jueves, febrero 06, 2014

A la muerte de Philip Seymour Hoffman


A veces hay casualidades en la vida que le dejan a uno algo perplejo. No te las esperas, suceden y no sabes muy bien que responder. El sábado por la tarde echaban una peli en La 1 “Y entonces llegó ella” una comedia protagonizada por Ben Stiller y Jennifer Anniston, en la que Philip Seymour Hoffman tiene un pequeño papel secundario. Mi madre, al verlo, preguntó quién era ese actor que tanto le sonaba de aspecto rudo y algo exótico, y se lo expliqué, mencionando algunas de las películas en las que había trabajado. Muchas de ellas le sonaban. El Domingo por la tarde Hoffman moría de una manera cruel y absurda en su piso de Manhattan.

Dicho en pocas palabras, Hoffman era uno de los mejores actores que he visto en mi vida. No digo el mejor porque tiene poco sentido establecer un liderazo absoluto en algo tan subjetivo como es la interpretación, pero Hofman estaba en el hipotético pódium que uno elaboraría en caso de citar a sus intérpretes favoritos. Dotado de un físico extraño, obeso, corpulento, aparentando una edad mucho mayor de los 47 años que tenía a sus anchas espaldas, con una voz prodigiosa que le daba un empaque y personalidad arrebatadora, Hofman se comía la pantalla. Sus numerosas interpretaciones, todas ellas bastante distintas, encarnando papeles dramáticos, farsantes o de sujetos normales, eran excelentes. Otorgaba una credibilidad a los personajes que traspasaba la pantalla para imaginar que realmente eran así. Consiguió un óscar por Capote, con una interpretación muy buena de un personaje al que no llegué a conocer en la vida real, por lo que me tengo que creer que tenía esa voz afectada y esas poses, pero en el resto de composiciones, simplemente, me subyugaba. Las últimas tres películas en las que le he visto son muy distintas, y su papel tiene un peso diferente, pero en ambas se sale. En “Los idus de marzo” interpreta al jefe de campaña del candidato encarnado por George Clooney, y realiza un duelo de altura con Paul Giamatti, otro de esos genios secundarios que llenan la pantalla. En “El último concierto” encarna a un violinista que forma parte de un cuarteto de cuerda, en una película coral, no sólo por el componente musical, aunque en parte la trama gira en torno a su personaje, familia y ambiciones. Y en “The Master” es el coprotagonista absoluto junto a Joaquin Phoenix, y borda el papel de predicador, de líder carismático de una secta, de una religión, llamémosla cienciología, que consigue una corte de adeptos que le siguen como si fura el Mesías redimido. En las tres películas Hofman aporta, además de profesionalidad en la interpretación, unos gestos, miradas y voces que dan al personaje vida propia. El cinismo que desarrolla en los idus de Marzo es real, como el de una campaña electoral verdadera, las ambiciones que le corroen en el último concierto son las que sufrimos cada uno de nosotros en nuestra carrera profesional, las mimas envidias y aspiraciones frustradas. Y su forma de mirar en The Master asusta, impone, hipnotiza… te hace comprender por qué sus adeptos le siguen, cómo ha logrado subyugarlos. Le miras, te convences de que lo que te está vendiendo es falso, mentira, un engaño… pero te arrastra, te lleva contigo. Logras al verle entender el éxito que pueden tener esos cultos, ves el poder de la demagogia y la fe ciega en su rostro. Es demoledor. Y junto a estas, muchas otras, como La Guerra de Charlie Wilson, Magnolia, Hapiness, La duda, La última noche… montones de películas en las que Hofman dejó un recuerdo imborrable.

Cuando vie la tarde de ese Domingo en twitter que empezaban a salir mensajes que hablaban de su muerte me salí de la red. “No, no puede ser”, me dije a mi mismo, pensando un “No me jodas…” muy profundo en mis adentros. A los pocos minutos volví a entrar y constaté que la noticia era cierta, que Hofman se había muerto, se había matado, de una forma estúpida, con una sobredosis de heroína y calmantes, y que su enorme grandeza como actor ya sólo será un recuerdo que rememorar en películas pasadas, y nunca más una promesa de grandes interpretaciones futuras. Qué tristeza me ha producido su muerte, qué rabia me da que alguien tan grande se vaya así, de esa manera, tan pronto. No es justo, Philip, no es justo!!!!

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