sin embargo la fijación de Lorena por Paco traspasó los límites de la idealización romántica y, fuera del control al que antes me refería, empezó a transformar la vida y personalidad de Lorena, haciéndola creer que Paco era suyo, sólo suyo. Era su “tesoro” y como en el caso de Gollum, le devoró, le consumió y le llevó a la locura. Viajaba a Madrid para verle en el estudio, se sacaba fotos con él, le seguía por media España, lo consideraba propio, y veía como rivales a la familia del locutor, hasta el punto de desear su muerte. Y dio el terrible paso de convertir esos sueños macabros en realidad. Contrató a sicarios de países del Este para que mataran a la mujer e hija, que finalmente se limitaron a cobrar el dinero prometido, hacer algunas llamadas intimidatorias y huir con el dinero pactado como pago. Pero nada podía detener a Lorena. En compañía de su actual pareja, un sujeto de treinta años sin pasado, beneficio y probablemente abducido, planeó personalmente el asalto a la mujer e hija de Paco, porque si nadie eliminaba los obstáculos que le separaban de su amado, ella misma lo haría. Y se lanzó, y las pilló, y trató de matarlas, y las hirió con un cuchillo y, afortunadamente, sólo les causó heridas, algunas de consideración, pero nada graves. La pesadilla llevada a su último extremo.

Ahora la familia de Paco González se recupera poco a poco de las heridas físicas y del miedo atroz ante lo que ha sucedido, y Lorena y su novio se enfrentan a una más que segura pena de prisión por intento de asesinato, pero ella ya está en la cárcel, encerrada en la prisión mental que ella misma ha construido con su paranoia obsesiva. Triste, inaudito, pero el amor ha sido el que ha acabado virtualmente con la vida de Lorena y casi físicamente con la de otras dos personas. Es este un buen ejemplo para entender lo que no es el amor, y la fuerza irresistible que puede tener, que mal encauzada nos lleva a la locura, pero que bien encaminada conduce a la felicidad. En nuestras manos (y en los de la pareja) está poner las vías para que ese amor nos inunde con su gracia pero no nos ahogue en la locura.

jueves, febrero 13, 2014

El temporal no da tregua en Europa Occidental


Se estiman en más de cien millones de euros los daños causados por los temporales marítimos y de lluvia y viento que han azotado a España en lo que va de 2014, especialmente en las costas atlánticas y cantábricas. Paseos marítimos, calles, aceras, mobiliario urbano, escolleras, diques, cientos de elementos de infraestructura que deberán ser reparados o reconstruidos tras una serie de temporales que no cesa, y que en el principio de este fin de semana se volverán a repetir tras la más que probable formación de una nueva y potente borrasca atlántica, generada de forma explosiva, que atacará Galicia en la tarde del viernes y luego subirá hacia el cantábrico y norte de Europa.

Y es que si aquí estamos cansados de tanta lluvia y temporal, la situación en otros países es mucho peor. Tanto la costa atlántica francesa como la de Bélgica y Holanda han sufrido los rigores del viento y las olas, pero la palma, sin duda alguna, se la lleva el Reino Unido. No ha habido ni una sola de todas estas borrascas que no haya impactado en el sur de Inglaterra con toda su fuerza, y la sucesión de temporales es ya histórica. Grandes áreas del país se encuentran anegadas, incomunicadas o encharcadas por completo, y son cientos de miles los abonados que carecen de servicio eléctrico porque el agua o el viento se han llevado los postes que lo suministraban. En el mapa que pueden ver en esta página se indican en rojo las zonas que están inundadas ahora mismo y en naranja las que corren serio riesgo de estarlo si, como se prevé, las lluvias continúen. Es curioso observar como sobre el territorio de Inglaterra se extiende la representación de una estructura que recuerda mucho, demasiado, a una muestra de tejido humano, con sus capilares distribuidos por todas partes. Es como si en rojo se marcasen los puntos del sistema circulatorio en los que se hubiera producido una obstrucción coronaria y en naranja las venas y alveolos donde la situación puede ser mala. Esta similitud no es casual, ni mucho menos, es una nueva manifestación de lo que se denominan estructuras fractales, idénticas  entre sí independientemente de la escala a la que sean observadas. Pero recordemos que estamos viendo ríos y agua, lo que nos vuelve a recordar que lo que se ve afectado por las manchas de color no son células, sino infraestructuras, cultivos y, sobre todo, personas. La persistencia de las lluvias ha encharcado por completo el terreno de la isla y ya no es capaz de absorber ni una sola gota más, por lo que todo lo que cae va a formar parte de los desmadrados ríos, y es casi seguro que la situación de alerta se mantendrá, al menos, hasta pasado el fin de semana y la borrasca que nos azotará primero a nosotros, luego a ellos. Las autoridades están también bastante desbordadas, en otro sentido muy distinto pero igualmente agobiante, y las críticas que se lanzaron contra el gobierno de David Cameron, tímidas en un principio, son ya un ruidoso clamor que amenaza con convertirse en una seria crisis para el primer ministro británico. Las demandas y protestas que se oyen desde las zonas anegadas se parecen mucho a las que se suelen escuchar en España. Acusaciones de abandono por parte de las autoridades, de dejación a la hora de limpiar cauces, drenarlos y mantenerlos en buen estado para prevenir posibles crecidas, desatención, etc. En descargo del gobierno se puede decir que el temporal está siendo de unas dimensiones muy difíciles de prever y que, aún actuando correctamente, se hubieran producido inundaciones debido a toda el agua que está cayendo. Pero no es menos cierto que de llevar a cabo las actuaciones demandadas las inundaciones hubieran sido menores. Y ya se sabe que si no se puede evitar un desastre hay que hacer todo lo posible para minimizarlo.

Y a río revuelto o desbordado, ganancia de pescadores que en él se zambullen. Los tabloides británicos están haciendo su agosto en medio de la tormenta, publicando artículos y portadas en las que las borrascas son las perfectas malas de la película, se las llama asesinas y terroríficas, y llenan páginas ilustradas a todo color que parecen salidas del atrezzo de una película de catástrofes. Y luego están los que relacionan todo lo que pasa en el tiempo con el cambio climático, cuando una cosa y otra son completamente distintas y es muy difícil establecer una relación causal entre ambas. Son ciertas la excepcionalidad de estos temporales, y sus graves consecuencias, pero es muy difícil determinar cuál es la causa por la que este año la corriente en chorro, la autopista de viento que arrastra a las borrascas, ha bajado tanto de latitud y se ha vuelto tan intensa. Consejo, huyan de los titulares alarmistas y simplones, y guarézcanse ante el próximo temporal.

miércoles, febrero 12, 2014

Suiza cierra las puertas del paraíso


Es Suiza un país extraño. Encajado entre montañas en medio de Europa, carente de costa, y casi en ausencia de recursos naturales, su imagen roza lo paradisíaco, no en lo que hace al clima, pero sí a la calidad de vida y al desarrollo económico. Pensar en esa nación y a uno se le viene a la cabeza las montañas, vacas lecheras lilas, chocolate, empresas de alta tecnología y dinero, cantidades infames insultantes de dinero guardadas con celo en las cámaras de los bancos que, en ese territorio, se convierten en la caja fuerte de medio mundo. En cierto modo, Suiza funciona como un parásito financiero y político del resto de países, dado que vive a expensas de ellos.

Pues bien, en el último de los referéndums a los que los suizos han sido llamados a votar, acto que realizan muy a menudo, como si fueran familiares de Artur Mas, ha sido aprobada una proposición por la que se ponen límites y cuotas a la entrada de ciudadanos europeos del territorio UE en el país. Sin pertenecer a la UE, los acuerdos de Schengen de libre circulación intracomunitarios se aplicaban también con Suiza, de tal manera que las fronteras entre, por ejemplo, Francia y Suiza, son tan permeables para las ciudadanos UE de ambos territorios como la española y la francesa. Esta decisión de imponer cuotas rompe de facto con estos acuerdos e implica que el acceso, la residencia y el trabajo en territorio suizo ya no serán automático para los ciudadanos de la Unión. ¿Qué significa esto? Resumidamente, que el nacionalismo suizo ha ganado la batalla al europeísmo. Cierto que por un margen muy estrecho, apenas por encima del 50% de los votos emitidos, pero las consignas basadas en el miedo al otro, en el temido abuso de los servicios sociales suizos por parte de los menesterosos europeos, especialmente los del sur, pero no sólo ellos, la necesidad de mantener intactas las tradiciones e idiosincrasias helvéticas por encima del marasmo ruidoso de multitud de pueblos europeos… en fin, las consignas nacionalistas típicas que estamos aburridos de oír todos los días, y que son tan falsas como crueles. La diferencia fundamental frente a otros procesos similares es que, mientras que en esos casos ese movimiento nacionalista se da en situaciones de crisis económica, necesidad social y, por tanto, población más o menos desesperada (y por ello más fácil de manipular) Suiza sigue exhibiendo unas cifras económicas realmente mareantes, con tasas de paro del entorno del 3%, lo que se puede considerar técnicamente como pleno empleo, y una riqueza social inmensa. Las presiones a las que, tras el desastre de la crisis financiera, han sido sometidos los bancos suizos, han permitido levantar algunas de las normativas que amparaban su sacrosanto secreto bancario, pero es evidente que aún persisten prácticas de banca en la sombra que se desenvuelven entre las montañas alpinas que permiten a defraudadores de todo tipo, condición y origen, depositar y operar allí con sus fortunas sin que la ley de los países afectados o de origen de los sospechosos pueda actuar como es debido. Basta ver lo que están costando las comisiones rogatorias que el juez Ruz ha lanzado para investigar las cuentas suizas de Bárcenas como para hacerse una idea de lo que puede suceder en el caso de investigar a organizaciones criminales de mucha mayor entidad y complejidad. En fin, que Suiza cierra las puertas a los europeos pero no a su dinero, a las personas pero no a sus riquezas. Otra muestra de que los egoísmos y recelos vuelven a aflorar en el continente, como viejos espectros que creíamos enterrados en antiguoss campos de batalla pero que, con el paso del tiempo, quieren de nuevo aflorar. Mala cosa.

No quiero terminar sin soltar una pulla, por así llamarla, sobre los referéndums, la democracia directa y las consecuencias de la misma. En Suiza es muy habitual que cada pocos meses se voten numerosas cuestiones, de importancia más o menos relevante, en las que debiera ser responsabilidad del gobierno elegido tomar decisión, que para ello fue escogido y por ello cobra. Delegar en continuas votaciones las decisiones no es democrático, es dejadez de funciones. Y si encima el resultado resulta ser, como el caso que estamos comentando, tan turbio que apesta, como mínimo la democracia se encuentra ante un serio problema, ante un choque entre legitimidad y libertad, entre formato de actuación y legalidad del resultado. Menudo problemón, verdad?

martes, febrero 11, 2014

El IVA cultural, y el de otros productos


Una de las reivindicaciones que con más fuerza se oyeron en la plúmbea gala de los Goya del Domingo (el numerito musical fue bochornoso) fue la de la bajada del llamado IVA cultural, que ahora se sitúa en el 21% general, para paliar el mal momento que atraviesa el sector. Esta es una de las peticiones que más se exige por parte de los representantes del llamado mundo “de la cultura” y es lógico que en la ceremonia de entrega de premios de cine, uno de los subsectores que se integran en este mundo cultural, se aproveche el altavoz que otorgan los medios para propagarlo. Razones tienen para pedirlo, y voz para que se les escuche.

