lunes, febrero 24, 2014

El triunfo de la revolución en Ucrania


El Sábado fue un día muy especial para Kiev y toda Ucrania, un día espectacular. Mientras en Madrid se iniciaba un relajado, soleado y tranquilo fin de semana en Kiev, tras los graves enfrentamientos de los días pasados, amanecía una calma tensa, preludio quizás de nuevos disturbios. La firma del pacto entre el presidente Víctor Yanukovich y la oposición del día anterior parecía un presagio de entendimiento, o al menos una forma de ganar tiempo para serenar los ánimos de los manifestantes de la plaza, muy opuestos a todo lo que fuera entendimiento con el gobierno vigente. ¿Qué iba a pasar?

A lo largo de la mañana del sábado esta incertidumbre se fue despejando, primero de una forma tímida, para acabar siendo una avalancha de noticias con un denominador común. La caída del régimen. Las primeras informaciones que llegaban de Kiev hablaban de calles en las que los manifestantes no veían a la policía, de edificios oficiales desguarnecidos, de accesos a sedes del gobierno y partido en el poder sin vigilancia, aparentemente desiertas. Algunos manifestantes empezaban a acercarse al parlamento y la sede del gobierno y, con las puertas abiertas, penetraban en su interior, comprobando que nadie se lo impedía. Huida, fuga, deserción, palabras como estas empezaban a llegar de un Kiev asombrado y curioso, que veía como el régimen que hasta el día anterior no había dudado en disparar contra la población se había evaporado. Las noticias se sucedían, en medio de un aroma de revolución triunfante que, poco a poco, iba tornando su gesto de sorpresa por el de satisfacción, y la sensación de miedo por la de victoria. Sin rastro ni noticias del presidente Yanukovich, su poder, los medios que lo sostenían y los símbolos en los que se amparaba, se estaban derrumbando delante de la población de Ucrania, y el acuerdo firmado con las potencias europeas el día anterior, que parecía una maniobra del gobierno para ganar tiempo en el control del país resultó ser una maniobra de distracción para ganar tiempo, sí, pero para organizar la fuga de Kiev, para salvar la vida que Yanukovich temía perder a manos de la masa enfurecida. Temeroso de acabar como Ceaucescu, o Gadaffi, el presidente todopoderoso se evadía en medio de las sombras de la noche, oculto en su cobardía, tras la vergüenza de no haber sabido gestionar la crisis del país, dejando tras de sí casi toda la legitimidad que un día tuvo y los bienes que atesoró desde su puesto de gobierno, destinado a regir un país, pero que como en muchos otros casos sólo sirvió para enriquecer a un clan, el de los suyos. Ya al mediodía las imágenes de Kiev eran las de la revolución triunfante, las de la victoria de una calle compleja, dividida, enfrentada, amalgamada solamente en la obsesión por derrocar al gobierno, pero que había conseguido su objetivo. Las escenas de personas entrando libremente en los aposentos del gobierno componían una imagen preciosa, de aires de libertad recuperada. Y no hay revolución que no se precie de serlo si, como dice David Gistaum, no lleva al pueblo a cagar en el baño de oro del dictador que le ha oprimido, y fue por la tarde cuando vimos esas imágenes de multitudes entrando en la residencia privada del ya expresidente Yanukovich, a las afueras de Kiev, en medio del lujo, con sus bañeras y spas, e inodoros con patas doradas, y campos de golf, y zoológico y museo del automóvil, y todas esas inútiles horteradas que vemos cada vez que cae un dictador, que me llenan de asombro, al ver que siempre la maldad y la codicia humana degenera en vulgar acaparamiento de objetos inútiles, que el fruto del robo a la sociedad por parte de un dirigente siempre se traduce en cientos de zapatos, de coches, de joyas, de pieles de animales... de los objetos más absurdos y necios posibles, que sigo sin comprender cómo pueden ser tan atractivos para el hombre como para preferirlos frente al deber de la gobernanza.

Y los ucranianos vieron y cagaron en el baño de su expresidente, y con esa escena la revolución se coronó. La Rada, el Parlamento nacional, lleva desde entonces aprobando leyes que desmontan el estado que Yanukovich creo para mantenerse en el poder, ordenó la liberación de la líder opositora Julia Timoshenko y ha convocado elecciones presidenciales para el 25 de mayo, en coincidencia, y obviamente no es casualidad, con los comicios europeos. El país está económicamente quebrado, su deuda está catalogada como CCC, pura basura, dividido entre prorusos y proeuorpeos, con una extrema derecha nacionalista muy crecida y con Rusia mirándolo muy de reojo. Un caos, pero de momento tienen motivos de celebración.

No hay comentarios: