lunes, marzo 31, 2014

El lío de la hora y sus cambios


Oscura, nubosa y húmeda mañana de finales de marzo la que tenemos en Madrid, en una jornada en la que todos notamos el efecto del cambio de hora realizado la noche del sábado al domingo, ya que el vienes entramos a trabajar de día, no con mucha luz porque también había nubes, pero de día, y hoy lo hacemos nuevamente de noche. Ya comprobamos ayer por la tarde la milagrosa extensión del día sobre la noche, lo cual muchos agradecen, pero seguro que uno de los temas de conversación que dominarán hoy los cafés es el cambio de hora y lo oscuro que estaba hoy cuando vinimos a trabajar.

¿Es necesario seguir con la costumbre del cambio horario? Buena pregunta, cuya respuesta es, me temo, que no. La idea del cambio de hora surge en los años setenta para ahorrar, con motivo de la crisis del petróleo (también los límites de velocidad en las carreteras surgen en esa época y con la misma finalidad) y se extienden por todo el mundo, de tal manera que somos unos cincuenta países los que lo llevamos a cambio, la UE toda a la vez y otras naciones con un cierto desfase. EEUU por ejemplo lo efectúa unas tres semanas antes que nosotros, a principios de marzo y de octubre. Hay muchos cálculos sobre cuánto se ahorra y todos ellos ofrecen cifras muy diversas, pero sí parece comprobado que el efecto de ahorro ha ido disminuyendo con los años a medida que las sociedades se han hecho más flexibles y los ritmos de vida se han ido volviendo más complejos. Para el caso de España se habla de unos trescientos millones de euros de impacto positivo, pero es muy difícil medirlo con exactitud, y al ser una cifra derivada de una agregación de muchas cosas las experiencias individuales suelen ser muy dispares y, normalmente, contradictorias. A buen seguro ninguno de sus conocidos le justifica con su propia experiencia que ahorra luz con el cambio (pruebe en la charla del café de hoy y verá). Se puede proponer la idea de desmarcarse del cambio horario y quedarse con uno solo, para todo el año… ¿Cuál? Las eternas dos Españas se dividirían en bloques antagónicos, uno apoyaría racionalmente el horario de invierno y otro el de verano. No tengo nada claro cuál de ello sería denominado como horario progresista y de izquierdas frente al otro, conservador y reaccionario, pero a buen seguro el PP apoyaría uno y el PP otro, y tendríamos otro asunto por el que discutir día y noche, más de día en verano y más de noche en invierno, quizás para, como siempre, no llegar a ningún acuerdo. Y algunos, entre los que yo me incluiría, en medio de la batalla, opinaríamos que lo mejor sería volver al horario de Greenwich y, de mientras en Europa se siga decidiendo cambiarlo, cambiarlo, pero de acuerdo a lo que sería nuestra franja horaria real. De hecho, si no se hubiesen cambiado los relojes en España este sábado ahora mismo estaríamos en el horario de verano que nos correspondería, de tal manera que en octubre Sí retrasaríamos una hora y tendríamos las manecillas del reloj mucho más de acuerdo con la lógica solar que nos corresponde. Piense usted que, gracias a la absurda idea de ir siempre con una hora de desfase sobre el meridiano solar por la mala definición de nuestra hora, con el cambio que hicimos este pasado Sábado ahora tenemos dos horas de desfase, lo que genera situaciones absurdas, como que pasadas las nueve de la noche sea de día o que en Galicia se haga de noche casi a las 11, a una hora del cambio de jornada. Si recuerdan hace unos meses se habló de que el gobierno estaba estudiando modificar la hora para volver a donde nos corresponde, Greenwich, y que se presentaría un informe con conclusiones y estudios al respecto.

¿Han vuelto ustedes a oír algo al respecto? ¿Saben si esa comisión existe o es un rumor, un ente que sólo se reúne de dos a tres de la mañana del último sábado de marzo? Sospecho que esa idea, la primera de muchas, igualmente necesarias e importantes, para racionalizar los horarios y aumentar la productividad y conciliación de la vida laboral y personal, no será llevada a cabo, por miedos o falta de visión por parte del gobierno. Y sería una pena. De hecho este sábado hemos desaprovechado una enorme oportunidad para hacerlo sin demasiados costes. A ver si hay suerte y lo largo del año se lo piensan, lo aprueban, y a finales de marzo del año que viene volvemos a tener la hora que nos corresponde.

viernes, marzo 28, 2014

La biología y la genética rompen otra barrera


Hace unos días hablábamos de un descubrimiento cosmológico de alcance que confirmaba la teoría del Big Bang y su desarrollo inflacionario. Hoy las portadas de los medios se llenan de adjetivos para calificar otro descubrimiento, en otro campo de la ciencia tan diferente como la biología genética, que puede suponer en sí mismo un Big Bang en lo que hace al desarrollo futuro de estas ciencias. Nuevamente me va a tocar explicarlo un poco, en breve, a lo bruto, y cometiendo errores que espero si los lee un experto en la materia no le escandalicen en exceso.

Supongo que ustedes ya saben lo que es el ADN de nuestras células, esa escalera de caracol formada por dos hebras que se enroscan y contiene la información que nos configura como sujeto vivo. Todos los seres vivos que nos basamos en células eucariotas, las normales, por así llamarlas, somos iguales. Puede sonarles raro, pero así es. El mosquito que le molesta a media mañana, los árboles del parque sito junto a su casa o su jefe, querido u odiado, somos entes compuestos por proteínas y sintetizados gracias a la información contenida en el ADN de nuestras células. Ese ADN es el libro de instrucciones que define cómo va a ser la célula del cuerpo, y todas las células del cuerpo poseen la secuencia de ADN íntegra para generar no sólo esa célula en concreto, sino el cuerpo en su totalidad. El ADN se organiza en los llamados cromosomas, fragmentos de la cadena que contienen instrucciones concretas, estructurados en parejas, que son algo así como su una enciclopedia de ciencias la dividimos en tomos, uno dedicado a la física, otro a la química, otro a la biología, etc. En los humanos son 42 los pares de cromosomas, y todas nuestras células contienen esos 42 pares. ¿Todas? No, hay dos que sólo tienen la mitad, los espermatozoides masculinos y los ovarios femeninos, de ahí que la unión de esas dos células genere un ser humano, definido por la información contenida en esos 42 pares. La información está escrita en el ADN en forma de secuencia de bases, moléculas especiales, que se denominan por sus iniciales, AGCT, de tal manera que la A siempre se engancha a la T y la G a la C. Siempre. En las células, asociados a los cromosomas, ahí por así llamarlos, dos máquinas biológicas muy importantes. Una se encarga de copiar esa secuencia de ADN en un proceso denominado  mitosis, previo a la división celular, para que cuando surjan dos células de donde sólo había una ambas tengan la misma información y, por tanto, pertenezcan al mismo individuo. El proceso es simple, la hebra de ADN se desenrosca, como el abrir de una cremallera, las bases quedan asiladas unas de otras y “buscan” bases libres que las complementen. Como la secuencia siempre es A con T y C con G, al cremallera abierta se va cerrando creando dos cremalleras idénticas. La otra máquina biológica es la que, con la información contenida en el ADN, elabora proteínas, que son los ladrillos que nos construyen como cuerpo. En las hebras de ADN las bases se ordenan siguiendo una secuencia, por ejemplo ATTAGACGTAAGGCA y ciertos fragmentos de esa secuencia, leídos de tres en tres letras, sirven para construir las proteínas. Esas máquinas biológicas “leen” esas secuencias y fabrican las proteínas. Por ello, cada individuo y especie se resume, muy en el fondo, en miles, millones de ATGC que siguen una secuencia determinada. Los libros de esa enciclopedia que comentábamos al principio contienen instrucciones para fabricar un organismo, y están escritos no en español o en inglés, sino en “ATGCano” el lenguaje genético. Secuenciar esa cadena de letras definitoria para cada especie, saber cómo leerla e identificar cuáles son las páginas que definen cómo crear cada una de las proteínas que conforman nuestros cuerpos es saber cómo crear una especie, es conocer cómo fabricar una entidad biológica. Tremendo.

Entonces, ¿qué es lo que han conseguido estos investigadores? Algo alucinante. En un laboratorio han sintetizado, creado de manera artificial, un cromosoma de una célula de levadura, más pequeña y simple que una de las nuestra, pero que funciona exactamente igual. El cromosoma original, compuesto por más de 300.000 pares de bases, secuencias de las letras ATGC, ha sido reemplazado por ese cromosoma artificial, que se ha construido con algo menos de letras, unas 270.000. Y una vez puesto el nuevo cromosoma en la célula, la maquinaria biológica se ha puesto en marcha y… funciona!!! Se replica como el natural, y genera proteínas como el natural.. pero NO ES el natural. En pocas palabras. Esa célula de levadura es otra especie de levadura distinta al resto, la primera creada en laboratorio. Algo alucinante.

jueves, marzo 27, 2014

No tiene ningún sentido rescatar autopistas


La economía capitalista de mercado en la que más o menos vivimos es el mejor de los sistemas económicos, o el menos malo de los conocidos, como diría Churchill. Pese a sus limitaciones y problemas, que vemos día a día, posee innumerables ventajas, que nos han permitido experimentar grandes y sostenidos crecimientos económicos a lo largo de varias generaciones. Uno de los pilares ocultos, pero fundamentales, de este sistema, es la libertad individual y la responsabilidad que ello conlleva a la hora de crear un negocio. Si la cosa va bien, bien, pero si la cosa va mal… mal. Con este fin existen numerosas leyes que regulan el nacimiento, vida y quiebra (fallecimiento) de una empresa.

Es en este marco en el que se produjo el llamado rescate bancario hace un par de años, en el que los gobiernos de medio mundo destinaron enormes sumas de recursos públicos para rescatar a un sistema financiero que amenazaba con el colapso. Fue una situación muy peligrosa para todos, mucho más de lo que ya parecía, y se oyeron críticas desde todas partes ante esa actuación, inaudita y sorprendente, algunas de ellas con fundamento, otras con bastante demagogia. Yo defendí el rescate, pese a que viola gran parte de mis convicciones económicas, porque era un caso de fuerza mayor, el negocio bancario posee un carácter sistémico y su colapso podría arrastrar a toda nuestra economía, y sociedad, a un pozo de una profundidad y dimensión muy difícil de evaluar y, sobre todo, escapar. Se puede discutir los detalles del rescate, el procedimiento, las consecuencias que ha tenido para la sociedad y los integrantes de las ejecutivas bancarias, la forma de gestionar las entidades, el proceso de salida, las consecuencias morales y sociales, y muchos otros aspectos, pero el rescate era el mal menor ante un desastre potencial mucho más grave. Pero dicho esto, hay que recalcar que el caso bancario es especial, por su carácter sistémico y principal, y lo que los gobiernos han hecho ante un sector excepcional no lo pueden convertir en una norma de actuación común y corriente ante cualquier otro sector que, pese a su importancia (todos la tienen en cierto grado) no es determinante como el sistema financiero. Y ante nuevos rescates sectoriales debemos levantarnos en contra, protestar y denunciar que lo que era excepcional no se puede convertir en normal, que las inyecciones de testosterona en vena aplicadas para sobrevivir a un infarto no se pueden administrar día sí y día también ante dolores de espalda o de lumbares, a riesgo de dejar al cuerpo hecho una adicta piltrafa. Así, vemos ahora como el gobierno, ante las reiteradas peticiones de las concesionarias, y las amenazas de quiebra, planea realizar un rescate público sobre las autopistas que, licenciadas hace ya una década, se encuentran al borde del cierre, incapaces de afrontar sus gastos por la caída de la demanda de unas infraestructuras que se diseñaron en tiempos de burbuja y demanda creciente y que ahora lucen desiertas y vacías, sin tráfico que las utilice. En su momento el crecimiento imparable de la demanda determinó que era necesario construir nuevos ejes viarios de pago, especialmente para el acceso a Madrid, las llamadas radiales, y en otros puntos de la red viaria, que mostraban síntomas de congestión. El gobierno licitó las obras, las financió y sacó a concurso de explotación, al que se presentaron una serie de empresas que, en base a unas previsiones públicas de uso y ganancias derivadas de la explotación de las infraestructuras, presentaron unas ofertas económicas para hacerse con la gestión. El concurso se resolvió y adjudicó. Y llegó la crisis, y los coches no aparecieron por las nuevas autopistas y las pérdidas crecieron a medida que pasaba el tiempo. Las previsiones se mostraron falaces y las empresas, una a una, amenazaron con la quiebra si el gobierno, licitador, no les ayudaba.

Ahora mismo nos encontramos en lo que parece una negociación entre licitadores y gobierno sobre la cuantía de la quita que deben asumir los primeros para que el segundo aporte recursos públicos que cubran el agujero. Y esto es un error. No se debe hacer. El gobierno no debe rescatar ninguna de estas autopistas, que si no son rentables deben quebrar como está mandado, y las empresas concesionarias deben apechugar con las pérdidas y, en su caso, demandar al gobierno si consideran que se presentaron a un concurso en el que las condiciones ofertadas no eran realistas ni sinceras, y que sean los tribunales los que dictaminen si deben ser compensadas o no, y en su caso en que cuantía. Pero el instrumento del “rescate” no debe volver a ser utilizado. Así de simple.

miércoles, marzo 26, 2014

Obama tiene razón respecto a Rusia, pero…


Ayer, mientras la solemnidad, el respeto y la emoción acompañaban en Madrid y Ávila a los últimos pasos del féretro de Adolfo Suárez sobre la superficie de la tierra, en Holanda tenía lugar una reunión de la cumbre de seguridad nuclear, a la que debía asistir Rajoy, que no lo hizo por los actos funerarios de Suárez, en el marco de la cual Obama pronunció un buen discurso (siempre son buenos, casi siempre carecen de consecuencias) en el que dijo cosas muy ciertas respecto a la posición de Rusia en Ucrania pero dejó claro que nada va a cambiar una vez asumida la anexión de Crimea por parte de Moscú.

Lo más acertado de sus palabras fue la comparación que estableció entre el poder duro y blando de ambas naciones y el uso que hacen de él. Así, señaló que EEUU tiene una gran capacidad de influencia (cada vez menos) en todo el mundo sin necesidad de invadid países, mientras que Rusia, con su movimiento militar anexionista, ha mostrado su debilidad más que su fortaleza, y ha aumentado el resquemor de sus vecinos, que desean cualquier cosa menos estar cerca del imperio que surge en Moscú. Todo esto es verdad, es una verdad muy profunda, y tienen razón los que señalan que el poder blando, que genera atracción, del que EEUU y la UE son grandes poseedores, es el que puede al final decantar la mayor parte de los conflictos, pero no es menos cierto que el poder duro (las armas, las sanciones, el miedo) juega un papel muy relevante, y que menospreciarlo puede ser un fatídico y terrible error. Quizás Putin, desde uno de sus zaristas salones del Kremlin, estuviera oyendo el discurso, y asintiendo con la cabeza, pensado para sus adentros que sí, que esas palabras son ciertas, pero los hechos son que Crimea es mía, la inmensa mayoría de los rusos me apoyan y la aventura militar me ha salido muy barata, con cero bajas y una reprimenda internacional que haría reír a unos pandilleros de colegio. Del discurso de ayer se puede sacar la conclusión de que todas las partes aceptan el cambio de status quo de la península de Crimea, consideran que Rusia se ha pasado pero qué se le va a hacer, apoyarán al gobierno de Ucrania mediante palmadas en la espalda pero sin ningún tipo de armamento ni soporte militar (duro) y sólo, quizás, y puede, que si Rusia vuelva a las andadas y reclame nuevos territorios las sanciones se endurezcan, hasta el punto de que algún McDonald’s sito en Rusia se cierre. En el tablero de ajedrez del mundo la partida ucraniana vuelve a una posición de tablas tras la ganancia de Rusia del peón crimeano, y todos los jugadores paran el reloj para estudiar la configuración de las piezas y determinar sus estrategias. En medio, el solitario, débil y vacilante gobierno de Kiev, que no está muy claro ni a quién representa ni que gobierna, que trata de pedir socorro a gritos ante una Europa y EEUU que no piensan mover ninguna pieza de momento, asustados como se han quedado con la celeridad y determinación de Rusia a la hora de buscar sus objetivos. En Kiev se saben solos, se sienten débiles, y notan que el reloj corre en su contra, con la fecha marcada de las elecciones de Mayo, en las que el futuro del país se juega el todo por el todo, con la necesidad perentoria de que surja un gobierno de unidad que represente tanto a proeuropeos como prorusos, que establezca unas relaciones fluidas con ambos lados de sus fronteras y que, en la medida de lo posible, sirva de puente entre los dos mundos, occidente y la estepa eslava, convirtiéndose en un punto de atracción y no de fricción, haciendo de Ucrania no el territorio donde se enfrenten ambas ideas, sino el lugar donde se encuentren.

Esto es muy idílico, ya lo se, pero es que el resto de alternativas son de pesadilla. Empezando por la enorme inestabilidad de este gobierno de Kiev y del país en su conjunto. Ayer murió tiroteado uno de los líderes de la extrema derecha ucraniana, representante de una de las fuerzas que, como no, se han hecho fuertes en la plaza Maidan y cada vez ocupan mayo espacio en la gobernanza del país. Todos vimos como paramilitares fascistas echaron a golpes al director de la televisión ucraniana por no gustarles cómo se llevaba a cabo la cobertura de la crisis de Crimea. En esta coyuntura confiar en el proceso electoral ucraniano es un acto de fe digno de un apóstol galileo, pero no nos queda otro asidero al que agarrarnos. Crucen los dedos de aquí a Mayo.

martes, marzo 25, 2014

Miles de personas homenajean a Suárez


Poco puedo añadir a los muchos artículos, entrevistas y declaraciones que, desde el fin de semana, glosan la figura de Adolfo Suárez en un ejercicio de reconocimiento y honra que es, realmente, curioso, dada la víscera cainita que se aloja en cada uno de los españoles, y de la que ya fue víctima el propio Suárez en el largo y triste final de su carrera política. Los elogios, merecidos, le llegan de muchos ahora, cuando sólo su familia y allegados pueden recogerlos, y no antes, cuando en la soledad, el alabado aún podía escucharlos y recibirlos con cariño. Luego, cuando entró en la sombra del Alzheimer, ya daba igual qué palabras le fueran dichas o no.

Por eso, para no añadir de mi cosecha a una mesa ya muy rebosante, quiero quedarme con la imagen de las miles de personas que han hecho cola a lo largo de todo el día de ayer para rendir tributo y homenaje a su persona, a su ataúd, aposentado el Congreso de los Diputado, convertido durante más de una jornada en improvisado tanatorio, en el que se vela el cadáver del gran hombre. Miles de personas, venidas no sólo de Madrid, sino de muchos puntos de España, que desde primera hora de la mañana guardaban cola, primero muy recta, luego serpenteante, para tratar de alojarlos a todos. Personas que en algunos casos conocían personalmente a Suárez y su familia, las menos, o que le habían votado, o que simplemente tenían un recuerdo intenso de aquellos años, de los peligros que entonces se vivieron, que fueron conscientes de lo poco que faltó para que todo ese experimento democrático se fuera a la porra, y simplemente estaban ahí como muestra de gratitud. Personas mayores, de la generación de Suárez, que vivieron la transición en sus años de mayor intensidad profesional, para los que la dictadura fue el régimen que ahogó su juventud, y personas jóvenes, muchas personas jóvenes, para quienes Franco es algo que aparece en los libros de texto, en algunas películas y documentales, y les es tan cercano como Hitler o Napoleón, a las que lo que más les suena de esa época son las primeras temporadas de la serie “Cuéntame” y que, como mucho, han oído en casa historias, contadas por sus padres, de unos años que se les antojan muy lejanos, como de blanco y negro. Personas muy de derechas, que en un tiempo apoyaron el régimen de Franco o medraron a su costa, y que tuvieron la lucidez de renunciar a su régimen y sus ventajas para que el país en el que vivían pudiera volver a ser uno unido y libre, personas muy de izquierdas, que combatieron al régimen, se jugaron el tipo, sus bienes y sus vidas para tratar de hacer caer una dictadura opresora que asfixiaba al pueblo, y que tuvieron la lucidez de, caído el dictador, dar la mano a sus antiguos adversarios para caminar juntos hacia la democracia y la libertad, y personas sin ideología, con algunas creencias pero nada consistentes, que se encontraban en medio de la nada, y que se unieron a las dos anteriores para caminar conjuntamente hacia el progreso. Todas ellas, las ideologizadas y las no, las moderadas y las radicales, las antiguas y las modernas, vieron en Suárez la esperanza encarnada, la voluntad de un nuevo tiempo, de una nueva política que le diera prestigio a esa palabra, otorgando precisamente la palabra a la calle, abriendo las ventanas de un país en el que el olor a rancio apestaba en cada esquina, y fue ese hombre el que logró transmitir esa necesaria imagen de concordia. En compañía del Rey, Suárez fue la figura en la que se depositaron tantas esperanzas, que no fueron frustradas. Por eso, miles de personas hicieron cola ayer, y hoy, para rendirle tributo.

Ha querido la casualidad que el homenaje al féretro de Suárez coincidiese con el entierro de Iñaki Azkuna, alcalde de Bilbao, que suscitó también un sentido homenaje por parte de los habitantes de Bilbao, que lo querían y respetaban. Con trayectorias muy distintas y desde puntos políticos e institucionales muy diferentes, tanto Suárez como Azkuna encarnaron la figura del servidor público, la vocación de trabajar para los demás desde puestos de responsabilidad, de entregarse a su oficio que, en este caso, era ayudar y coordinar a los demás. En tiempos oscuros de corruptelas, enfados y desaliento social, esas dos figuras a las que despedimos nos recuerdan que otra política es posible, otra forma de hacer las cosas está a nuestra disposición, si queremos, si surgen de entre nosotros figuras que así lo encarnen.

viernes, marzo 21, 2014

Iñaki Azkuna y el Gran Bilbao


Nací hace casi 42 años en Elorrio, un pequeño pueblo de Vizcaya situado a casi cuarenta kilómetros de Bilbao, en una época en la que esa distancia era mucho mayor que la de ahora. Para nosotros, de pequeños, Bilbao era casi más un mito que una realidad. Pasaban pocos autobuses por el pueblo que allí viajaban, pero sabíamos que existía una realidad diferente, de señores elegantes, trajeados, de grandes tiendas, de comercios, edificios imponentes, fábricas inmensas… Una o dos veces al año iba con mis padres a Bilbao, y esa era una de las excursiones más importantes del año.

El mito de Bilbao lo ha hecho su entorno, su clima y, sobre todo, su gente. Seria, industriosa, afable, responsable, trabajadora, abierta, bruta, liberal y franca, la esencia del bilbaíno es mucha, y la empecé a conocer cuando llegué a la universidad, en 1990, en una ciudad que todavía era gris y oscura, con ruinas industriales por doquier, un aire denso y una ría fétida que no era exactamente líquida, sino más bien pastosa. Algunos de mis compañeros de facultad eran lo que se puede definir por bilbaíno, algo chulescos y grandilocuentes, sí, pero nobles de corazón y entregados con pasión a sus deseos y apetencias. Formaban parte de una ciudad, sí, Bilbao es una ciudad, que desde siglos pasados se ha levantado orgullosa y fuerte frente a todos los que, muchos, han deseado humillarla, al verla como símbolo de un progreso y tradición que chocaba contra sus ideas. Los carlistas la bombardearon con saña en el siglo XIX, porque ese bocho liberal que era Bilbao se oponía con toda la fuerza de sus ideas a la retrógrada farsa que representaban los requetés y las boinas rojas. Posteriormente los nacionalistas, que han erigido al caserío y al ambiente rural como la arcadia feliz del mundo vasco, trataron con desprecio a Bilbao, lugar industrioso, abarrotado, lleno de gente venida en aluvión de toda España y resto del mundo, que atestaban sus calles y plazas, y rompían con la monocordia verde y silenciosa de las campas rurales. En los mismos pueblos, en el mío, los mayores miraban con recelo a Bilbao y a todo lo que sonase a ciudad, como fuente de todo mal, como origen de perversiones, modas falsas, costumbres pecaminosas y corrupciones de todo tipo. Pero a todos a podido Bilbao, a todos ha conquistado, porque posee un espíritu que va mucho más allá de los límites y esquemas que una mente rígida y simple pueda desarrollar. Bilbao es todo eso y mucho más. Y quizás sea Unamuno, ese personaje del siglo XIX, contradictorio, genial, brillante, caótico y esquizofrénico, quien mejor pueda definir la idiosincrasia de una ciudad indefinible. Fue Iñaki Azkuna quien hace años, en medio de las críticas de los nacionalistas y los batasunos, reivindicó la figura de Unamuno para sí y para la ciudad que regía, como símbolo del vasco universal, del pensador que se enfrenta a todos y a sí mismo en la búsqueda de la verdad, esquiva, que parece jugar con él entre las siete calles del Casco Viejo. Ordenó recuperar la cabeza del filósofo que, clavada en lo alto de una columna, como su fuera una pica medieval, se yergue en la plaza del mismo nombre, y que había sido sustraída por unos delincuentes días semanas antes. En ese acto de reposición de la cabeza de Unamuno, Azkuna demostró que se había presentado a la alcaldía por las siglas del PNV, pero que era alcalde de todo Bilbao, que sentía como propias todas las ideas que bullían en una ciudad a la que, como tantos, amaba hasta en lo más profundo, y que su altura de miras y grandeza de ideales no los iban a cercenar cuatro cafres y su banda de acólitos, que no eran capaces ni de admirar la grandeza del lugar en el que se encontraban protestando.

Ayer, a los 71 años, Iñaki Azkuna falleció en su casa rodeado de su familia, y de medio Bilbao, y de muchas personas del resto de España y del mundo, que sintieron su muerte como propia. Su figura ha ido creciendo a lo largo de estos años hasta suscitar el aplauso y admiración de todos, y también los votos, elegido por una mayoría absoluta de ciudadanos creyentes de ideas políticas muy diversas, pero que veían en Azkuna a SU alcalde. El valor y entereza al afrontar el final, en público, mostrando su deterioro a la vista de todos, el haber dejado a la ciudad renovada y sin un euro de deuda, la adhesión popular…. Son muchos los méritos de Azkuna, que nación en Durango, cabeza de la comarca de Elorrio, demostrando que los de Bilbao nacen donde se les pone en la punta de los coj…..

Subo este fin de semana a Elorrio, a cuarenta kilómetros de Bilbao, y me cojo el Lunes. Abríguense y hasta el Martes si no pasa nada raro.

jueves, marzo 20, 2014

La valla de Melilla, el mar de Lampedusa


El salto de la valla de Melilla del Martes ha sido el más numeroso y espectacular de los que se recuerdan. Cerca de quinientos inmigrantes lograron llegar hasta el otro lado de la verja, deambular por las calles de la ciudad y acabar en el hacinado centro donde temporalmente son acogidos, que diseñado para albergar unas quinientas personas, hacina ahora entre sus instalaciones a cerca de dos mil. Ni las concertinas sitas en lo alto de la valla ni el refuerzo policial ni nada de nada. Los asaltos a la verja se suceden, cada vez con mayor intensidad y frecuencia, y no está claro cómo pueden evitarse.

Ese mismo día era más de dos mil las personas rescatadas por las patrulleras de la armada italiana en el Mediterráneo, en su ciega travesía hacia Lampedusa, lugar en el que el verano pasado un naufragio mató a cientos de personas e hizo que todos nos escandalizáramos, avergonzáramos y proclamásemos propósitos de enmienda. Transcurridos los meses, qué sorpresa, nada se ha hecho, ni por parte de la legislación o dotación financiera por el lado europeo o por la estabilización de las fronteras exteriores por el lado de los países emisores de inmigrantes. Nada de nada. Cada cierto tiempo el Mediterráneo escupe cadáveres que se acumulan en nuestra conciencia y la valla de Melilla se lleva miembros de personas que tratan de cruzarlas, pero el problema sigue ahí. Y no es, me parece, un problema de inmigración en sentido estricto. África no nos invade, ni nada por el estilo. Recordemos que las puertas de la inmigración clandestina en Europa son las carreteras, los aeropuertos, y todos los lugares por los que se puede entrar con visado de turista por tres meses y no volver. No, el problema de Melilla, Ceuta, Lampedusa y otros puntos calientes es un problema de seguridad pública y de control de fronteras, y obviamente, no es agradable. Su gestión es oscura, fea, quita votos y recolecta insultos en las redes sociales, se haga lo que se haga. El racismo que existe en nuestra sociedad se disfraza de buenismo al ver a esas pobres gentes colgadas de la valla tratando de entrar, y reclama que se les permita el acceso, pero reniega de los inmigrantes que ocupan un puesto delante de los “auténticos nacionales” en las colas de los ambulatorios o a la hora de escoger plazas de colegio. Las autoridades comunitarias exigen un trato digno y sin violencia en el control de una frontera que, sita a miles de kilómetros del frío norte de Europa, no es sino un espejismo que en nada afecta al día a día. Y así pasa el tiempo y no se adopta ningún tipo de medida que permita aliviar el problema. ¿Y cuáles son esas posibles medidas? Con las vallas hay tres opciones. Una es tirar la valla y que entre todo el que quiera. En apenas unos días Ceuta y Melilla estarían desbordadas, más que duplicando su población actual, y el caos sería absoluto. Otra sería impedir todo paso, usando para ello la fuerza y medios necesarios. Entre esos extremos, que generarían situaciones muy indeseables, se sitúa nuestro vacilante gobierno, y el anterior, y el siguiente, que optan un día por ser muy duros y dos por hacer la vista gorda, y tratan de que el tiempo arregle algo la situación. Probablemente sea la táctica más cutre de las tres y, en el fondo, la más efectiva. Más allá de las vallas, el problema de fondo, que es la desastrosa situación de los países de origen de esta inmigración, no se va a resolver en un mes, año o década, por lo que apelar a esa alternativa queda muy bien en las tertulias pero es inútil. La otra vía de solución es la de contar con el país que está al otro lado de la valla, y en este caso España lo tiene más fácil con Marruecos que Italia con Libia, o lo que sea ahora ese territorio. Se pueden acordar las llamadas expulsiones en caliente, que por duras que suenen son lo más fácil de ejecutar, y sobre todo, pagar dinero, mucho mucho dinero, al gobierno marroquí para que controle el espacio aledaño e impida que esas miles de personas se agolpen al otro lado para tratar de dar el salto. Sí, dinero, y mucho, para que Marruecos haga de portero de discoteca y nos mantenga tranquilos. Ya se que todo esto suena muy duro, pero es así.

Hay otras dos opciones. Una indirecta, fea y sucia, es pagar y tratar con las mafias que trafican con esas personas, para otorgarles un negocio alternativo y que dejen el esclavismo, que es a lo que se dedican. También se les podría perseguir y detener sobre el terreno, pero eso exige que cuerpos policiales y militares españoles, en este caso, trabajen en Marruecos, pero eso lo veo realmente difícil. LA otra la mencionó un tertuliano en la tele a principios de semana, que es coger a esos cientos de inmigrantes, subirlos a un avión y llevarlos a la frontera francesa (mejor la belga, alemana o danesa, creo yo) y esperar a que la UE, ante un problema que vería por fin como propio, empiece a actuar, a cambiar las leyes y, sobre todo, a pagar dinero, mucho mucho dinero, para tratar este difícil asunto

miércoles, marzo 19, 2014

La contaminación que ahoga París


Saliendo de casa esta mañana de camino al trabajo me he dado cuenta de que han caído algunas gotas de lluvia a lo largo de la noche, apenas las suficientes para mojar el suelo, pero capaces de humedecer el ambiente y darle un toque distinto tras más de dos semanas de anticiclón perpetuo sobre España y el resto de Europa, que nos ha proporcionado el sol y la tranquilidad que muchos ansiaban tras el carrusel de borrascas atlánticas que no ha dejado de golpear el país a lo largo de un Enero y Febrero no muy fríos pero sí lluviosos, ventosos y violentos.

Pero no todo es perfecto. El anticiclón, el aire pesado quieto sobre las ciudades, las calefacciones aún en marcha y los millones de coches que por ellas se mueven han disparado los niveles de contaminación hasta límites peligrosos, que en China serían considerados como aire limpísimo, pero que en el resto del mundo suponen una alerta a tener en cuenta. La situación más complicada se ha vivido en Centroeuropa, y París ha sido la capital más afectada. Muchas han sido las imágenes en las que, desde el cielo, se veía una enorme extensión urbana cubierta por una capa de contaminación, literalmente de mierda, que la oscurecía por completo, y en medio de la escena la imaginación ayudaba a completar la efigie de la Torre Eiffel, cuya base se distinguía con facilidad, pero que se iba difuminando a medida que ascendía hacia la mugre que todo lo tapaba. La imagen era inquietante, y daba que pensar, y volvía a hacerme fuerte en mi argumento de que el cambio climático, del que tanto se discute, habla, teme y tantas portadas ocupa, es aún un futurible de difícil gestión, mientras que la contaminación urbana, que día a día mata a miles de personas y genera cánceres sin fin es un problema de nuestro tiempo, que está aquí, que nos perjudica ya, en este mismo instante en el que usted y yo respiramos, y contra el que nada hacemos en serio, más allá de algunas medidas cosméticas. En el caso de París el Ayuntamiento hizo lo que pudo, decretando inicialmente la gratuidad de los transportes públicos y alentando a la población para que los utilizara o recurriera a las bicicletas, que no contaminan. Como el anticiclón no se movía y la capa de mierda no disminuía, recurrió a medidas más drásticas, como la restricción del tráfico en la ciudad, permitiendo sólo el uso de vehículos con matrículas pares o impares en días alternos. Mano dura para llevar a cabo esta medida, y sobre todo un cierto movimiento en la atmósfera que empezó a dispersar la contaminación han sido las causas de que la crisis parisina haya pasado, pero que pueda volverse a repetir, allí y en cualquier otra de nuestras ciudades, si las condiciones meteorológicas se vuelven a repetir, cosa que es mucho más fácil de que suceda de lo que pudiera parecer. Así, la crisis ha pasado pero el problema persiste, y las soluciones que se adoptan son parches para salir del trago sin que solventen el problema de fondo. Piense usted en que parte de nuestras ciudades se inundase cada vez que lloviera cuatro horas seguidas. ¿Sería admisible que el ayuntamiento y gobierno no emprendiera obras para evitarlo? Todo el mundo saldría indignado a la calle a manifestarse reclamando desagües, colectores, alcantarillado, y todas las infraestructuras que a usted se le puedan ocurrir, para evitar ese tipo de desastres. Aquí, sin embargo, frente a la contaminación, ni hay presión ciudadana ni concienciación social, en gran parte porque somos cada uno de los usuarios del transporte privado los que emitimos nuestra cuota de responsabilidad y nos negamos a reducirla, sacrificando comodidad personal (yo no tengo coche en Madrid, pero da igual). Quizás si hubiera una chimenea muy grande y oscura en cada ciudad la presión popular la acabaría cerrando, pero hay millones de microchimeneas muy difíciles de taponar.

Así, París nos ha vuelto a poner sobre la mesa este incómodo problema, que en las ciudades españolas ni siquiera se plantea. Con Madrid a la cabeza, la gestión de la contaminación urbana en España pasa, al parecer, por emitir rogativas a la virgen de los vientos para que sople y se lleve las nubes. No se habla de peajes de acceso, de sustitución de vehículos contaminantes por otros limpios, por un parque de alquiler de vehículos eléctricos urbanos sin emisiones, por renovar la flota de autobuses eliminando las emisiones públicas, por campañas de concienciación, por información del nivel de emisiones, etc. El problema es complejo, difícil y de lenta solución, de acuerdo, pero si hay voluntad algo se puede hacer. ¿Por qué no actuamos? ¿Por qué no nos importa algo tan serio para nuestra salud?

martes, marzo 18, 2014

La inflación cósmica, Sheldom Cooper y The Big Bang Theory


Siempre estamos oyendo hablar de inflación, en su sentido económico, que hace referencia al aumento de los precios, y sobre ella se discute apasionadamente, porque tampoco se la entiende del todo, y en épocas aparentemente deflacionistas como las actuales, aún más. Pero hay otras inflaciones a parte de las del dinero. La más conocida, y casi tan compleja (es un chiste) es la cósmica, teoría desarrollada en torno a los años ochenta del siglo pasado para explicar algunos detalles de la teoría del Big Bang cuya observación dejaba sorprendidos a los científicos. A ver si soy capaz de explicárselo sin que ningún experto que me lea me asesine.
 Supongo que la teoría del Big Bang sí les suena, la del surgimiento de nuestro mundo mediante una explosión a partir de un punto de densidad infinita. Con el tiempo se ha ido refinando y asentando como la teoría más aceptada. Si ustedes la estudian en profundidad verán que la creación del universo sigue un proceso bastante lógico de expansión y enfriamiento, desde un principio infinitamente cálido, y llega una edad, en torno a los 400.000 años a partir del nacimiento, en el que la temperatura baja lo suficiente para que la materia deje de estar en forma de plasma y la radiación la pueda superar y expandirse. Según esa idea, debe quedar aún en nuestro universo, de más de 13.000 millones de años, restos de esa radiación, a una temperatura muy baja, y es que frecuencia y temperatura a estos efectos son equivalentes. Pues bien, hace ya algunos años esa radiación, de fondo de microondas como se la denomina, se detectó, y el Big Bang recibió el espaldarazo definitivo. A partir de ahí, sabiendo cómo había sido el inicio, se trataba de configurarlo de tal manera que pudiera generar el universo que observamos habitualmente. Y una de las preguntas que obsesionaba a los científicos es que, mire uno hacia donde mire, el universo parece idéntico a sí mismo. Hay galaxias con millones de estrellas, pero la densidad media que se observa es similar en todas partes. Es curioso que de un surgimiento caótico se genere un “aparente” orden. Esto, junto a otros problemas de orden cuántico más complejos, traía de cabeza a muchos expertos, que se encontraban con un escollo muy grande a la hora de cuadrar la prueba de la existencia del Big Bang con un resultado del Big Bang incoherente. En los ochenta Alan Guth y otros científicos desarrollaron lo que se llamó la teoría inflacionaria. Para ellos, instantes después de la explosión del Big Bang, se produjo una expansión repentina y muy acelerada del tejido del espacio tiempo, que es lo que contiene a la materia, a nosotros, al BCE y a la FED, a una velocidad mayor aún que la de la luz, que llevó al universo de medir la casi nada a un tamaño enano, como el de una moneda, y que al estirarse de manera tan súbita, se aplanó, permitiendo que la materia y radiación se distribuyeran de manera homogénea. Si lo viéramos a través de un gráfico de dos dimensiones, desde el punto inicial el universo no se expande linealmente como un cono, hacia arriba y hacia abajo, sino que adopta una forma de campana, creciendo bruscamente desde el punto inicial y luego suavizando su tasa de crecimiento, expandiéndose de manera más suave. La cuestión es que la teoría inflacionaria resolvía el problema del universo homogéneo y un montón de complejas cuestiones asociadas, pero era una idea extravagante, como sacada de la manga, sin mucho sentido inicial. Funcionaba sobre el papel, pero ¿cómo verificarla? ¿Cómo saber si no era nada más que una elucubración matemática sin sentido real? Los científicos que la desarrollaron dijeron que, de haber existido, la inflación hubiera dejado rastro, en forma de ondas gravitacionales (perdón por el concepto) en la radiación de fondo de microondas.
 Es decir, que en la radiación que hemos visto al principio que ya hace años se detectó como prueba palmaria del Big Bang debieran existir trazas de “algo” que justificaría la inflación. Y eso es justo lo que se anunció ayer, el descubrimiento de esas trazas, de las marcas que en esa radiación dejó la inflación, las huellas que permiten afirmar que ese extraño proceso tuvo lugar al principio del universo y que la teoría que lo promulgaba era cierta. Como supondrán, un bombazo en lo que hace a la cosmología, la física teórica y la ciencia en general. Pueden consultar información, mucho más completa y mejor explicada de lo que yo soy capaz de hacerlo en, por ejemplo, aquí, aquí y aquí. Hoy es un gran día para Sheldom, Leonard y los demás personajes de The Big Bang Theory!!!!!!!!!

lunes, marzo 17, 2014

Putin ya tiene Crimea, ¿y ahora qué?


Imagino la escena de ayer por la noche, en la que Putin recibe la llamada de Kim Jong Un, el regordete dictador de Corea del Norte, para felicitarle por la victoria lograda en el amañado referéndum que ha organizado la madre Rusia en Crimea. “Muy bien, Vladimir, gran éxito el tuyo… pero eres una nenaza!!!. Cómo se puede sacar sólo un 96% de los votos!!! Hay que llegar siempre al 100%, como yo. Descansa esta noche, pero mañana por la mañana tienes trabajo, debes encarcelar a ese 4% de disidentes, que sepan lo que es bueno” Y cada poco tiempo Putin, al otro lado del teléfono, asiente con su sonrisa fría y satisfecha.

