martes, junio 17, 2014

El caos absoluto se cierne sobre Irak


Si hay un país en el que se cumple ese dicho de que todo es susceptible de empeorar, ese es Irak. Hace tiempo que no salía en las noticias, y no porque la situación allí hubiera mejorado, no, sino porque otros focos de violencia y guerra demandaban una atención más urgente, y convertían el larvado conflicto iraquí en algo tedioso y carente de atractivo para los medios. Sin embargo, las elecciones sirias de hace un par de semanas y la salida de aquel país de milicianos yihadistas que combatían frente al ejército de Asad ha generado una compleja carambola que ha llevado a Irak a su mayor crisis desde la invasión de 2003 y pone en riesgo todo oriente medio.

Esos yihadistas, se estima que varios miles, no más de una docena, agrupados en torno a una organización llamada el Ejército Islamico de Irak y el Levante, EIIL en sus siglas españolas, se han hecho fuertes en el este de Siria y, desde allí, hace unas semanas que han lanzado una ofensiva para controlar la zona fronteriza de Irak. Frente a ellos, el ejército iraquí, mucho mejor dotado en material y adiestramiento, teóricamente, ha sucumbido como si fuera un helado expuesto al sol del verano. Rápidamente estas tropas irregulares se han hecho con el control de numerosas localidades del norte y centro del país, y ahora mismo se encuentran a unos sesenta kilómetros de la capital, Bagdad, en la que el gobierno del primer ministro Al Maliki apenas es capaz de ejercer su control más allá de la zona verde de seguridad extrema en la que residen las instituciones del país. En su avance por el norte, los islamistas han sido contenidos por las tropas pastunes de origen kurdo, que desde hace tiempo se rigen con una cierta autonomía respecto al gobierno de Bagdad y pueden tener en esta guerra su oportunidad de oro para hacerse con un territorio y fundar el estado kurdo con el que llevan soñando desde hace décadas. A este enjambre de actores militares debemos sumarle el componente religioso. Los combatientes del EIILson sunitas, en su origen vinculados a Al Queda, pero ahora parece ser que autónomos de la organización y con un líder propio, Al Bagdadi, que es cruel y sanguinario como pocos. Frente a ellos, el gobierno de Bagdad y parte de la población del país, chiita, vistos como blasfemos por el EIIL, son los que rigen el país desde la conquista por parte de las tropas americanas en 2003, tras la pérdida del poder de los sunitas que apoyaban a Sadam Hussein. Cada vez que una de las facciones del islam se ha hecho con el poder en Bagdad lo ha ejercido sin piedad alguna frente a la otra, y por ello la guerra del EIIL ha hecho aflorar fatuas y llamadas a las armas por parte de los líderes religiosos de ambas ramas, deseosos de acabar con sus enemigos más íntimos. En Irak se sitúan los santuarios chiitas más venerados, en Kerbala y Nayaf, y los miembros de esta confesión reciben el apoyo del vecino Irán, el único país musulmán del mundo en el que el chiismo es mayoritario, y que está empezando a mandar, de tapadillo, tropas y armamento al sur de Irak para tratar de contener el avance sunita del EIIL. Por el otro lado, las monarquías del Golfo, Arabia Saudí y Qatar especialmente, integristas sunitas y acérrimos enemigos de Irán, ven al EIIL como un ejército de aliados, al que han apoyado militar y financieramente durante sus campañas en Siria, y no verían nada mal su victoria en Irak, lo que les proporcionaría el control del país y una nueva amenaza al odiado Irán. Así, desde múltiples perspectivas, Irak vive desde hace semanas una enconada guerra civil entre musulmanes chiitas y sunitas, entre laicos y creyentes, entre kurdos y árabes, y todas las combinaciones que uno se pueda imaginar. El desastre total.

Y EEUU, implicado hasta las trancas en aquel país hasta hace poco, y ya en claro proceso de retirada, observa con asombro y temor cómo todos los años, muertos y millones de dólares empeñados en controlar el país se acaban convirtiendo en granos de arena de un infinito desierto en la nada. Obama, sin gana alguna de implicarse, contempla como la pesadilla de Irak, que condicionó en parte su llegada a la Casa Blanca, vuelve a apenas dos años de finalizar su mandato, y la implosión del país le lleva a negociar una colaboración con el eterno enemigo de Irán y agria aún más las relaciones con la monarquía saudí, que empieza a ser vista más como un riesgo futuro que como el aliado fiable que siempre ha sido. Si esto no es un Juego de Tronos en pleno desierto que venga George RR Martin y lo desmienta.

No hay comentarios: