Hay lugares en el mundo,
especialmente en Europa, que sólo pronunciarlos implica recordar multitud de
hechos históricos. Es como si las palabras que los denominan tuvieran un peso
específico especial. Sebastopol, Simferopol, Yalta…Crimea son algunos de esos
nombresComparten con otros, como por ejemplo Trieste, Las Ardenas o Danzing, un
pasado turbulento, que les ha llevado a estar en manos de distintos imperios y
poderes, y por los que han pasado numerosos ejércitos que las han conquistado,
anexionado, sometido y perdido. En Crimea tuvo lugar la batalla de dicho nombre
en el siglo XIX, con la mítica carga de la caballería ligera de Balaclava que cantó
Tennyson.
Hoy, cerca de siglo y medio después,
Crimea vuelve a ser foco de inestabilidad y riesgos para todo el continente.
Tras la caída del gobierno proruso de Kiev y la instauración de un extraño régimen
plebiscitario que, en principio, sintoniza con occidente, la zona este de Ucrania,
de lengua t cultura rusa, se muestra hostil al cambio de poder que ha sufrido
el país, y es Crimea, el lugar en el que mayor es la influencia rusa, donde
esa oposición ya se ha levantado, armas en mano, y ha empezado a ocupar
organismos y dependencias oficiales del gobierno de Ucrania. En Crimea se
encuentra la sede de la flota rusa en el Mar Negro, un destacamento estratégico
para Moscú en el que miles de soldados residen y conviven con una población
que, hasta mediados del siglo XX, era jurídicamente rusa. Fue Krushev el
dirigente ruso que cedió administrativamente esta provincia al control de la entonces
República Soviética de Ucrania, pero en la práctica aquello ha seguido siendo,
cultural y emocionalmente, Rusia. Ahora la tensión que, larvada pero constante,
ha existido entre la población rusa y las autoridades ucranianas amenaza con
estallar del todo, siguiendo el ejemplo que los propios ucranianos han mostrado
al mundo con la ocupación de la plaza de Kiev y la revuelta contra el gobierno.
Y es Crimea el lugar en el que, nuevamente, vuelven a rozar potencias internacionales
y se resucitan fantasmas que se creían olvidados. Moscú alienta, apoya y
defiende las aspiraciones de los rusos de la región y ya ha puesto en estado de
alerta al ejército que se mantiene en la zona fronteriza del país, sin que se
sepa muy bien que quiere decir esto más allá de la bravucona amenaza que supone
su mera mención. Occidente, encabezado por una voluntarista pero maniatada UE, y
un poderoso pero muy silencioso EEUU, apoya al nuevo gobierno que va surgiendo
poco a poco en Kiev, pese a que mantenga serios recelos de los muchos
ultranacionalistas ucranios, de tintes totalitaristas y xenófobos, armados y
peligrosos, que se están infiltrando en los movimientos de protesta, y en todo
caso rechaza la posibilidad de que se produzca una escisión de Crimea o, aún
peor, una partición del país en dos mitades, una occidental o y otra rusa. En
medio de este escenario tan complejo y volátil apareció ayer en los medios el
destituido presidente Yanukovich, refugiado en una ciudad rus cercana a la frontera
de Ucrania, defendiendo su antiguo poder, autoproclamándose como el único y legítimo
presidente del país, y anunciando que hoy otorgará una rueda de prensa ante los
medios internacionales en la que contará que es lo que, en su parecer, ha pasado
en Ucrania estos días. Es poco probable que de explicaciones sobre su abultado
tren de vida, su afán de posesión, el dinero que él y su familia han robado a
los ucranianos a lo largo de estos años y las órdenes que dio para sofocar, de
manera violenta, a tiros, la revuelta de Maidan, pero su aparición, sostenida
por Moscú, añade inestabilidad a un conflicto que, a medida que avanzan los días,
se vuelve más incontrolable e impredecible.
Así que este es el panorama. Un país
sometido a fuerzas revolucionarias enfrentadas entre sí, con una economía al
borde de la bancarrota, una corrupción galopante y extendida por todos los
niveles del estado y de la sociedad civil, con tensiones territoriales, étnicas
y nacionalistas por doquier y con la intervención, más o menos velada, de todas
las potencias internacionales. A lo largo de esta semana muchas de las
expresiones que jalonaban los artículos de la era de la guerra fría han vuelto
a aparecer en los medios, antes impresos, hoy digitales, en una especie de
extraño e inquietante revival, pero con una tendencia a calentarse muy acelerada.
Es imposible saber lo que pasará hoy en Ucrania, aventurar el mañana es una
fantasía.
Subo a Elorrio este fin de semana y me pillo el
Lunes. Abríguense, ojo con la lluvia y hasta el Martes si no sucede nada
extraño.
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