Más allá de las coñas, el resultado de la farsa crimeana es indiscutibles. Aplastante mayoría la que desea volver a un Rusia a la que ha pertenecido desde hace varios siglos, y desprecio total hacia el poder establecido en Kiev, aparente regente de Ucrania, que hace tiempo que perdió el control sobre esta península del Mar Negro. Con una hábil combinación de presión popular e intimidación militar, Putin ha logrado su objetivo de desgajar Crimea de Ucrania, garantizándose el control absoluto del territorio en el que se asienta su flota y logran do el éxtasis entre los rusos, crimeos o no, por todo lo que este episodio ha supuesto de defensa de sus valores, identidad e integridad. Putin sale, de puertas de Rusia para dentro, muy reforzado, convertido en el nuevo esposo de la madre Rusia, el líder que puede llevar a los rusos a recuperar una posición prevalente en el mundo, a volver a ser respetados, y no ridiculizados. Un éxito. La pregunta de fondo tras lo sucedido es si Putin se va a conformar con Crimea, y o va a extender esta forma de operar a parte del territorio continental ucranaiano, donde se asientan ciudades con Donetsk, de amplia presencia y cultura rusa. Visto lo barato y relativamente sencillo que le ha salido el juego de Crimea, no es descartable que tras comerse este peón Putin siga jugando al ajedrez en busca de otras piezas. Las mismas excusas, basadas en la seguridad de los habitantes y hablantes rusos, pueden ser esgrimidas en ciudades y territorios de una Ucrania en la que el gobierno de Kiev cada vez parece tener un menor control. Pareciera por un momento que la caída de Crimea, pese a las alaracas diplomáticas, es algo asumido por parte de la comunidad internacional. Antes fue rusa… dejemos que vuelva a serlo y olvidémonos de esto, parece ser el sentimiento dominante, considerando los costes y beneficios de una lucha contra Rusia en todos los frentes imaginables, menos el militar. Por ello existe la posibilidad de que esta crisis, grave y seria, haya visto su punto culminante, y a partir de ahora entre en un periodo de estancamiento y, posteriormente, apaciguamiento. Pero obviamente también puede no ser así. Sin tener en cuenta lo que pase en la propia Crimea, donde minorías como los tártaros, de religión musulmana, temen como un nublado la vuelta del poder ruso, está en manos del propio Putin el que las cosas no vayan a más, renunciando a desestabilizar las áreas del este de Ucrania que antes comentaba. Si opta por seguir tensando la cuerda y anexionarse territorios continentales, bien para su provecho, bien como marca o frontera de intereses de Moscú, el enfrentamiento cada vez será más difícil de evitar, no tanto contra occidente, que no desea ir a una guerra por Ucrania, sino contra los restos radicalizados de un estado ucraniano que se vería abocado a luchar si no quiere desaparecer del todo, engullido por las fauces del oso ruso. Por ello es vital seguir lo que allí pase y muy arriesgado, y con gran riesgo de equivocación, el plantear escenarios posibles o futuribles. Ahora mismo todo es posible.

Y la Unión Europea… amenaza con sancionar a algunos funcionarios rusos y no dejarles entrar en territorio UE. La verdad es que cuando las cosas se ponen feas la debilidad de la UE, dados sus intereses económicos y la falta de fuerza militar que los respalde, es pavorosa. Mucho estudiar sanciones y declaraciones de condena, pero mes a mes los países europeos pagan la factura de un gas del que dependen y no parecen desear encontrar alternativas, cosa que realmente haría daño a Putin, y Gazprom, el monopolio gasístico ruso controlado desde el Kremlin, sigue patrocinando la liga europea de fútbol, esa cosa llamada “la champions”. Si esta semana  ustedes ven alguno de los partidos de esa competición y el logotipo de la G con la llama sigue apareciendo podrán calibrar de manera muy efectiva la intensidad de las sanciones que se dictan desde Bruselas.

viernes, marzo 14, 2014

La economía China empieza a tener mucha salsa agridulce


No se si han seguido la evolución de las cotizaciones internacionales de algunos metales y materias primas a lo largo de estos días. Se lo resumo muy sucintamente. Todas van a la baja, especialmente los metales, con el cobre y el hierro a la cabeza. Curioso, verdad? Lo que seguro que no les extraña tanto es que China, al voraz China, es el principal consumidor de estas materias primas del mundo, por lo que su descenso se puede asociar a que algo pasa en China. ¿Es así? Pues lo parece. Empieza a cundir la sensación de que la economía china se enfrenta a un creciente problema, de múltiples frentes, que amenaza a su hasta ahora imparable crecimiento.

Lo cierto es que todo son especulaciones y rumores, entre otras cosas porque nadie sabe nada a ciencia cierta de qué es lo que ocurre realmente en China, donde una de las principales labores que desarrolla su dictatorial gobierno es la de ocultar información e impedir que la verdad se sepa, de economía y de cualquier otra materia. Por ello, más allá de las estadísticas oficiales, siempre triunfalistas, debemos fijarnos en otros detalles que, si no concuerdan con las anteriores cifras, nos deben hacer sospechar. Y empiezan a darse casos de no concordancia que preocupan a los analistas e inversores. Esta semana se ha producido el primer impago de una emisión de bonos de una empresa china, que había acudido al mercado internacional a financiarse. Hasta ahora el gobierno de Pekín había acudido al rescate de otras empresas que no eran capaces de afrontar los pagos debidos, ahogadas en unos niveles de deuda desconocidos en público, pero que se admitían insoportables en privado. Sin embargo esta vez no ha sido así, y la entidad ha fallado, dando el mensaje al mercado de que la seguridad de la inversión en China ya no es total. Algunos han comentado que esta falla es el equivalente a lo que sucedió con la financiera Bearn Sterns, que también quebró sin ser rescatada por el gobierno algunos meses antes de la caída de Lehman Brothers. No creo que sea lo mismo, ni por la dimensión de las entidades quebradas, mucho mayor la anglosajona, ni por tratarse, en el caso chino, de un suceso aislado, pero esto debe mantenerse en cuarentena hasta que veamos si hay más empresas esperando a quebrar. ¿Qué tiene que ver esto con los mercados de los metales? Mucho, por dos vías. Una la directa. Si hay señales de problemas en la economía china es lógico suponer que sus tasas de crecimiento se reducirán y la demanda de dichas materias primas también lo hará, presionando a los precios futuros a la baja. Por otro lado hay un asunto de ingeniería financiera algo complejo por detrás, que se basa en que muchas empresas chinas han estado utilizando contratos de compra de cobre y de otros minerales como garantías para cubrir sus préstamos, lo que se llama un colateral (lo que es la casa para un hipotecado) Al no ser capaz de devolver la deuda se exige la entrega del colateral, y por ello el mercado se inunda de metales (o de pisos) y el precio de los mismos empieza a bajar, como les pasa a nuestros queridos malditos pisos tras muchos impagos hipotecarios. Este nerviosismo en los mercados de materias primas lleva dos días siendo un constante runrún en los mercados financieros, y ayer terminó de asentarse en las bolsas, primero en las europeas, con bajadas de algo más de un 1%, y luego en las americanas, donde los índices de Nueva york cayeron punto y medio porcentual. De rebote la cotización del euro sigue disparada, lo que es malo para nuestro sector exportador, la prima de riesgo de la periferia europea baja porque algunos capitales empiezan a buscar refugio en occidente y la inestabilidad financiera se intensifica. Añádanle lo de Ucrania y verán que los nervios tienen motivo para desatarse.

Por tanto, ¿China se enfrenta a un problema? Parece que sí, y que puede tener las típicas características de una economía recalentada, sobreinversionada, muy endeudada y poseedora de aparentes burbujas en ciertos sectores, desde luego el inmobiliario. Algunos analistas llevan tiempo diciendo que los datos oficiales chinos son falsos y que la burbuja que allí está montada es de campeonato. Hasta ahora estas declaraciones eran tomadas como meros augurios alarmistas, pero tras lo sucedido esta semana deberán ser estudiadas con mucho más cuidado. Es natural, hasta sano, que China ralentice su crecimiento, pero si se empieza a producir una cascada de impagos y quiebras por exceso de deuda el panorama se volvería mucho más complejo y peligroso.

jueves, marzo 13, 2014

Se venden hígados, riñones, córneas….


Vaya por delante que el tema de hoy es vidrioso y complejo, difícil para tomar posición. Ayer fueron detenidas en España varias personas que participaban en una red de compra y venta de órganos para ser trasplantados. En este caso eran nueve los inmigrantes que, por 40.000 euros, donaban parte de su hígado a un millonario libanés que lo necesitaba para sí mismo. Todo se estaba desarrollando en España porque nuestra fama en el mundo de los trasplantes es universalmente buena, excelente. Lo que no sabía el libanés es que esto en nuestro país es delito, y por ello ha habido detenciones.

La pregunta de fondo es, ¿debe ser esto delito? Ya sabemos que en ciertos países se practican operaciones ilegales y secuestros para extirpar órganos y comerciar con ellos, y se suele decir a veces en plan de coña que no te quedes dormido en algunos transportes públicos de esos países porque puedes despertarte con una cicatriz y menos peso. Y no hay dudas por parte de nadie de que eso, además de delictivo, es repugnante. Ahora bien, la venta voluntaria de un órgano por parte de una persona, ¿es perseguible? Si yo quiero desprenderme de uno de mis riñones, pongamos el caso, y me ofrecen una sustanciosa suma de dinero, y lo hago de manera libre y voluntaria, ¿es delictivo? Usando el argumento de la visión liberal de la vida, el cuerpo de uno es de uno mismo y hace con él lo que quiere, por lo que en principio, no debiera ser una actitud perseguible. Es arriesgada, peligrosa, pero también lo es subirse a Gredos en Marzo, como hemos visto desgraciadamente este fin de semana. Como ven entramos nuevamente en el pantanoso terreno de hasta qué punto el estado y la ley deben coartar las conductas y deseos personales, terreno en el que otros conceptos como aborto, prostitución, eutanasia, son muy familiares y generan enormes polémicas. Pongamos el caso del aborto. Los defensores del mismo alegan para permitirlo que la libertad de la mujer está por encima de todo y los contrarios que la defensa de la vida del no nacido es el bien superior, por lo que se debe preservar a toda costa. El argumento liberal favorece a la mujer, que es la única poseedora de conciencia y libre albedrío en este caso, y por tanto el aborto desde ese punto de vista debiera estar permitido. Este argumento, ¿no sería igualmente válido respecto a la venta de órganos? En este caso además el problema se simplifica, por así decirlo, porque no hay dos vidas en juego, mujer y feto, sino una sola, la del donante. Empiezan a ponerse algo nerviosos, ¿verdad? Es lógico. Otro caso similar es el de la prostitución. Todos estamos de acuerdo en prohibir su existencia ilegal, en perseguir las mafias que atentan contra la libertad de las mujeres y las explotan, y toda la sordidez que existe en torno a ese mundo, pero pongamos el caso de que yo estoy dispuesto a pagar X euros por acostarme con alguna y alguna acude a mi a cambio de ese dinero. ¿No es eso prostitución? Tiene toda la pinta de que sí. Sin embargo, ¿es delictivo? Si una chica o chico quiere obtener unos ingresos extra, a veces muy extra, acostándose a cambio de dinero, y luego no volver a dedicarse a eso, ¿Existe un delito en ese caso? ¿Es perseguible? Obsérvese que el paralelismo con el caso de la donación en este ejemplo es muy alto, porque si en el mercado es en lo que nos fijamos, la prostitución no es más que el alquiler consentido del cuerpo para el disfrute sexual, y la donación es la venta de una parte del mismo. Realizadas ambas de manera libre y voluntaria, ¿El alquiler es lícito y la venta no? ¿Dónde ponemos la frontera entre lo que es permisible y, legalmente, perseguible?.

Si se han fijado, en todos los razonamientos anteriores no he incorporado en ningún momento los aspectos éticos, morales o religiosos, que son los que habitualmente determinan nuestra posición a la hora de opinar sobre estos y otros asuntos igualmente resbaladizos. El objeto de la prohibición legal de todos los anteriores temas se basa en la idea de que aunque libre en teoría, las posiciones de abuso reales acaban generando mercados negros y explotación en materia sexual, de órganos y de todo lo demás, y que la moral no puede consentir situaciones de ese tipo. ¿Cuál es su idea al respecto? ¿La tiene, o vive en un mar de dudas? ¿Es incapaz de salir del supuesto en el que a usted le suceda un caso de esos, frente a la necesidad de que la norma sea general para todas las personas?

miércoles, marzo 12, 2014

Un avión ha desaparecido y nadie sabe cómo ha sido


Si recuerdan hace un par de años terminó una serie televisiva llamada Perdidos, Lost en su versión original, en la que los protagonistas eran los pasajeros de un avión comercial que sufre un accidente y acaba estrellándose en una isla desierta. Los supervivientes de la catástrofe forman un grupo variopinto de caracteres que deben amoldarse a una nueva vida en un entorno que cada vez resulta más misterioso, menos desierto por así decirlo. A medida que avanzaban las temporadas los guionistas empezaron a quedarse sin argumentos y decidieron volver locos a todos los espectadores, y al final los perdidos eran quienes se sentaban delante del televisor.

Estos días vivimos en la realidad el inicio de esta serie, al menos en lo que hace a la premisa inicial de un avión desaparecido, del que se ha perdido todo rastro y del que nada se encuentra. El vuelo MH730 de Malaysian Airlines despegó el Sábado por la tarde hora de España del aeropuerto de Kuala Lumpur rumbo a Pekín, con un pasaje mayoritariamente compuesto por ciudadanos chinos. Una hora después del despegue se perdió el contacto con la aeronave… y hasta hoy. Ni balizas, ni registros, ni señales de ningún tipo. Los equipos que rastrean las aguas del estrecho de Malaka y zonas aledañas, no muy profundas, no han encontrado rastro alguno y no se sabe a ciencia cierta qué es lo que ha podido pasar. De hecho se sabe tan poco que todo son especulaciones. La presencia de dos ciudadanos que portaban pasaportes falsos hizo que la hipótesis del atentado fuera muy fuerte al principio, pero se ha ido desinflando a medida que pasan las horas y que no hay reivindicaciones de ningún tipo, más allá de la emitida por un desconocido grupo chino al que los expertos no atribuyen mucha credibilidad. Ayer se supo que el avión se desvió de su ruta y durante un tiempo voló a menor altitud y con rumbo desconocido ¿Por qué? ¿Hubo algún problema técnico que impedía seguir la trayectoria prevista y el piloto optó por alterar el rumbo en busca de un refugio seguro? Y de ser así, ¿por qué no se lo comunicó a ninguna torre o emitió señales al respecto? La denuncia de múltiples familiares de los pasajeros de que los móviles de sus allegados seguían dando señal varias horas después de la desaparición del avión ha añadido un punto de misterio aún más elevado. Si eso es cierto, se podría triangular la señal e identificar en qué punto se encontraban esos móviles en ese momento, y así obtener pistas de por dónde se situaba el avión. Es fácil deducir que de haberse estrellado en el mar los móviles no funcionarían, salvo casualidades muy extrañas, pero también sorprende que terminales como los que usamos en el día a día, que no acceden a sistemas de señales por satélite, tengan cobertura en medio de un vuelo de medio recorrido, alejados de antenas, torres y postes de repetición. También se ha vinculado lo que haya podido suceder en este caso con el accidente del avión de Air France que tuvo lugar hace dos años en el Atlántico, en un trayecto Río París, pero las similitudes son escasas. En aquel caso las condiciones meteorológicas eran bastante malas, y el avión dio señal de avería, de alarma, antes de perderse el contacto. Avisó, por tanto, de la existencia de un error, y luego se predió y acabó bajo las infinitas aguas del Atlántico. En aquel caso lo complejo fue determinar las causas del fallo, debidas a una combinación de errores en la instrumentación, el ordenador de a bordo y en las decisiones de los pilotos en medio de una tormenta. Pero el avión no se esfumó. Se estrelló, sí, pero no desapareció.

Por lo tanto, el misterio del avión malayo, a cinco días de su pérdida, es cada vez más confuso y oscuro. El que las autoridades chinas estén en medio de la investigación no contribuye, precisamente, a darle luz a las cosas, pero es obvio que algo ha pasado ahí que está dejando sorprendidos a casi todos los que están metidos en el caso. Un avión no es un anillo, y no puede perderse así como así. Barcos y personal de unos diez países, incluidos efectivos de la VII flota del pacífico de los EEUU, rastrean aguas costeras e internacionales a la búsqueda de restos o pistas, pero por ahora no aparece nada. Y obviamente la desesperación de los familiares crece, abocados cada vez más a dar por cierta la muerte de sus seres queridos, pero con dos preguntas que por ahora, nadie responde. ¿Qué ha pasado? ¿Dónde están?

martes, marzo 11, 2014

Diez años del 11 de Marzo


Luce en el amanecer del día de hoy un sol radiante sobre Madrid, sin nube alguna que obstaculice su poder. Una mañana fresca, algo fría, pero muy luminosa y serena. Muy distinta a la de hace diez años, mañana de niebla espesa, más fría, oscura, que impedía contemplar el horizonte y envolvió como si fuera un sudario a todos y a todo lo que sucedió en ese aciago día. Si la mañana hubiera estado despejada desde la ventana de mi oficina hubiera distinguido las columnas de humo que se elevarían de las estaciones que, como cuentas de un rosario, marcaron los dolores de una jornada que ojalá nunca hubiera sucedido, un día que no debió amanecer.

Hoy, como entonces, como ayer y mañana, miles, millones de personas nos hemos montado en el transporte público en el camino de nuestras casas a los centros de trabajo, de vuelta de los mismos o para hacer lo que cada uno deba hacer a esta hora de la mañana. Millones de historias, de angustias, de recuerdos, sufrimientos, ilusiones, aburrimientos… en cada vagón del metro o del tren se esconde una muestra aleatoria, casual, fruto del puro azar, de lo mejor y lo peor de lo que es capaz nuestra especie, de los sueños y miserias por los que nos desvivimos. Sobre esos raíles, sobre el asfalto de las carreteras por las que transitan autobuses y coches, esos sueños viajan, algunos de manera literal, recreándose en las mentes de sus dueños, que echan el último sueño antes de trabajar, o de manera figurada en la mirada de los que no pueden dejar de pensar en ellos. Las vías, esos raíles inertes, brillantes y fríos, llevan cada día millones de sueños a sus destinos, y algunos se truncan y otros se hacen realidad, pero nunca deben quedarse en el camino. Vemos el transporte como algo necesario, vital, asociado a algunos riesgos, porque de vez en cuando hay accidentes, autobuses que se salen o vagones que descarrilan, pero son contadas ocasiones, y sabemos que miles de personas trabajan para que nada de eso ocurra, pero no nos entra en la cabeza que el transporte que nos lleva a nuestras obligaciones, disfrutes y querencias sea la fuente del mal, el lugar en el que nuestras vidas puedan acabarse porque, precisamente, varias personas también así lo han planificado. Hoy en los trenes impera un silencio frío no tanto por el luto, sino por la tecnología, que nos absorbe a través de múltiples pantallas que reclaman permanente atención, y se la quitamos de los rostros de quienes nos acompañan, pero hace diez años los vagones de tren tenían un grado de algarabía mayor, los smartphones no existían ni en la imaginación de quienes los crearon y supongo que varias conversaciones se desarrollaban entre estudiantes, trabajadores, viajeros que habían madrugado mucho, algunos como todos los días, otros de manera extraordinaria, y que veían como la línea que venía del corredor del Henares se acercaba poco a poco a ese monstruo que llamamos Madrid, y que el perfil de sus edificios, altivos y apelotonados, se hacía cada vez más presente ante sus ojos. Puede que fuera ese perfil lo último que vieron muchos ojos esa mañana, pero prefiero pensar que su última visión fueron los ojos de otras personas, los rostros de viajeros que, como ellos, estaban en el lugar inadecuado a la hora maldita, que como toda víctima del terrorismo, encarnaban la inocencia más absoluta. Esas miradas cruzadas, cómplices, aburridas, sorprendidas… a veces quiero pensar que, como pasa muchas veces, también en esos vagones se cruzaron miradas amorosas, vistas rápidas de chicos y chicas que, tímidamente, se atreven a girar su cabeza y posar sus ojos en los de aquella persona que, ayer, siempre, les atrae. Ojalá para muchos su última visión de este mundo fuera la de un deseo, la de un sueño, la de un posible…..

A veces, nunca el día del aniversario, visito la estación de Atocha, pero no me encamino a los monumentos o memoriales. Bajo a la playa de vías de cercanías, y camino hasta el final de los andenes que se adentran en el balasto y dejan la protección de la cubierta, y veo las decenas de vías que se cruzan, y los trenes que entran y salen. No conocía a nadie de los muertos o heridos del 11M, a nadie perdí allí, pero en ese día todos perdimos algo en nuestro interior. Mirando esas vías, maldigo a los terroristas que perpetraron esa matanza, a la maldad humana, la única capaz de cometer un acto así. Y el silencio que me devuelven los fríos y brillantes raíles me dice, sin parar, que algunos de aquellos sueños frustrados siguen vivos en las mentes de los que aquí estamos para poder contarlo.

lunes, marzo 10, 2014

Pedaleando



Hace tiempo que me rondaba por la cabeza la idea de comprarme una bici para hacer algo de ejercicio por Madrid y recordar los tiempos en los que recorría muchos kilómetros a lomos de cuatro tubos y dos pedales. Finalmente el sábado, tras varias visitas a la tienda y selección del modelo y algunos accesorios, recogí la máquina, una de esas de montaña de suspensión delantera, de diseño ultramoderno, de gama baja media, coste moderado pero aspecto imponente. Me la llevé en metro hasta casa y, no sin esfuerzo, conseguí subirla al ascensor y meterla en el hogar, de momento en una esquina del salón, a falta de otro lugar más apropiado o accesible.
 
Y ayer, Domingo, la estrené, o mejor dicho, me reestrené, ya que en la práctica llevaba una década sin andar en bici de verdad. Me cogí el metro por la mañana, presencié una romántica escena amorosa a lo largo de varias paradas entre una pareja joven que tenía toda la pinta de venir de juerga nocturna, y frente a su placer, yo miraba mi bici pensando en su iba a poder dar la talla (quizás en su interior el chico que besaba a la chica temía lo mismo). Cuando llegué a mi destino salí a la superficie, me puse el casco ciclista, por primera vez en mi vida, y empecé a rodar. La ruta prevista era la de un fragmento del anillo ciclista que bordea Madrid, más o menos a la altura de la M40, con la idea de llegar hasta el punto en el que se puede acceder a mi barrio y volver hasta así hasta el portal de casa en bici, sin usar nuevamente el transporte público. Era una soleada mañana, algo más fresca que la del día anterior, pero igualmente agradable, y muchos debimos considerar lo mismo, porque en varios fragmentos el anillo estaba casi tan concurrido de ciclistas como la citada M40 de coches. Tenía algo de miedo a la sensación de volver al equilibrio de las dos ruedas, en el que nunca he sido un mago, incapaz tras miles de kilómetros recorridos de andar sin manos, y que los pedales automáticos me traicionases y me hicieran caer. Pero a los pocos minutos de marcha esos miedos desaparecieron, al comprobar que es verdad eso que se dice que una vez aprendido nunca se olvida cómo andar en bici, así que solventado ese temor, me dediqué en cuerpo y alma, más lo primero que lo segundo, a vencer al otro gran obstáculo, el recorrido y las cuestas. Siempre he dicho que la magia de la bici es grande en llano, inmensa cuesta abajo y que se rompe del todo cuesta arriba. Subir en bici es una tortura de un grado muy diverso. En los primeros repechos serios pude comprobar que mis piernas no son exactamente lo que yo recordaba, aunque aparenten estar en forma, y que es muy diferente pedalear en una bici de montaña o de carretera, en las que siempre había andado hasta el momento. La posición de montaña, menos forzada, más agradable para el paseo, limita la fuerza que puedes hacer sentado con las piernas, y los desarrollos, más blando, hacen que ponerse de pies sea algo arriesgado, dado el exceso de revoluciones que se pueden adquirir. Además, obviamente, una bici de montaña pesa bastante más que una de carretera y las ruedas, mucho más gordas, se agarran muchísimo al asfalto, por lo que el esfuerzo de tracción debe ser mucho mayor. Sin embargo, dado el número de cruces que tiene el anillo, los baches y las irregularidades del terreno, y las posibilidades que ofrece para escaparse de la dictadura del asfalto, la bici de montaña es la elección obvia para la ciudad. Poco a poco avanzaba en el recorrido y, pasado la mitad, llegué a la zona que se me hizo más dura, quizás también por el cansancio. Volví a recordar en esos repechos la sensación de ahogo que caracterizaba la subida de los puertos de mi juventud, en la que el duelo con la carretera se saldaba con jadeos infinitos, dolores y mucho sudor. Ayer no sudé demasiado, pero todo lo demás lo reviví con la misma intensidad.
 
La llegada a mi barrio marcaba el final del recorrido, que en su último tramo, desde el anillo hasta mi portal, es casi todo el cuesta abajo. Un último momento de disfrute y relax, sintiendo el viento en la cara, justo antes de llegar a casa y, con los brazos y el cuerpo mucho más cansado, volver a repetir el equilibrista ejercicio de la introducción de la máquina en el ascensor y el salón. Satisfecho y agotado, la ducha reparadora sentó como un regalo caído literalmente del cercano cielo de la alcachofa, y tras ella, ya relajado, me volví a acordar de la amorosa pareja del metro, pensando si en ese justo instante estarían tan cansados como yo, seguro que menos, y satisfechos…. Probablemente más.

viernes, marzo 07, 2014

Rusia monta una consulta ilegal y amañada en Crimea


Toda esta semana está marcada por la crisis ucraniana, y sospecho que los pocos lectores que queden de este blog estarán algo cansados de que día tras día me esté refiriendo a ello. Créanme que lo siento, pero es que es un asunto de la máxima importancia, y de consecuencias imprevisibles para esta nuestra Europa, región especializada en fabricar ideas maravillosas y locas, y problemas de una complejidad difícilmente superables. El ruido de la guerra ha ido cesando a lo largo de los días, pero más que nada porque Rusia se ha afianzado en Crimea como una lapa a la que nadie parece poder, y sobre todo querer, despegar.

La decisión tomada ayer por el parlamento regional de Crimea, declarado en rebeldía de Kiev, asaltado por milicias rusas no uniformadas y sometido al dictado del Kremlin, de adelantar al 16 de marzo la fecha del referéndum para anexionarse a Rusia es un punto de no retorno que, unido a la reacción que se dio en las cancillerías occidentales, garantiza que Crimea va a dejar de ser parte de Ucrania dentro de un mes y se unirá a Rusia. Por un lado la península, de mayoría social rusa, está militarmente tomada, el estado ucraniano ha desaparecido de las instituciones y organismos públicos locales, y cuenta tanto en la práctica como el indonesio. El resultado del referéndum, amañado o no, será mayoritario a la hora de declarar la suelta de amarras de Ucrania, y es muy difícil que el gobierno de Kiev pueda hacer algo más que alzar la voz, protestar muy fuerte y emitir quejas a diestro y siniestro. La reunión que ayer se celebró en Bruselas entre los jefes de estado y gobierno de la UE y el nuevo primer ministro ucraniano dejó bien clara la voluntad de la UE de respaldar moralmente las aspiraciones ucranianas pero, en la práctica, no hacer absolutamente nada para impedir que Rusia se salga con la suya. ¿Miedo? ¿Cobardía? ¿Intereses económicos? ¿La factura del gas? De todo un poco. Nadie quiere empezar una guerra con Rusia y menos una UE carente de fuerzas militares, capacidad de respuesta y ardor guerrero. La respuesta diplomática es contundente, dura y enérgica, pero sobre todo servirá para que sea escuchada en Escocia, Padanai, Flandes, Cataluña y otras regiones de la propia UE, que coquetean con consultas separatistas. Nada de lo que ayer se dijo en Bruselas afecta en lo más mínimo a los planes de Putin, que ve como se hace con el control de Crimea sin pegar un solo tiro, con una operación no muy costosa desde el punto de vista logístico (no desde otros, recuerden lo que comentábamos ayer) y que, en un primer asalto o intento de reconquista del este europeo observa que, pataletas al margen, no hay una oposición real por parte de ninguno de los actores interesados. El papel de EEUU no es muy distinto del de la UE. Acobardado, ensimismado o carente de una estrategia a largo plazo, Washington realiza duras declaraciones que, en el fondo, sabe que no sirven para nada, quizás esperando que el suflé se desinfle por sí solo y dando por perdida una Crimea que, en el fondo, siempre consideró rusa. Los habitantes no rusos de esa península tienen por delante un futuro complicado, con un cambio de tornas en el poder que, muy probablemente, les haga la vida mucho más difícil. El régimen autoritario de Moscú no se va a andar con remilgos a la hora de meter en vereda a los posibles opositores que residan en Sebastopol o en sus aledaños, que en breve comprobarán como impone Putin la paz y el orden. Así, la península está perdida, y ahora la gran pregunta es saber si sólo Crimea será desgajada de una Ucrania débil, descontrolada y con un gobierno inestable y que no se sabe muy bien a quién representa.

La portada del The Economist de esta semana lo dice todo, con los ojos de Putin puestos sobre una Ucrania que ve al alcance de la mano. Tras el ensayo crimeano y la falta real de oposición, ¿qué impide al sátrapa de Moscú volver a usar la misma táctica en Karjov, Donetsk y otras ciudades y regiones del este del país, de alta presencia rusófona? ¿Por qué conformarse con Crimea cuando puedo tener el control de medio país por el mismo precio? ¿Hasta dónde puedo tensar la cuerda en mi ambición hacia el oeste sin que salte la chispa de la guerra? ¿Hasta dónde puedo extender mi frontera, y amenazar a la UE? Los ojos de Putin están puestos en esa marca, y es muy probable que nunca se retiren del todo de allí. Ese es el escenario al que nos enfrentamos.

jueves, marzo 06, 2014

El matonismo de Putin esconde la debilidad de Rusia


Son unánimes los comentaristas que opinan sobre la crisis ucraniana que Putin, golpeando primero, ha ganado esta partida, consiguiendo una posición de control en Crimea de la que va a ser muy difícil que se le haga renunciar, o ceda a cambio de otra cosa. Sus formas chulescas, ofensivas y propias de un gánster han conmocionado a medio mundo y han metido el miedo en el cuerpo al otro medio. Que vienen los rusos!! Vuelve a ser una expresión que corre por media Europa, que como ayer comentaba, revive fantasmas del pasado. Sin embargo, no es tan fiero el perro como parece, o mejor dicho, el oso ruso no tiene tanta fuerza como podría deducirse del zarpazo crimeano.

En términos prácticos y escuetos, Rusia es un país decadente que se asoma a una crisis económica de muy difícil resolución. Con una curva demográfica deprimente, en al que la población envejece a una velocidad alarmante y el número total de habitantes ha iniciado un suave pero continuado declive, y unas tasas de alcoholismo rayanas en la epidemia, que proporcionan un incalculable número de personas dependientes de los servicios sociales, la economía rusa subsiste gracias a su sector energético y la exportación de hidrocarburos. Es el primer productor mundial de petróleo y gas, de momento, y la venta a medio mundo de esos recursos le genera enormes sumas de dinero que permiten mantener el estado y las aspiraciones de volver a ser una potencia mundial, pero que no logran ocultar el hecho de que, en casi todas las demás materias, Rusia es dependiente del exterior. Sectores tecnológicos, intensivos en I+D+i, producción agroalimentaria, bienes de equipo.. son muchísimos los sectores de alto valor añadido en los que Rusia es incapaz de competir en los mercados internacionales. Aunque parezca algo raro, la imagen de Rusia como país ahora mismo es mucho más similar a la de una Arabia Saudita o, mejor, Venezuela, en la que los ingresos del petróleo han acrecentado la desigualdad social que ya existía anteriormente, convirtiéndola en algo obsceno. Los oligarcas, esa especie que asociamos a rusos enriquecidos, son fruto de esos negocios energéticos, en connivencia plena con un gobierno cleptocrático, que les ha permitido construir esas enormes fortunas a cambio de su silencio y de que le dejen a Putin y sus esbirros hacer y deshacer a su antojo. La corrupción económica está institucionalizada en el país, pero no sólo en las altas esferas, sino en la vida diaria. Es habitual tener que pagar mordidas a la policía para que no le metan a uno en un lío, o en los tribunales para conseguir sentencias de uno u otro tipo, y el que youtube esté lleno de vídeos tomados desde coches rusos no refleja otra cosa que la necesidad que han tenido los conductores de aquel país de dotarse de cámaras web para grabarlo todo y que le sirvan de prueba en un juicio en caso de accidente, dado que el testimonio policial sólo vale lo que por él se haya pagado. Bárcenas sería muy feliz allí, para entendernos. En fin, que durante los años de la expansión económica, hasta la crisis de 2008, el consumo de hidrocarburos creció en todo el mundo y Rusia gano cantidades ingentes de dinero. Desde entonces los consumos se han frenado y han aparecido rivales poderosos, como el fracking, que ha permitido a Canadá y, sobre todo, EEUU, convertirse en productores internacionales de peso, que amenazan la hegemonía rusa. Para tratar de compensarlo, Rusia promovió acuerdos comerciales con media Europa para que sus gaseoductos llegaran hasta allí y el consumo estuviera garantizado, e incluso que el monopolio Gazprom patrocinase la cosa esa de la liga de campeones. Así, curioso, tan dependiente es Europa del gas ruso como Rusia de lo que Europa le paga por ese gas. Por ello lo lógico sería que el arma del corte de suministro no se utilizara.

