jueves, junio 05, 2014

25 años ya de la matanza de Tiananmen


Hoy tendría fácil escoger el tema del artículo en la actualidad nacional, en el apenas demandado en la calle debate entre monarquía y república, en las imágenes de despedida del Rey de ayer, y todo eso. Podría irme a la economía y hablarles de la trascendental reunión del BCE de hoy, en la que está tan descontado que Draghi vaya a anunciar de todo que el riesgo de decepción es muy elevado, y de cómo las burbujas de deuda pública y de bolsa americana parecen estar inflándose cada vez más… pero no. Me voy a ir a Pekín, a recordar algo sucedido hace medio siglo, de enorme importancia, y de lo que casi no se habla.

No se como era China en 1989, tampoco se cómo lo es ahora, aunque tengo pocas dudas de que el cambio producido en este cuarto de siglo ha sido fenomenal. La imagen de las ciudades chinas ha pasado a ser en estos años de inmensas praderas llenas de casitas bajas y barrios arracimados a megalópolis futuristas en las que los rascacielos brotan como los trigales en primavera. La riqueza económica del país ha crecido a la par que las construcciones, y hoy China es la segunda economía del mundo, en algunas estadísticas la primera, y va camino de convertirse en una superpotencia en todos los sentidos. Sólo el estallido de su propia burbuja inmobiliaria y financiera (que la tiene, y es inmensa) puede hacerle retroceder parte del camino andado estos años. La fábrica del mundo, como llaman algunos a esa nación, ha transformado la manera de producir y comercializar los productos en todo el mundo, y con una flagrante ausencia de calidad y tendencia infinita a la copia, el Made in China es omnipresnete en casi cualquier cosa que compremos, da igual en qué país del mundo Así, el país se ha transformado de una manera vertiginosa. Sin embargo, hay una cosa que era igual en China en los años setenta, en 1989 y hoy en día, que es la dictadura de partido único, se hace llamar comunista, que impera en el país. China es una dictadura, así de fácil es resumir su forma de gobierno, en la que los oligarcas y peces gordos del país se sitúan al frente del PCCH, el Partido Comunista Chino, se reparten los cargos y prebendas, y rigen los destinos de la nación y sus habitantes con mano de hierro. La censura, las detenciones ilegales, las torturas, la violación continuada de los derechos humanos, el abuso de la autoridad, la persecución de los disidentes, todas esas y muchas otras prácticas dictatoriales se practicaban en china hace cincuenta y veinticinco años, y hoy mismo, en esta misma noche horario de Beijing. Hace un cuarto de siglo miles de estudiantes chinos salieron a las calles a protestar, a reclamar libertar, una libertad que veían como crecía en el este de Europa en medio del derrumbe de la dictadura soviética. Esos estudiantes reclamaban para sí y sus compatriotas derechos básicos, que nunca habían podido ejercer en su país. Se convirtió en icono de aquellos días la imagen de un hombre, con unas bolsas de plástico en las manos, que hacía frente a un tanque que trataba de esquivarlo para no tener que llevárselo por delante. La revuelta cogió fuerza, movilizó a miles de personas en varias ciudades, y la dictadura china decidió aplastarla antes d que fuera a más. No se sabe cuánta gente murió aquellos días, se habla de cientos o miles, pero no hay duda de que el régimen hizo todo lo debido para sofocar la rebelión. Y tuvo éxito. Hoy la matanza de Tiananmen, la gran plaza que se extiende frente a la ciudad prohibida, en el centro de Beijing, sólo es recordada en Hong Kong, que aún se conserva como un reducto de libertad, rodeado por la garra dictatorial que, cada vez más, le impide respirar.

En el resto del país, simplemente, esos sucesos no existen. Apenas se necesita disuadir a los disidentes para que no protesten porque, en un grado de perfección orwelliano que produce escalofríos, la dictadura ha conseguido que la mayor parte de la población del país ni siquiera sea consciente de lo que allí pasó. El hecho no se estudia en las escuelas, no hay libros ni páginas web que traten del tema, ni nada. Para la mayoría de los chinos en 1989 no sucedió nada en su país, no tienen recuerdo de que algo pasase. La dictadura perfecta, que borra el pasado para que no suscite protestas, existe hoy, se llama China, y con su poder económico, nos tiene a todos agarrados por las partes bajas, manteniendo callada a nuestra justicia (véase al Audiencia Nacional en España) y sumisa a nuestra cartera. Da miedo.

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