Pero me imagino que el Lunes por la mañana, el vendedor de chucherías de la esquina, sita por ejemplo junto al auditorio donde se entregaron los premios, o en cualquier otra, abriría su negocio con la misma sensación de cabreo que los actores porque el también paga un 21% de IVA por los productos que vende, o malvende, en función de cómo vaya el negocio. Amante del cine, pasota de las salas, descargador de internet o ajeno al negocio de la gran pantalla, el vendedor de chuches es un buen ejemplo de miles, millones de profesionales en España que pagan ese 21% de IVA por su trabajo, y que muchos ya no lo hacen porque lo perdieron en un momento dado de esta maldita crisis. Su exigencia de bajada de IVA para su negocio es igual de legítima que la de los cineastas, porque ellos también defienden su trabajo, su forma de vida, su pasión en muchos casos. La diferencia fundamental es que no existe un gremio nacional de vendedores de chuches en España que pueda actuar como grupo de presión, como lobby, que sea capaz de mandar un mensaje único que pueda ser oído en toda España, que ponga presión al gobierno de turno y que, por tanto, tenga el poder necesario como para doblar la mano del gobernante. Todos los profesionales son iguales, pero no sucede lo mismo con todos los sectores, y pensar que sí es uno de los mayores errores que podemos cometer. Los que tienen capacidad de presión la ejercerán, es algo natural, biológico si me apuran, y por eso profesionales que ocupan puestos de especial responsabilidad (léase capacidad de decisión o influencia) cobran mucho más que otros, o tienen privilegios especiales. El mundo del cine no es especialmente poderoso en España, ni tiene grandes tentáculos multinacionales para ejercer presión, como sí ocurre con otros sectores, como el automóvil o el farmacéutico, pero tiene una palanca de presión, que es su relevancia pública, y es la que usa. Son famosos, y utilizan esa fama como instrumento de presión. Y hacen bien, porque como he señalado, cada uno usa el arma que posee, que será más o menos visible, más o menos efectiva, pero es la que la sociedad le ha dotado para poder utilizarla. Y creo que los cineastas acabarán saliéndose con la suya y el gobierno bajará el IVA cultural, lo que les vendrá muy bien a ellos, y personalmente a mi también, que gasto mucho dinero en libros y trato de ir al cine de manera regular. Pero el día que se baje ese IVA el vendedor de chuches levantará la persiana de su negocio con una cara de cabreo aún mayor que la que tendrá hoy, porque a él no le habrán bajado el IVA, y verá como a otros sí, y seguro que la envidia, biológica y natural como ella sola, aflora con fuerza por muchos dulces que tenga a la venta sobre el estante. Y no le faltará razón.

¿Existe una fórmula para arreglar este desaguisado y evitar estos tratos diferenciados? Sí, si el gobierno quisiera, que es la de la aprobación de una ley de mecenazgo, como la que existe en otros países, y de la que ya se hablaba en la campaña electoral, que otorgue desgravaciones fiscales a las inversiones y donaciones que se produzcan en sectores como, por ejemplo, el cultural. Seguro que eso supondría una vía para que capitales privados, empresariales o personales, se lanzaran a financiar museos, exposiciones, restauraciones, películas y demás obras culturales, como sucede en gran parte del mundo. Se podría dejar el IVA quieto y financiar a la cultura mediante esta vía alternativa, y todos estarían contentos, o al menos no tan cabreados como hasta ahora. ¿Va a suceder algo de todo esto? Ojalá sí, pero me temo que no.

lunes, febrero 10, 2014

La infanta en rampa


Sospecho que el sábado por la mañana sólo se hablaba o del tiempo o de la infanta. Que si viene otro temporal, que si vaya rachas de viento que llevamos, cuánta agua, si bajará la rampa andando o en coche, si el viento le afectará en el vestido, de cómo será dicho vestido, etc. Tremendo, sí. Afortunadamente para los curiosos y apostadores antes bajó la infanta la rampa que llegó la tormenta, la meteorológica, claro está. Tras el descenso y comparecencia en los juzgados, el debate se ha trasladado a lo que allí dijo y a lo que no, a si hubo evasivas, medias verdades o sinceridades. Todo sea por hablar mucho durante mucho tiempo.

