Ayer tuvo lugar la primera de las
tres jornadas en las que se divide el debate sobre el Estado de la Nación, la
que suscita más morbo, interés y audiencia, porque supone el enfrentamiento
cara a cara entre el presidente del gobierno y el líder de la oposición. Hoy el
debate continúa con la participación de los grupos que ayer no pudieron hacerlo,
por tiempo, y las consiguientes réplicas presidenciales, y mañana se votan las
propuestas de resolución acordadas por todos los grupos. El interés mediático y
social decae exponencialmente a medida que avanzan las horas de sesión.
¿Sirvió el debate de ayer para
solucionar alguno de los problemas que aquejan a nuestro país? No, ¿Alguno de
ustedes esperaba que así fuese? Me temo que la respuesta también será negativa.
Un
debate como el de ayer sirve, sobre todo, para el lucimiento de los oradores
que suben a las tribunas, para lanzar mensajes internos y externos, y para
escenificar un enfrentamiento que los partidos mantienen de manera constante
sobre qué hacer. Y a tres meses justos de las elecciones europeas, 25 de Mayo,
el papel que representaron Rajoy y Rubalcaba era bastante coherente de cara a
dar el pistoletazo de salida a la campaña electoral de esos comicios. El
Presidente, en su discurso y réplicas, abusó de los datos que muestran el fin
de la recesión, y el ligero crecimiento económico que vivimos. Tenue, liviano,
pero gozoso en comparación con el desastre de años anteriores. Su carta única a
estas próximas elecciones, y a las que vienen el año que viene, las gordas, es
que esa recuperación empiece a notarse y permita al PP volver a cosechar unos
votos que obtuvo en las generales de 2011 y que ahora todas las encuestas
muestran que los ha perdido. Esta sobreactuación económica esconde una mala
gestión en muchas otras materias, especialmente las sociales, el desastre que se
vive dentro del partido, enfangado en luchas de poder internas, roces
personales y movimientos de sillas, y la situación judicial por la que siguen
atravesando sus finanzas, con Bárcenas en la cárcel y el juez Ruz que sigue
tramitando una instrucción eterna pero que en cualquier momento se puede
convertir en juicio oral y mediático. Rubalcaba, por su parte, estuvo
vehemente, desaforado, muy mitinero, con una fuerza oratoria desacostumbrada,
quizás porque sabe que si no tiene mucha suerte el de ayer haya sido su último
debate sobre el Estado de la Nación. Acosado por los suyos y la losa de un
pasado que nunca podrá separar de sí, el que fue el vicepresidente de un
gobierno que casi nos lleva a la quiebra, atacó los flancos que le dejó Rajoy,
abundantes y jugosos, y consiguió enardecer a su bancada y, quién sabe, a
aparte de su electorado. A partir de hoy cada día que Rubalcaba logra seguir al
frente del PSOE es un día ganado en su carrera para mantenerse en ese puesto, y
para el las elecciones europeas de Mayo son fundamentales. Un buen resultado, no
digamos ya una victoria frente al PP, le volvería a dar serias posibilidades de
revalidad su liderazgo ante unas primarias prenavideñas que a buen seguro se
encargaría de gestionar a su favor. Por eso cada vez que sale a hablar se la
juega, y debe darlo todo. Ayer se vio ese desequilibrio entre un Rajoy excesivamente
complaciente y un Rubalcaba desatado, y el resultado dialéctico y mediático del
debate probablemente arroje una suerte de empate, o incluso una ligera ventaja
para el candidato del PSOE. De ahí la alegría que se vivía en las huestes del
PP y la euforia que sentían los del PSOE al acabar la jornada. Todos contentos,
como los niños en el colegio. En lo sustancial, más allá de algunos anuncios
que indican algo de lucidez en el gobierno (la tarifa plana en las cotizaciones
a indefinidos) se ve que el necesario ímpetu reformista se frena ante el
calendario electoral, y por parte del PSOE sigue sin tener un programa económico
digno de ese nombre.
Un último detalle que no puedo dejar pasar tiene
relación con la intervención de Rosa Díez, de UPyD, que ayer cerró la jornada.
Es esta parlamentaria la que cosecha las respuestas más desabridas, despreciativas
e insolentes por parte de un Rajoy habitualmente calmo e irónico, y ayer volvió
a darse esa misma imagen, extraña y sin sentido. No entiendo por qué, pero le
aconsejo a Rajoy que no lo haga, no sólo por la educación debida, que también,
sino porque UPyD sigue creciendo en las encuestas, y sospecho que cada
desplante que Rajoy les realiza supone para ellos más votos añadidos. Y en las
siguientes elecciones muchos partidos van a quitar votos al PP y (y al PSOE).
Debieran hacérselo mirar ya.
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