viernes, junio 13, 2014

Sexo y drogas en el PIB


Es típico de España, y supongo que de otros muchos países, que a la salida o entrada de cada pueblo, tanto mona, se encuentre el puticlub local. Normalmente un sórdido edificio, pequeño, cutre, iluminado siempre con fluorescentes de colores chillones, creando formas eróticas que tratan de decorar la sordidez del lugar, brillando horteramente en la noche, como si de una capilla de sexo se tratase para que los adoradores del polvo acudieran prestos a reclinarse ante su altar. Pasan los años, las crisis, la tecnología, y esos locales siguen ahí, impertérritos sin recibir inversión alguna, con la misma pinta, pero sin aspecto de estar cerrados, boyantes independientemente de la coyuntura económica.

Evidentemente en ellos se usa dinero, se paga por los servicios prestados, siendo eufemístico, y no se emite factura ni se carga IVA ni nada. Son pura economía sumergida, fuera de la ley, pero que funciona a todo trapo. Lo mismo se puede decir del consumo de drogas, en un país como este en el que la cocaína parece ser tan común como el azúcar (nunca la he probado, aviso) y que en verano, en pleno despliegue de la industria el ocio, las pastillas y demás drogas sintéticas mueven cifras difíciles de imaginar y más de calcular. Estos son dos casos claros de sectores económicos ilegales que no se contabilizan en ninguna parte, pero que existen, y negarlo es ser irreal. Teóricamente forman parte de la economía, porque cuando diseñamos modelos y decimos que la renta se consume o se ahorra, no dividimos el consumo en “bueno” y “malo”, Legal o ilegal, moral o inmoral. No, ponemos una C que lo engloba todo y empezamos a hacer supuestos para que nuestras ecuaciones alcancen equilibrios majestuosos y no nos lleven a un desastre parecido al del mundo real. Sin embargo las cosas parece que empiezan a cambiar. Una directiva europea va a alterar la forma de medir ciertas partidas del PIB y va a obligar a contabilizar esas “otras” que se evitaban. Se cambiará de tipología contable a las partidas de I+D+i, que pasarán de ser gasto a considerarse como inversión, lo que tiene mucha lógica. También se amplia y pormenoriza todo lo relativo a la comprar, producción y almacenamiento de armamento, industria puntera en varios países europeos, y se abre la puerta a contabilizar en el PIB el mundo de la prostitución y las drogas. Esto supone un enorme reto para los organismos encargados de recoger datos, en España el INE, porque veamos, ¿cómo sabe uno el dinero que mueve el negocio del sexo? Salvo que se sea asiduo consumidor, y nadie lo va a ir pregonando, una de las formas obvias es preguntarlo, y eso puede dar lugar a escenas muy surrealistas, como las que se recogen en este artículo, en la que empleados del INE acuden a burdeles para saber cuántos servicios de media realizan cada una de las empleadas, cuánto cuestan los servicios y cosas por el estilo. Es fácil imaginarse la cara de póker del dueño del establecimiento cuando unos señores de estadística le hacen esas preguntas y no miran a las fuentes productivas de su negocio. Estas semanas están saliendo algunas cifras y estimaciones, que no se muy bien cómo se han calculado, que hablan de incrementos del PIB de hasta un 4,5% si contabilizamos ambos sectores, lo que supondría valorarlos en, redondeando, 45.000 millones de euros, una cifra inmensa, pero que no se si refleja realmente esas actividades, si las exagera o se queda corta, porque no tengo ni idea de cómo poder contabilizarlas. En Septiembre el INE debe empezar a incorporar esos datos a sus estimaciones de PIB, y es de esperar que durante bastante tiempo las cifras de esas partidas sea, cuanto menos, inestables, hasta que se pueda precisar de alguna manera la forma de medirlas con un cierto grado de precisión.

Se podrá preguntar uno el por qué antes esto no se medía y ahora urge mucho. Una respuesta simplista es que es una vía rápida de aumentar el PIB en medio de un estancamiento, y toda subida se vende como crecimiento. Una visión más retorcida, y también certera, es que todo negocio contabilizado por el gobierno es susceptible de, llegado el momento, ser gravado con un impuesto. Si sabemos cuánto factura el prostíbulo local podremos ponerle una tasa en función de sus ganancias, que antes eran supuestamente nulas. Así, contabilizar es un paso previo, y necesario, para legalizar. Y con la legalización llega el impuesto. Así que no se extrañen si en un par de años el consumo de las llamadas drogas blandas o la prostitución se legalizan y se les impone un IVA del 21%. Habrá manifestaciones de los nuevos sujetos (nada) pasivos, seguro, y muy animadas.

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