miércoles, marzo 26, 2014

Obama tiene razón respecto a Rusia, pero…


Ayer, mientras la solemnidad, el respeto y la emoción acompañaban en Madrid y Ávila a los últimos pasos del féretro de Adolfo Suárez sobre la superficie de la tierra, en Holanda tenía lugar una reunión de la cumbre de seguridad nuclear, a la que debía asistir Rajoy, que no lo hizo por los actos funerarios de Suárez, en el marco de la cual Obama pronunció un buen discurso (siempre son buenos, casi siempre carecen de consecuencias) en el que dijo cosas muy ciertas respecto a la posición de Rusia en Ucrania pero dejó claro que nada va a cambiar una vez asumida la anexión de Crimea por parte de Moscú.

Lo más acertado de sus palabras fue la comparación que estableció entre el poder duro y blando de ambas naciones y el uso que hacen de él. Así, señaló que EEUU tiene una gran capacidad de influencia (cada vez menos) en todo el mundo sin necesidad de invadid países, mientras que Rusia, con su movimiento militar anexionista, ha mostrado su debilidad más que su fortaleza, y ha aumentado el resquemor de sus vecinos, que desean cualquier cosa menos estar cerca del imperio que surge en Moscú. Todo esto es verdad, es una verdad muy profunda, y tienen razón los que señalan que el poder blando, que genera atracción, del que EEUU y la UE son grandes poseedores, es el que puede al final decantar la mayor parte de los conflictos, pero no es menos cierto que el poder duro (las armas, las sanciones, el miedo) juega un papel muy relevante, y que menospreciarlo puede ser un fatídico y terrible error. Quizás Putin, desde uno de sus zaristas salones del Kremlin, estuviera oyendo el discurso, y asintiendo con la cabeza, pensado para sus adentros que sí, que esas palabras son ciertas, pero los hechos son que Crimea es mía, la inmensa mayoría de los rusos me apoyan y la aventura militar me ha salido muy barata, con cero bajas y una reprimenda internacional que haría reír a unos pandilleros de colegio. Del discurso de ayer se puede sacar la conclusión de que todas las partes aceptan el cambio de status quo de la península de Crimea, consideran que Rusia se ha pasado pero qué se le va a hacer, apoyarán al gobierno de Ucrania mediante palmadas en la espalda pero sin ningún tipo de armamento ni soporte militar (duro) y sólo, quizás, y puede, que si Rusia vuelva a las andadas y reclame nuevos territorios las sanciones se endurezcan, hasta el punto de que algún McDonald’s sito en Rusia se cierre. En el tablero de ajedrez del mundo la partida ucraniana vuelve a una posición de tablas tras la ganancia de Rusia del peón crimeano, y todos los jugadores paran el reloj para estudiar la configuración de las piezas y determinar sus estrategias. En medio, el solitario, débil y vacilante gobierno de Kiev, que no está muy claro ni a quién representa ni que gobierna, que trata de pedir socorro a gritos ante una Europa y EEUU que no piensan mover ninguna pieza de momento, asustados como se han quedado con la celeridad y determinación de Rusia a la hora de buscar sus objetivos. En Kiev se saben solos, se sienten débiles, y notan que el reloj corre en su contra, con la fecha marcada de las elecciones de Mayo, en las que el futuro del país se juega el todo por el todo, con la necesidad perentoria de que surja un gobierno de unidad que represente tanto a proeuropeos como prorusos, que establezca unas relaciones fluidas con ambos lados de sus fronteras y que, en la medida de lo posible, sirva de puente entre los dos mundos, occidente y la estepa eslava, convirtiéndose en un punto de atracción y no de fricción, haciendo de Ucrania no el territorio donde se enfrenten ambas ideas, sino el lugar donde se encuentren.

Esto es muy idílico, ya lo se, pero es que el resto de alternativas son de pesadilla. Empezando por la enorme inestabilidad de este gobierno de Kiev y del país en su conjunto. Ayer murió tiroteado uno de los líderes de la extrema derecha ucraniana, representante de una de las fuerzas que, como no, se han hecho fuertes en la plaza Maidan y cada vez ocupan mayo espacio en la gobernanza del país. Todos vimos como paramilitares fascistas echaron a golpes al director de la televisión ucraniana por no gustarles cómo se llevaba a cabo la cobertura de la crisis de Crimea. En esta coyuntura confiar en el proceso electoral ucraniano es un acto de fe digno de un apóstol galileo, pero no nos queda otro asidero al que agarrarnos. Crucen los dedos de aquí a Mayo.

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