Hoy tendría fácil escoger el tema
del artículo en la actualidad nacional, en el apenas demandado en la calle
debate entre monarquía y república, en las imágenes de despedida del Rey de
ayer, y todo eso. Podría irme a la economía y hablarles de la trascendental
reunión del BCE de hoy, en la que está tan descontado que Draghi vaya a
anunciar de todo que el riesgo de decepción es muy elevado, y de cómo las
burbujas de deuda pública y de bolsa americana parecen estar inflándose cada
vez más… pero no. Me voy a ir a Pekín, a recordar algo sucedido hace medio
siglo, de enorme importancia, y de lo que casi no se habla.
No se como era China en 1989,
tampoco se cómo lo es ahora, aunque tengo pocas dudas de que el cambio
producido en este cuarto de siglo ha sido fenomenal. La imagen de las ciudades
chinas ha pasado a ser en estos años de inmensas praderas llenas de casitas
bajas y barrios arracimados a megalópolis futuristas en las que los rascacielos
brotan como los trigales en primavera. La riqueza económica del país ha crecido
a la par que las construcciones, y hoy China es la segunda economía del mundo,
en algunas estadísticas la primera, y va camino de convertirse en una
superpotencia en todos los sentidos. Sólo el estallido de su propia burbuja
inmobiliaria y financiera (que la tiene, y es inmensa) puede hacerle retroceder
parte del camino andado estos años. La fábrica del mundo, como llaman algunos a
esa nación, ha transformado la manera de producir y comercializar los productos
en todo el mundo, y con una flagrante ausencia de calidad y tendencia infinita
a la copia, el Made in China es omnipresnete en casi cualquier cosa que
compremos, da igual en qué país del mundo Así, el país se ha transformado de
una manera vertiginosa. Sin embargo, hay una cosa que era igual en China en los
años setenta, en 1989 y hoy en día, que es la dictadura de partido único, se
hace llamar comunista, que impera en el país. China es una dictadura, así de fácil
es resumir su forma de gobierno, en la que los oligarcas y peces gordos del país
se sitúan al frente del PCCH, el Partido Comunista Chino, se reparten los
cargos y prebendas, y rigen los destinos de la nación y sus habitantes con mano
de hierro. La censura, las detenciones ilegales, las torturas, la violación
continuada de los derechos humanos, el abuso de la autoridad, la persecución de
los disidentes, todas esas y muchas otras prácticas dictatoriales se
practicaban en china hace cincuenta y veinticinco años, y hoy mismo, en esta
misma noche horario de Beijing. Hace un cuarto de siglo miles de estudiantes
chinos salieron a las calles a protestar, a reclamar libertar, una libertad que
veían como crecía en el este de Europa en medio del derrumbe de la dictadura
soviética. Esos estudiantes reclamaban para sí y sus compatriotas derechos básicos,
que nunca habían podido ejercer en su país. Se convirtió en icono de aquellos días
la imagen de un hombre, con unas bolsas de plástico en las manos, que hacía
frente a un tanque que trataba de esquivarlo para no tener que llevárselo por delante.
La revuelta cogió fuerza, movilizó a miles de personas en varias ciudades, y la
dictadura china decidió aplastarla antes d que fuera a más. No se sabe cuánta
gente murió aquellos días, se habla de cientos o miles, pero no hay duda de que
el régimen hizo todo lo debido para sofocar la rebelión. Y tuvo éxito. Hoy
la matanza de Tiananmen, la gran plaza que se extiende frente a la ciudad
prohibida, en el centro de Beijing, sólo es recordada en Hong Kong, que aún
se conserva como un reducto de libertad, rodeado por la garra dictatorial que,
cada vez más, le impide respirar.
En el resto del país, simplemente, esos sucesos
no existen. Apenas se necesita disuadir a los disidentes para que no protesten
porque, en un grado de perfección orwelliano que produce escalofríos, la dictadura
ha conseguido que la mayor parte de la población del país ni siquiera sea
consciente de lo que allí pasó. El hecho no se estudia en las escuelas, no hay
libros ni páginas web que traten del tema, ni nada. Para la mayoría de los
chinos en 1989 no sucedió nada en su país, no tienen recuerdo de que algo
pasase. La dictadura perfecta, que borra el pasado para que no suscite protestas,
existe hoy, se llama China, y con su poder económico, nos tiene a todos
agarrados por las partes bajas, manteniendo callada a nuestra justicia (véase
al Audiencia Nacional en España) y sumisa a nuestra cartera. Da miedo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario