Imagino la escena de ayer por la
noche, en la que Putin recibe la llamada de Kim Jong Un, el regordete dictador
de Corea del Norte, para felicitarle por la victoria lograda en el amañado
referéndum que ha organizado la madre Rusia en Crimea. “Muy
bien, Vladimir, gran éxito el tuyo… pero eres una nenaza!!!. Cómo se puede
sacar sólo un 96% de los votos!!! Hay que llegar siempre al 100%, como yo.
Descansa esta noche, pero mañana por la mañana tienes trabajo, debes encarcelar
a ese 4% de disidentes, que sepan lo que es bueno” Y cada poco tiempo Putin, al
otro lado del teléfono, asiente con su sonrisa fría y satisfecha.
Más allá de las coñas, el resultado
de la farsa crimeana es indiscutibles. Aplastante mayoría la que desea volver a
un Rusia a la que ha pertenecido desde hace varios siglos, y desprecio total
hacia el poder establecido en Kiev, aparente regente de Ucrania, que hace tiempo
que perdió el control sobre esta península del Mar Negro. Con una hábil
combinación de presión popular e intimidación militar, Putin ha logrado su
objetivo de desgajar Crimea de Ucrania, garantizándose el control absoluto del
territorio en el que se asienta su flota y logran do el éxtasis entre los
rusos, crimeos o no, por todo lo que este episodio ha supuesto de defensa de
sus valores, identidad e integridad. Putin sale, de puertas de Rusia para
dentro, muy reforzado, convertido en el nuevo esposo de la madre Rusia, el líder
que puede llevar a los rusos a recuperar una posición prevalente en el mundo, a
volver a ser respetados, y no ridiculizados. Un éxito. La pregunta de fondo tras
lo sucedido es si Putin se va a conformar con Crimea, y o va a extender esta
forma de operar a parte del territorio continental ucranaiano, donde se
asientan ciudades con Donetsk, de amplia presencia y cultura rusa. Visto lo
barato y relativamente sencillo que le ha salido el juego de Crimea, no es
descartable que tras comerse este peón Putin siga jugando al ajedrez en busca
de otras piezas. Las mismas excusas, basadas en la seguridad de los habitantes y
hablantes rusos, pueden ser esgrimidas en ciudades y territorios de una Ucrania
en la que el gobierno de Kiev cada vez parece tener un menor control. Pareciera
por un momento que la caída de Crimea, pese a las alaracas diplomáticas, es
algo asumido por parte de la comunidad internacional. Antes fue rusa… dejemos
que vuelva a serlo y olvidémonos de esto, parece ser el sentimiento dominante, considerando
los costes y beneficios de una lucha contra Rusia en todos los frentes
imaginables, menos el militar. Por ello existe la posibilidad de que esta
crisis, grave y seria, haya visto su punto culminante, y a partir de ahora
entre en un periodo de estancamiento y, posteriormente, apaciguamiento. Pero obviamente
también puede no ser así. Sin tener en cuenta lo que pase en la propia Crimea,
donde minorías como los tártaros, de religión musulmana, temen como un nublado
la vuelta del poder ruso, está en manos del propio Putin el que las cosas no
vayan a más, renunciando a desestabilizar las áreas del este de Ucrania que
antes comentaba. Si opta por seguir tensando la cuerda y anexionarse
territorios continentales, bien para su provecho, bien como marca o frontera de
intereses de Moscú, el enfrentamiento cada vez será más difícil de evitar, no
tanto contra occidente, que no desea ir a una guerra por Ucrania, sino contra
los restos radicalizados de un estado ucraniano que se vería abocado a luchar
si no quiere desaparecer del todo, engullido por las fauces del oso ruso. Por
ello es vital seguir lo que allí pase y muy arriesgado, y con gran riesgo de
equivocación, el plantear escenarios posibles o futuribles. Ahora mismo todo es
posible.
Y la Unión Europea… amenaza con sancionar a
algunos funcionarios rusos y no dejarles entrar en territorio UE. La verdad es
que cuando las cosas se ponen feas la debilidad de la UE, dados sus intereses
económicos y la falta de fuerza militar que los respalde, es pavorosa. Mucho
estudiar sanciones y declaraciones de condena, pero mes a mes los países
europeos pagan la factura de un gas del que dependen y no parecen desear encontrar
alternativas, cosa que realmente haría daño a Putin, y Gazprom, el monopolio
gasístico ruso controlado desde el Kremlin, sigue patrocinando la liga europea
de fútbol, esa cosa llamada “la champions”. Si esta semana ustedes ven alguno de los partidos de esa
competición y el logotipo de la G con la llama sigue apareciendo podrán calibrar
de manera muy efectiva la intensidad de las sanciones que se dictan desde
Bruselas.
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