La verdad es que el asunto de la Infanta, su marido y demás no me interesa en exceso, salvo por la derivada que genera en forma de deslegitimación monárquica y, por ello, más inestabilidad política en medio de nuestra fenomenal crisis. Soy de los pocos que quedamos en España que opinamos que será el juez el que dictamine si Cristina es culpable de lo que se le acusa o no, el que diga si Urdangarín cometió todos esos delitos de los que se le acusa y, por tanto, deban cumplir penas civiles o penales. El problema para ellos es que la sociedad ya les ha juzgado y condenado, y en el caso de la monarquía y aledaños, el juicio social es más importantes que el judicial. Cuando el Rey visita un lugar y miles de personas le esperan y aplauden no acuden allí por la llamada de la ley o por un imperativo normativo, no, sino por curiosidad ante una figura pública y, obviamente, cierto aprecio por ella. Esa figura tiene una legitimidad legal, sí, soportada en la constitución, pero dado que no es electiva, ni se presenta a refrendos de ningún tipo, sustenta su presencia en el apoyo popular que la respalda. Los votos que cosecha el Rey son los aplausos que recibe allí donde va. Si hay mucho aplauso, bien. Si hay poco, mal. Cuando Cristina se casó en Barcelona, hace ya bastantes años, hubo cientos de miles de personas en la calle celebrándolo, asistiendo a los eventos señalados y vitoreando a la pareja. Eso es aprobación. El Sábado, junto a la rampa, no hubo muchos manifestantes, porque por seguridad y logística la cosa no daba para mucho, pero la sensación no era precisamente de apoyo popular y aclamación. En este caso la monarquía ha perdido el voto popular, Cristina y su marido son considerados culpables por la inmensa mayoría de los españoles, que ven en ellos un símbolo del poder que se ha comportado de manera innoble y, por tanto, es el blanco perfecto para descargar la ira que se acumula en gran parte de la ciudadanía tras años de crisis y depresión social. Urdangarín, que parece cumplir con todas las condiciones que se asocian a los arribistas y trepas, tiene un futuro judicial complicado y, sospecho, acabará entre rejas, pero la mala gestión de este asunto por parte del Rey y su entorno ha propiciado que el sacrificio del balonmanista no sea suficiente. Hubo un momento en el que era posible “salvar” mediáticamente a Cristina, obligándola a aparecer en público, compungida, arrepentida por lo sucedido, renunciando a sus derechos dinásticos, que son sobre todo simbólicos, y mostrando ser una víctima del comportamiento de su marido, cosa que en parte sí es. Pero se perdió la ventana de oportunidad para hacer eso, creyendo que las aguas se tranquilizarían y el caso no iría a más. Nuevamente el error de cálculo ha resultado ser devastador.

La imagen de Cristina de Borbón es ya irrecuperable, pase lo que pase, sea condenada o absuelta. Es un personaje “quemado” y el Rey y su entorno lo saben. Ella quizás no, será difícil asumir para alguien nacido y criado en una especie de paraíso (en mi opinión en una cárcel muy bien vestida) que su vida ha cambiado para siempre, y que ya nunca disfrutará del aprecio y respeto que, desde pequeña, el país entero le ha ido brindando. La rampa de los juzgados de Palma es la cuesta abajo por la que Cristina se despeña hacia su ostracismo social. Ahora los esfuerzos se centran en que su caída no arrastre a nadie más. En el fondo, todo esto es una historia bastante triste.

viernes, febrero 07, 2014

La inmigración muere en el mar de Ceuta


Las noticias sobre el drama de la inmigración son, como todo lo relacionado con ese asunto, sumamente injustas. Sólo se convierte en portada asociadas al número de fallecidos que ha provocado un hundimiento de áptera, o asalto de frontera. Sino, ni existen. Nada hace pensar que la inmigración está ahí si no es por los muertos que provoca. Y esas muertes nos escandalizan, duelen, pero suponen un anestésico para olvidarnos del problema de fondo, y a los dos días pasamos página, y nada se vuelve a saber de ello. Hasta la próxima tragedia, claro está.

