Esta semana está plagada de
acontecimientos o aniversarios históricos. En España la abdicación del Rey
sigue ocupando titulares y opiniones de todo gusto y tipo, como es normal, y
tras el aniversario ayer de los veinticinco años de la matanza de Tiananmen,
justo el mismo día en el que Polonia cumplió también los veinticinco años desde
la vuelta de la democracia, hoy
6 de Junio, es el día D. Se cumplen setenta redondos años desde el inicio
de la apabullante operación anfibia que permitió colocar una cabeza del
ejército aliado en el continente europeo, lo que acabaría siendo determinante
para derrumbar el frente nazi occidental y acabar con la Segunda Guerra
Mundial.
Con tal motivo, junto a las
playas de Normandía, en Utah, Omaha, Sword Beach… allí donde miles de soldados aliados
fueron masacrados por los nazis para que otros miles pudieran ganar la guerra,
se reúnen los jefes de estado de los países que se unieron para vencer al
psicótico poder que anidaba en Berlín. EEUU, Francia, Rusia y la Alemania
vencida vuelven a verse las caras en un acto que cada año suele estar marcado
por el recuerdo de la victoria, y el homenaje a los supervivientes, pero que en
esta ocasión estará condicionado por la tensión que viven las potencias
occidentales frente a Rusia por el conflicto de Ucrania. Con motivo de este
encuentro, prefijado desde hace mucho tiempo, se están desarrollando frenéticas
reuniones diplomáticas a varias bandas para tratar, sino de llegar a un
acuerdo, mantener controlada la tensión que, por momentos, parece desbordarse
de una manera como no se recordaba desde los tiempos de la guerra fría. Ayer a
Hollande le tocó hacer de chico de los recados de los jefes, cenando primero
con Obama en un restaurante parisino para, posteriormente, volver a cenar, esta
vez en el Elíseo y con Putin, lo que seguramente acabará pasándole factura en
sus analíticas de sangre. No está nada claro el resultado de ambas cenas, ni
que hoy se produzca la esperada imagen conjunta de Obama y Putin, pese a que ambos
estarán en Normandía y se verán. Ayer, en la cumbre del G7, que vuelve a ser
impar y primo tras la expulsión de Rusia, se hizo oficial el apartamiento de
Moscú de este tipo de encuentros y de muchas otras reuniones multilaterales en
las que Rusia participaba no tanto por su poderío económico, cada vez más menguante,
sino por su importancia estratégica y militar, ambas incuestionables. Si del
encuentro social de hoy, centrado de cara a la opinión pública en el recuerdo
al pasado, surge alguna iniciativa que permita vislumbrar un futuro más
tranquilo para Europa, mejor que mejor, pero mantengo un profundo escepticismo
al respecto. La posición de fuerza de Putin le está reportando enormes
beneficios en su país, tanto en imagen como en apoyo popular, y de mientras
gran parte del occidente europeo sea dependiente de sus exportaciones de gas
sabe que no se producirán sanciones más allá de las estéticas o aparentes. De
momento juega con cartas ganadoras y, por curioso que parezca, no le va mal. El
resto de los invitados a Normandía también lo saben. Admiten que en Crimea
Putin jugó un órdago importante y lo ganó sin despeinarse, y que en el este de
Ucrania la partida es más compleja pero, evidentemente, algunos de los actores
que en ella juegan son dependientes de Moscú. Y no parece que el jugador ruso
esté dispuesto a pedir un descanso o a dar oportunidades a la banca para
hacerse con la partida.
Y todo esto mientras sobre el terreno que
preocupa a los mandatarios que hoy se reúnen en las playas, el este de Ucrania,
los tiros no cesan, los combates cada vez son más intensos entre un ejército
ucraniano que apenas puede con sus propios efectivos y unas milicias prorrusas que
cuentan con todo el apoyo de sus hermanos del otro lado de la frontera. Setenta
años después se vuelven a oír tiros y bombas en el este de Europa, una zona
que, cuando los aliados trataban de alcanzar las costas francesas en 1944, era lo
más parecido al infierno en la tierra, tras el arrollador paso de las tropas
nazis camino al este y la reconquista rusa, dejando entre ambos una tierra
arrasada, llena de muerte y destrucción. Ese recuerdo nos obliga a no repetir
los mismos errores. Por eso, también, hoy es un día importante.
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