viernes, marzo 07, 2014

Rusia monta una consulta ilegal y amañada en Crimea


Toda esta semana está marcada por la crisis ucraniana, y sospecho que los pocos lectores que queden de este blog estarán algo cansados de que día tras día me esté refiriendo a ello. Créanme que lo siento, pero es que es un asunto de la máxima importancia, y de consecuencias imprevisibles para esta nuestra Europa, región especializada en fabricar ideas maravillosas y locas, y problemas de una complejidad difícilmente superables. El ruido de la guerra ha ido cesando a lo largo de los días, pero más que nada porque Rusia se ha afianzado en Crimea como una lapa a la que nadie parece poder, y sobre todo querer, despegar.

La decisión tomada ayer por el parlamento regional de Crimea, declarado en rebeldía de Kiev, asaltado por milicias rusas no uniformadas y sometido al dictado del Kremlin, de adelantar al 16 de marzo la fecha del referéndum para anexionarse a Rusia es un punto de no retorno que, unido a la reacción que se dio en las cancillerías occidentales, garantiza que Crimea va a dejar de ser parte de Ucrania dentro de un mes y se unirá a Rusia. Por un lado la península, de mayoría social rusa, está militarmente tomada, el estado ucraniano ha desaparecido de las instituciones y organismos públicos locales, y cuenta tanto en la práctica como el indonesio. El resultado del referéndum, amañado o no, será mayoritario a la hora de declarar la suelta de amarras de Ucrania, y es muy difícil que el gobierno de Kiev pueda hacer algo más que alzar la voz, protestar muy fuerte y emitir quejas a diestro y siniestro. La reunión que ayer se celebró en Bruselas entre los jefes de estado y gobierno de la UE y el nuevo primer ministro ucraniano dejó bien clara la voluntad de la UE de respaldar moralmente las aspiraciones ucranianas pero, en la práctica, no hacer absolutamente nada para impedir que Rusia se salga con la suya. ¿Miedo? ¿Cobardía? ¿Intereses económicos? ¿La factura del gas? De todo un poco. Nadie quiere empezar una guerra con Rusia y menos una UE carente de fuerzas militares, capacidad de respuesta y ardor guerrero. La respuesta diplomática es contundente, dura y enérgica, pero sobre todo servirá para que sea escuchada en Escocia, Padanai, Flandes, Cataluña y otras regiones de la propia UE, que coquetean con consultas separatistas. Nada de lo que ayer se dijo en Bruselas afecta en lo más mínimo a los planes de Putin, que ve como se hace con el control de Crimea sin pegar un solo tiro, con una operación no muy costosa desde el punto de vista logístico (no desde otros, recuerden lo que comentábamos ayer) y que, en un primer asalto o intento de reconquista del este europeo observa que, pataletas al margen, no hay una oposición real por parte de ninguno de los actores interesados. El papel de EEUU no es muy distinto del de la UE. Acobardado, ensimismado o carente de una estrategia a largo plazo, Washington realiza duras declaraciones que, en el fondo, sabe que no sirven para nada, quizás esperando que el suflé se desinfle por sí solo y dando por perdida una Crimea que, en el fondo, siempre consideró rusa. Los habitantes no rusos de esa península tienen por delante un futuro complicado, con un cambio de tornas en el poder que, muy probablemente, les haga la vida mucho más difícil. El régimen autoritario de Moscú no se va a andar con remilgos a la hora de meter en vereda a los posibles opositores que residan en Sebastopol o en sus aledaños, que en breve comprobarán como impone Putin la paz y el orden. Así, la península está perdida, y ahora la gran pregunta es saber si sólo Crimea será desgajada de una Ucrania débil, descontrolada y con un gobierno inestable y que no se sabe muy bien a quién representa.

La portada del The Economist de esta semana lo dice todo, con los ojos de Putin puestos sobre una Ucrania que ve al alcance de la mano. Tras el ensayo crimeano y la falta real de oposición, ¿qué impide al sátrapa de Moscú volver a usar la misma táctica en Karjov, Donetsk y otras ciudades y regiones del este del país, de alta presencia rusófona? ¿Por qué conformarse con Crimea cuando puedo tener el control de medio país por el mismo precio? ¿Hasta dónde puedo tensar la cuerda en mi ambición hacia el oeste sin que salte la chispa de la guerra? ¿Hasta dónde puedo extender mi frontera, y amenazar a la UE? Los ojos de Putin están puestos en esa marca, y es muy probable que nunca se retiren del todo de allí. Ese es el escenario al que nos enfrentamos.

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