Es típico de España, y supongo
que de otros muchos países, que a la salida o entrada de cada pueblo, tanto
mona, se encuentre el puticlub local. Normalmente un sórdido edificio, pequeño,
cutre, iluminado siempre con fluorescentes de colores chillones, creando formas
eróticas que tratan de decorar la sordidez del lugar, brillando horteramente en
la noche, como si de una capilla de sexo se tratase para que los adoradores del
polvo acudieran prestos a reclinarse ante su altar. Pasan los años, las crisis,
la tecnología, y esos locales siguen ahí, impertérritos sin recibir inversión
alguna, con la misma pinta, pero sin aspecto de estar cerrados, boyantes
independientemente de la coyuntura económica.
Evidentemente en ellos se usa
dinero, se paga por los servicios prestados, siendo eufemístico, y no se emite
factura ni se carga IVA ni nada. Son pura economía sumergida, fuera de la ley,
pero que funciona a todo trapo. Lo mismo se puede decir del consumo de drogas,
en un país como este en el que la cocaína parece ser tan común como el azúcar
(nunca la he probado, aviso) y que en verano, en pleno despliegue de la industria
el ocio, las pastillas y demás drogas sintéticas mueven cifras difíciles de
imaginar y más de calcular. Estos son dos casos claros de sectores económicos
ilegales que no se contabilizan en ninguna parte, pero que existen, y negarlo
es ser irreal. Teóricamente forman parte de la economía, porque cuando
diseñamos modelos y decimos que la renta se consume o se ahorra, no dividimos
el consumo en “bueno” y “malo”, Legal o ilegal, moral o inmoral. No, ponemos
una C que lo engloba todo y empezamos a hacer supuestos para que nuestras
ecuaciones alcancen equilibrios majestuosos y no nos lleven a un desastre
parecido al del mundo real. Sin embargo las cosas parece que empiezan a
cambiar. Una
directiva europea va a alterar la forma de medir ciertas partidas del PIB y va
a obligar a contabilizar esas “otras” que se evitaban. Se cambiará de
tipología contable a las partidas de I+D+i, que pasarán de ser gasto a considerarse
como inversión, lo que tiene mucha lógica. También se amplia y pormenoriza todo
lo relativo a la comprar, producción y almacenamiento de armamento, industria
puntera en varios países europeos, y se abre la puerta a contabilizar en el PIB
el mundo de la prostitución y las drogas. Esto supone un enorme reto para los
organismos encargados de recoger datos, en España el INE, porque veamos, ¿cómo
sabe uno el dinero que mueve el negocio del sexo? Salvo que se sea asiduo
consumidor, y nadie lo va a ir pregonando, una
de las formas obvias es preguntarlo, y eso puede dar lugar a escenas muy
surrealistas, como las que se recogen en este artículo, en la que empleados
del INE acuden a burdeles para saber cuántos servicios de media realizan cada
una de las empleadas, cuánto cuestan los servicios y cosas por el estilo. Es
fácil imaginarse la cara de póker del dueño del establecimiento cuando unos
señores de estadística le hacen esas preguntas y no miran a las fuentes
productivas de su negocio. Estas semanas están saliendo algunas cifras y
estimaciones, que no se muy bien cómo se han calculado, que hablan de
incrementos del PIB de hasta un 4,5% si contabilizamos ambos sectores, lo que
supondría valorarlos en, redondeando, 45.000 millones de euros, una cifra
inmensa, pero que no se si refleja realmente esas actividades, si las exagera o
se queda corta, porque no tengo ni idea de cómo poder contabilizarlas. En
Septiembre el INE debe empezar a incorporar esos datos a sus estimaciones de
PIB, y es de esperar que durante bastante tiempo las cifras de esas partidas
sea, cuanto menos, inestables, hasta que se pueda precisar de alguna manera la
forma de medirlas con un cierto grado de precisión.
Se podrá preguntar uno el por qué antes esto no
se medía y ahora urge mucho. Una respuesta simplista es que es una vía rápida
de aumentar el PIB en medio de un estancamiento, y toda subida se vende como
crecimiento. Una visión más retorcida, y también certera, es que todo negocio contabilizado
por el gobierno es susceptible de, llegado el momento, ser gravado con un
impuesto. Si sabemos cuánto factura el prostíbulo local podremos ponerle una
tasa en función de sus ganancias, que antes eran supuestamente nulas. Así,
contabilizar es un paso previo, y necesario, para legalizar. Y con la
legalización llega el impuesto. Así que no se extrañen si en un par de años el
consumo de las llamadas drogas blandas o la prostitución se legalizan y se les impone
un IVA del 21%. Habrá manifestaciones de los nuevos sujetos (nada) pasivos,
seguro, y muy animadas.
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