Para los apasionados de la política
EEUU es el país del espectáculo, el derroche y la ostentación de poder, pero
Italia lo es del arte de mantenerse en él y de hacer todo lo posible para
conseguirlo. A un ritmo aproximado de un primer ministro por año desde la
constitución de la República, tras la II Guerra Mundial, el intercambio de
poderes, personajes, facciones y estrategias es digno de una teleserie. Podría
titularse “Juego en el Quirinal” porque todos hacen lo que sea para encaramarse
al trono republicano que se encuentra en ese palacio romano, sede del poder. Y
nunca sabrás de antemano cual es el personaje ganador.
El último movimiento ha tenido
todos los ingredientes necesarios para mantener en vilo a la audiencia.
Suspense, intriga, navajeo entre miembros de un mismo partido, y finalmente un
triunfador joven y con ganas de mucha batalla. Desde hace semanas, meses, se
rumoreaba con la caída del gobierno del Enrico Letta, un político gris, serio,
tranquilo y respetable, todo lo contrario que Berlusconni, que trajo estabilidad
a la convulsa Italia tras las elecciones en las que ganó el jefe de su formación,
Giovanni Bersanni, pero fue incapaz de llegar a acuerdos para formar gobierno. Letta,
candidato surgido de un consenso entre su formación, PD, el centro izquierda, y
los escindidos de Berlusconi, encabezados por el hasta ahora vicepresidente del
gobierno, Angelino Alfano, ha resultado ser toda una sorpresa. Su imagen ha ido
ganando peso con el tiempo, y muchos de los que auguraban su derrumbe a manos
de los socios de la coalición han visto como lograba embridar las pasiones que anidaban
bajo su convulso gobierno. Pero lo que no ha podido controlar ha sido el caos
que reina en su propio partido. La victoria derrota de Bersanni le hizo abandonar
las riendas del partido y se convocaron unas primarias para elegir al próximo
candidato, lo que ya en su momento se vio como gesto de desprecio hacia Letta.
La victoria, con una amplia mayoría absoluta, correspondió a Matteo Renzi,
alcalde de Florencia y uno de los políticos más conocidos de Italia, y no tanto
fuera de ella. Renzi, de 39 años, con toques de populismo y formas innovadoras,
ameno, con gran capacidad de seducción a la cámara y una innato estilo para desenvolverse
en los medios de comunicación como si fueran su casa, logró auparse a la cúspide
de su partido, y no tardó en enseñar la garra reclamando, primero de manera
sibilina, pero cada vez de forma más abierta y descarada, el gobierno que, como
ganador, le correspondía. A todos estos mensajes Letta contestaba de manera
vaga, como si con él no fuera la cosa, aparentando una tranquilidad que poco a
poco dejaba de existir. Su intención ha sido sostener el máximo tiempo posible
el pulso con Renzi, tratando de buscar que los meses de gestión le otorgaran un
plus de credibilidad y peso mediático e internacional que le hiciera resistir
el acoso. Sin embargo Letta no ha podido sostenerse en el cargo. Renzi no ha
parado hasta que ha logrado su dimisión, y si para ello ha tenido que pactar
con Berlusconni a la sombra del gobierno, pues lo ha hecho. Todo
por el poder, al que llega a una edad muy joven, record en la política
italiana, y no se si en la europea, y se va a convertir en el tercer primer
ministro Italiano que no es elegido en las urnas, tras el tecnócrata Monti y el
consensuado Letta.
¿Qué se puede esperar de Matteo Renzi? Ni idea,
la verdad. En Florencia le adoran, pero es muy distinto gestionar una ciudad
que un país. Su juventud impulsará formas novedosas y seguramente rupturistas,
lo que será bueno, pero temo el riesgo de que se pueda convertir en un ZP a la
italiana, un dirigente voluntarioso pero sin bagaje, experiencia ni conocimiento
como para afrontar los enormes retos que afronta el país. Desde luego su ambición
es enorme, lo que denota que es político hasta la médula. A partir de esta
semana veremos a ver en qué se traduce el huracán Renzi. De momento el bueno de
Letta lo verá desde la distancia, quien sabe si agradecido, pero en todo caso
dolorido por la forma en la que los suyos le han echado.
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