Ayer, en Ceuta, en la frontera marítima del Tarajal, nueve personas murieron ahogadas y aplastadas en la avalancha de cuatrocientos que trataron de cruzar a España desde Marruecos por el único punto en el que no existe verja, que es sobre las aguas del Mediterráneo. El episodio sigue envuelto en una cierta confusión sobre el papel de las autoridades de ambos países y las fuerzas de seguridad respectivas a la hora del control de la avalancha y de cómo fue repelida. Habrá por tanto que investigar qué es lo que ha pasado, qué ha sucedido para que este saldo de muertos es el que es y qué se podía haber hecho mejor. Pero el problema de fondo sigue ahí, y nadie quiere, o sabe, cómo solucionarlo. Alguna vez, en este foro, y en conversaciones al respecto, he discutido sobre el tema y no he logrado encontrar una postura cómoda al respecto. Sí estoy de acuerdo con que España, junto con el resto de países del Mediterráneo, somos la frontera de Europa, y es por tanto un problema del conjunto de la Unión, y así debe entenderse. La horrible tragedia de Lampedusa del año pasado, con centenares de ahogados provenientes de Libia, suscitó una condena internacional a lo que allí estaba pasando, pero enterrados los muertos, el tema volvió a desaparecer y nadie le prestó atención. Es duro afirmar que las vallas de Ceuta son necesarias, pero es así. Sin embargo es ingenuo pensar que la mera existencia de las vallas frenará la desesperación de los que nada tienen que perder si mueren frente a ellas, porque ya vienen escapando de una muerte segura. Eliminar las vallas y permitir el asilo libre desbordaría las capacidades de Ceuta, Lampedusa, Melilla y de toda Europa en un par de semanas, y para frenar estos asaltos lo que hacemos, aunque no nos guste admitirlo, es pagar a las autoridades de Marruecos, Libia, Argelia y demás países una gran cantidad de dinero para que nos controlen el patio trasero, para que sus policías recojan e inmovilicen a los que, provenientes del país o del África negra, envuelta en guerras sin fin, no lleguen hasta la valla fronteriza. En el caso de España Marruecos es nuestro “segurata” particular, nuestro macarra, que no duda en sacar la porra y golpear para que ninguno se acerque a la puerta de entrada a España. A cambio, recibe un “sueldo” que le compensa. A veces hay discusiones sobre cuánto se le paga o por cuestiones de índole político y social, y el “segurata” se enfada y hace huelga, dejando la puerta desguarnecida y liberando la presión para que algunos de los infelices que esperan al otro lado sientan la ilusión de ver la tierra prometida. Y es entonces cuando se producen las avalanchas, asaltos y demás incidentes que llegan a la prensa, que provocan estupor en las puras y limpias conciencias de los europeos, españoles en este caso, y originan un ruido mediático que hace que el gobierno español vuelva a acordar con el marroquí nuevas condiciones “laborales”: Quizás esta metáfora que estoy usando les suene amrga en exceso, pero esto es lo que realmente sucede.

Y ante esto, ¿Qué?. Sólo se frenará la inmigración en masa si las condiciones de vida de los países de los que provienen los inmigrantes mejoran, y eso va para largo. La gestión coordinada de la inmigración por parte de la UE aportaría soluciones a corto y medio plazo, mediante el establecimiento de cupos de inmigrante spor países y con un control de los flujos de entrada y salida, pero ese escenario racional choca con la irracional postura de los egoísmos nacionales en medio de la crisis económica, donde en muchos países todo extranjero se ve como alguien que viene a robar un empleo escaso. Así las cosas, tras los lloros y la investigación por lo sucedido en Ceuta ¿Qué? ¿Alguien tiene una respuesta?

jueves, febrero 06, 2014

A la muerte de Philip Seymour Hoffman


A veces hay casualidades en la vida que le dejan a uno algo perplejo. No te las esperas, suceden y no sabes muy bien que responder. El sábado por la tarde echaban una peli en La 1 “Y entonces llegó ella” una comedia protagonizada por Ben Stiller y Jennifer Anniston, en la que Philip Seymour Hoffman tiene un pequeño papel secundario. Mi madre, al verlo, preguntó quién era ese actor que tanto le sonaba de aspecto rudo y algo exótico, y se lo expliqué, mencionando algunas de las películas en las que había trabajado. Muchas de ellas le sonaban. El Domingo por la tarde Hoffman moría de una manera cruel y absurda en su piso de Manhattan.

Dicho en pocas palabras, Hoffman era uno de los mejores actores que he visto en mi vida. No digo el mejor porque tiene poco sentido establecer un liderazo absoluto en algo tan subjetivo como es la interpretación, pero Hofman estaba en el hipotético pódium que uno elaboraría en caso de citar a sus intérpretes favoritos. Dotado de un físico extraño, obeso, corpulento, aparentando una edad mucho mayor de los 47 años que tenía a sus anchas espaldas, con una voz prodigiosa que le daba un empaque y personalidad arrebatadora, Hofman se comía la pantalla. Sus numerosas interpretaciones, todas ellas bastante distintas, encarnando papeles dramáticos, farsantes o de sujetos normales, eran excelentes. Otorgaba una credibilidad a los personajes que traspasaba la pantalla para imaginar que realmente eran así. Consiguió un óscar por Capote, con una interpretación muy buena de un personaje al que no llegué a conocer en la vida real, por lo que me tengo que creer que tenía esa voz afectada y esas poses, pero en el resto de composiciones, simplemente, me subyugaba. Las últimas tres películas en las que le he visto son muy distintas, y su papel tiene un peso diferente, pero en ambas se sale. En “Los idus de marzo” interpreta al jefe de campaña del candidato encarnado por George Clooney, y realiza un duelo de altura con Paul Giamatti, otro de esos genios secundarios que llenan la pantalla. En “El último concierto” encarna a un violinista que forma parte de un cuarteto de cuerda, en una película coral, no sólo por el componente musical, aunque en parte la trama gira en torno a su personaje, familia y ambiciones. Y en “The Master” es el coprotagonista absoluto junto a Joaquin Phoenix, y borda el papel de predicador, de líder carismático de una secta, de una religión, llamémosla cienciología, que consigue una corte de adeptos que le siguen como si fura el Mesías redimido. En las tres películas Hofman aporta, además de profesionalidad en la interpretación, unos gestos, miradas y voces que dan al personaje vida propia. El cinismo que desarrolla en los idus de Marzo es real, como el de una campaña electoral verdadera, las ambiciones que le corroen en el último concierto son las que sufrimos cada uno de nosotros en nuestra carrera profesional, las mimas envidias y aspiraciones frustradas. Y su forma de mirar en The Master asusta, impone, hipnotiza… te hace comprender por qué sus adeptos le siguen, cómo ha logrado subyugarlos. Le miras, te convences de que lo que te está vendiendo es falso, mentira, un engaño… pero te arrastra, te lleva contigo. Logras al verle entender el éxito que pueden tener esos cultos, ves el poder de la demagogia y la fe ciega en su rostro. Es demoledor. Y junto a estas, muchas otras, como La Guerra de Charlie Wilson, Magnolia, Hapiness, La duda, La última noche… montones de películas en las que Hofman dejó un recuerdo imborrable.

Cuando vie la tarde de ese Domingo en twitter que empezaban a salir mensajes que hablaban de su muerte me salí de la red. “No, no puede ser”, me dije a mi mismo, pensando un “No me jodas…” muy profundo en mis adentros. A los pocos minutos volví a entrar y constaté que la noticia era cierta, que Hofman se había muerto, se había matado, de una forma estúpida, con una sobredosis de heroína y calmantes, y que su enorme grandeza como actor ya sólo será un recuerdo que rememorar en películas pasadas, y nunca más una promesa de grandes interpretaciones futuras. Qué tristeza me ha producido su muerte, qué rabia me da que alguien tan grande se vaya así, de esa manera, tan pronto. No es justo, Philip, no es justo!!!!

miércoles, febrero 05, 2014

La fuerza desatada del mar


He estado estos cuatro días en el pueblo, disfrutando de un invierno tan suave que por momentos asemejaba primaveral, con un solo día, el sábado, de frío e intensa precipitación, y con viento más o menos fuerte, que no ha dejado de azotar todo el cantábrico. Han sido las borrascas del Atlántico Norte, las generadoras de esos fuertes vientos, las que en el océano han generado la enorme mar de fondo que estos días ha golpeado con saña toda la costa, desde Galicia hasta Guipúzcoa, así como el resto de la fachada atlántica europea, dejando tras de si un rastro de destrucción y pérdidas económicas que aún son muy difíciles de evaluar.

Suena a frase hecha, a tópico barato, pero es cierto que nada se puede hacer ante la furia del mar. Barcos de dimensiones estrafalarias, gigantes que en medio de nuestros pueblos o ciudades se convertirían en majestuosos edificios que causarían admiración pueden ser retorcidos como un muñeco de trapo por unas olas poseedoras de una fuerza descomunal, hasta convertir esos prodigios de la técnica en auténticas chatarras. Ante temporales como estos lo mejor es huir, refugiarse en puerto seguro, amarrarse fuerte y esperar a que pase la tormenta. Esa es la alternativa de los barcos pero, y la de los puertos? Sencilla, contra la fuerza bruta del mar, la fuerza bruta de la roca. Miles de toneladas de enormes rocas son las que conforman los espigones de los puertos, esas estructuras que a veces parecen naturales de lo bastas y romas que resultan a la vista, pero que son el fruto de años de trabajo, esfuerzo y planificación de miles de hombres, que primero imaginaron esas formas para ganarle espacio al mar y luego se esforzaron para lograrlo. Normalmente nos parecen fortalezas, lugares imposibles de ser derribados, adquieren cierto aire de eternidad cuando paseamos por ellos en un tranquilo día de verano, con olas suaves rompiendo sobre ellos sin que se inmuten, y uno se imagina esa lucha infinita entre el mar y el espigón, que va a durar siglos, milenios, en la que la construcción tiene como aliados a la fortaleza y el diseño, y el mar cuenta con el tiempo, sin límite, como principal socio. Sin embargo, esta visión edulcorada y poética se rompe en mil pedazos cuando contemplamos escenas como las de este fin de semana, con olas enormes, de casi diez metros de altura, muy organizadas, poseedoras de una cadencia precisa, que unidas a la pleamar pueden ser devastadoras. Enormes masas de agua, de miles de toneladas de peso, que se estrellan contra la costa con la fuerza de un inmenso puño, de un tren que descarrila una y otra vez, que bate toda su potencia sobre los bloques de hormigón, antaño poderosos, pero que nada pueden hacer frente a la furia desatada de un mar enloquecido, poseído, que no se frena ante nada. El efecto del impacto del mar contra los muelles es aterrador. Ver como esas columnas de agua se elevan decenas de metros al aire tras impactar contra una pared que apenas las contiene, contemplar cómo, en un momento dado, el muro se resquebraja e, incapaz de aguantar otro envite, se vence y deja pasar el mar, desprotegiendo lo que, hasta ese momento, era un puerto seguro, la sensación de que el mar recobra su espacio, y de venganza exige más terreno, y que otra ola vuelve a golpear, y detrás viene otra, y otra, y así sucesivamente… Nada hay que pueda frenar ese ímpetu, que transforma el placentero mar en uno de los mayores infiernos que imaginarse uno pueda.

Ante un panorama así sólo se puede huir, correr, escaparse tierra adentro. Dejar de sacar fotos o vídeos, renunciar a la instantánea de nuestra vida para resguardar precisamente la vida tan preciada, salir corriendo y no acercarse a acantilados, promontorios o demás atalayas que, en condiciones habituales son seguras, pero que con estos enormes temporales pueden convertirse en trampas mortales. Hay que tenerle mucho respeto al mar, porque no perdona un solo error. Llevamos demasiados muertos y desaparecidos este invierno por golpes de mar. Imagínenselo bravo, enfurecido, desatado, pero no hagan nada por acercarse a él, por favor.