En la línea de todo esto publicaba ayer Marc Garrigasait en El confidencial un absorbente artículo defendiendo la idea de que Rusia es un país al borde de la recesión, descapitalizado, y muy sensible ante movimientos en los mercados, que le pueden dejar tieso a la mínima, como así ha sucedido con las reservas de su Banco Central. Quizás Putin siga chuleando a medio mundo, pero es difícil que lleve a la práctica sus amenazas si gobierna un país con una economía exhausta y sin músculo. Pero recuerden que esto es lo que dice la lógica económica y política, y a veces, en tantas ocasiones, los humanos mostramos comportamientos completamente irracionales, así que a saber qué es lo que acaba sucediendo.

miércoles, marzo 05, 2014

¿El Anschluss de Putin?


En 1938, con Hitler completamente asentado en su poder absoluto, y con una Alemania que ya no ocultaba su afán expansionista, se produjo lo que se llamó el Anschluss, o la anexión de Austria al Reich germánico. Desde hacía tiempo Hitler y sus secuaces conspiraban para crear un clima anexionista en Alemania y peticionario de la misma en Austria, con movilizaciones populares y manifestaciones en las que los alemanes residentes en Austria denunciaban la opresión a la que se veían sometidos por parte del gobierno de Viena. Doblegar la voluntad del canciller Kurt Schuschnigg fue sencillo, y anda ni nadie paró la maquinaria militar y de propaganda de Berlín.

¿Es similar este episodio histórico, tan estudiado, al que estamos viviendo ahora en Crimea, y en general, el este de Ucrania, con Rusia? ¿Está Putin realizando una labor de ocupación de igual manera a la que la ejercieron las milicias nazis que acabaron por hacerse con el poder en Viena? Es innegable que existen paralelismos inquietantes entre ambos procesos. Tanto Hitler como Putin juegan a ocultar sus verdaderas intenciones mientras que, sobre el terreno, la labor de desestabilización que realizan los partidarios del imperio de turno socaban la legitimidad de unas débiles instituciones a las que el poder central, antes Viena, ahora Kiev, se muestra incapaz de defender. El nacionalismo, la defensa de la integridad del “Volk”, alemán entonces, ruso ahora, también está muy presente y supone un argumento irracional que soflama a las masas para que se levanten y actúen, ofreciendo así a los ejércitos invasores un territorio fácil de anexionar, dado que gran parte de la población ya es colaboracionista con las nuevas fuerzas militares. También se da, en ambos casos, un afán imperialista que, naciendo de Berlín o de Moscú, pretende reverdecer viejas glorias de poder en las que esas capitales regentaban imperios temidos en el mundo entero, y no hay mejor manera de satisfacer esa ansia de conquista que la de crecer a costa de los vecinos débiles que se muestran a merced y que no parece que vayan a defenderse. Por último, curioso, también se da un idéntico contexto de impotencia internacional, en el que los países vecinos de los agredidos, y los supuestos aliados de los mismos, occidente en los dos casos, se muestran pusilánimes, temerosos e incapaces de organizar una estrategia común para afrontar el reto que, antes Alemania, hoy Rusia, pretenden llevar a cabo. La estrategia apaciguadora por parte de los aliados en los años treinta sólo sirvió para engrandecer la capacidad del régimen de Hitler y darle una ventaja estratégica, ocupando territorios y permitiéndole mejorar sus fábricas de munición y armamento, otorgándole una posibilidad de ganar una guerra, que cerca estuvo de conseguirlo, que de haberse desarrollado un par de años antes es muy probable que hubiera perdido con mucha mayor rapidez (que no contundencia, la derrota alemana de 1945 fue insuperable). Hechos estos paralelismos, también hay diferencias sustanciales. Rusia puede alegar que está respondiendo ante la revuelta que ha tomado el poder en Kiev, de un carácter eminentemente anti ruso, y que por tanto no hace otra cosa que defender un status quo que le garantizaba el acceso al Mediterráneo a través de su flota en Sebastopol y la relación con la provincia de Crimea, de ascendencia rusa. Así mismo también el punto de partida es muy diferente, dado que durante medio siglo XX Ucrania ha sido una provincia del imperio soviético (léase ruso) y las relaciones han sido muy estrechas entre ambos países, tanto como para asfixiar a más de uno. Las relaciones internacionales también han cambiado bastante y, pese a que la indolencia y el temor occidental se mantienen, los daños que una acción coordinada de varios países e instituciones pueden infringir a la ya maltrecha economía rusa pueden ser tan intensos como para disuadir a Putin de planear nuevas aventuras de conquista o usurpación.

Pero más allá de los paralelismos y diferencias, resulta evidente que Putin ha mandado una señal al mundo diciendo que sus intereses, como gobernante y país que rige con mano de hierro, no se van a frenar ante lo que la comunidad internacional diga o haga. Amparado en lo que en los setenta se llamó la doctrina Berzniev, de la soberanía limitada que Rusia otorgaba a los países satélite que estaban bajo su control en la URSS, Putin se ha erigido en juez y parte de lo que vaya a suceder no sólo en Crimea, sino en toda Ucrania, dejando muy claro que, para él, las antiguas repúblicas exsoviéticas siguen estando, en cierto modo, bajo su tutela. De ahí que, lejos de calmarse, tengo la sensación de que la crisis ucraniana no ha hecho nada más que empezar.

martes, marzo 04, 2014

La guerra de Putin en Crimea


Comentábamos el viernes pasado que era imposible saber lo que iba a suceder en el conflicto ucraniano, y la realidad se ha encargado de mostrarnos que, en efecto, cualquier cosa podía pasar. De todos los escenarios a los que nos podíamos enfrentar, estamos ahora mismo frente al más complejo y peligroso de ellos. Putin, que sigue sin decir nada, habla mediante las órdenes que dicta a su ejército, y ante la pasividad, miedo y asombro de todos los demás actores, no ha tardado ni un par de días en invadir, de manera encubierta, la península de Crimea, de mayoría rusa. donde se encuentra la sede de la flota rusa, en Sebastopol.

La jugada ha sido interesante, digna de un juego de estrategia, y poseedora de grandes paralelismos con la que ya se llevó a cabo en Georgia en 2008. Militares de marca blanca rusa, en expresión muy acertada que he oído este fin de semana, penetraron en Crimea y, tras el asalto que se produjo a las instituciones del poder civil (parlamento, tribunales, etc) tomaron posiciones en carreteras, puestos fronterizos y acuartelamientos militares. Todo sin pegar un tiro y sin mostrar enseña ni bandera alguna. Tras ello, esas fuerzas, en nombre de la población rusa que vive en la península, proclaman el sufrimiento al que se ven sometidos por parte de las nuevas autoridades ucranianas, antirusas sobre todo, y solicitan a Moscú ayuda y apoyo militar. La Duma, el parlamento ruso, escucha esta llamada de socorro por parte de sus sufridos amigos eslavos de Crimea y vota conceder a Putin el permiso para que disponga de las tropas y el ejército en su conjunto para actuar como desee, con el fin de preservar la supervivencia y bienestar del hermano pueblo eslavo. Y ya con toda la península de Crimea conquistada, sometida en la práctica al control de Moscú, y sin que el ejército o gobierno de Kiev pueda hacer otra cosa que no sea mirar al tendido y proclamar su indignación e impotencia, Putin empieza a mandar tropas regulares a la península, estas sí con banderitas e identificadores, que acuden al auxilio de la población civil. La invasión se completa con el asedio a los restos del ejército ucraniano, los que aún no se han pasado al bando ruso, pidiendo su rendición y entrega a las nuevas autoridades. Y así Putin se hace con el control de la península, sus bases y todo lo que hay en ella. Y ante este gesto de fuerza el mundo mira, asombrado y sin saber muy bien qué hacer. Confía Putin en la proverbial cobardía occidental, mostrada sin tapujos durante los últimos años, en que los europeos son incapaces de ir a la guerra, carentes de medios, tropas, armamento, dirección y voluntad, y que los norteamericanos no quieren enfangarse en un conflicto en la Europa del Este tras sus últimas y frustrantes aventuras militares en las arenas de los desiertos. Ante una comunidad internacional pasiva, y que en el fondo tiene miedo de que Rusia desencadene una guerra “de verdad” que supondría un enfrentamiento muy peligroso en todos los sentidos imaginables, se suceden los llamamientos a la calma por un lado y la amenaza de sanciones diplomáticas, como la expulsión de Rusia del G8 o la ausencia de representación oficial en los Juegos Paraolímpicos de Sochi, amenazas que me da la impresión de que a Putin le producen una risa sólo comparable al miedo que les está entrando a todos los que viven en Ucrania y demás países del Este europeo, que observan como nuevamente el oso ruso vuelve a mostrar su garra y empieza a rasgar zonas que ya destruyó con saña durante su ocupación del siglo XX.

Y es que, amparado en la idea de que lo que se produjo en Kiev hace unas semanas fue un golpe de estado y la toma del poder por parte de unos extremistas proeuropeos, asociados con la extrema derecha,¿ qué le impide pensar a Putin que su deber de defender a los rusos en Ucrania va mucho más allá de Crimea y, por tanto, debe también penetrar en la zona continental del país? Media Ucrania es prorusa, y si de ahí surge una “llamada de auxilio” como pasó en Crimea, ¿qué pasará? Y si en la península los restos del ejército ucraniano no se rinden y se lían a tiros ¿Qué puede suceder? Y la población civil no rusa de Crimea, ¿se va a dejar someter por Moscú por las buenas? Menudo lío que se ha organizado. De los muy feos.