Hoy será un día complicado para
el tráfico en Madrid. Al Pleno en el Congreso para la tramitación de la Ley
Orgánica de Abdicación de Juan carlos I, que traerá manifestaciones y cortes en
las calles adyacentes se suma el riesgo de chubascos, que de momento se traduce
en calor y nubes, y la
huelga de taxistas, que protestan por la extensión de varias aplicaciones
móviles que les hacen la competencia. Desde luego no es el mejor día para
sacar el coche para dar una vuelta… o sí, si usa alguna de estas aplicaciones.
En todo caso, viva el transporte público y que nos lleve a todas partes.
Lo de las aplicaciones de
transporte es otro magnífico ejemplo de cómo la irrupción de las tecnologías
genera ganadores y perdedores en todos los sectores. ¿Pensaba usted que esto
sucedía sólo con las discográficas y los cines? Pues no. Ese efecto se extiende
poco a poco y, como ha sucedido siempre, creara nuevas oportunidades de empleo
y destruirá trabajos que llevaban tiempo consolidados, es ley de vida. Ahora
mismo hay dos aplicaciones fundamentales que permiten el uso del coche privado
como servicio de transporte, que son bastante diferentes en su concepción y
sistema de negocio, pero que sirven igualmente. Blablacar permite poner en contacto a
personas que van a hacer un viaje con otras que desean hacerlo. Supongamos que
yo quiero ir de Madrid a Burgos y alguien tiene que hacer ese viaje esta
mañana, por la causa que fuera. Si a ese viajero no le importa llevar compañía
y al que quiere viajar no le importa llegar a un acuerdo con el viajero para
sufragar gastos de una manera convenida, blablacar los une y permite viajar a
ambos. La aplicación, por tanto, logra asignar de manera más eficiente recursos
disponibles con preferencias, y nótese que no hay un ánimo de lucro, porque
blablacar no cobra y los que viajen acordarán qué paga cada uno. Uber es un poco distinta, y funciona como una
empresa virtual de taxi en la que los taxistas son particulares que, o bien se
ofrecen por un tiempo dado o van a realizar rutas prefijadas y pueden llevar
pasajeros. En este caso la aplicación dispone de una base de datos de
“profesionales” que venden su oferta de transporte y cobra unas tarifas
mínimas, por lo que el ánimo de lucro existe en los que gestionan el negocio, y
hay una serie de personas que, de una manera u otra, trabajan para uber, cosa
que no sucede en Blablacar. Por lo tanto, financieramente los dos sistemas son
bastante diferentes, y la repercusión económica también lo es, ya que en el
primer caso estamos hablando de una economía de trueque, de intercambio de
favores, y en el otro sí existe un oferente que presta servicios remunerados,
de una manera original, pero con un aspecto de empresa más consistente. Si
Blablacar hace la competencia sobre todo a las empresas de medio y largo
recorrido, Uber se lo hace a los taxistas, y a cualquier medio de transporte
urbano en general. De ahí la huelga que hoy se ha convocado en Madrid, y en
otras capitales europeas, y las movilizaciones que los trabajadores del taxi
llevan realizando en Barcelona desde hace bastante tiempo para luchar contra la
aplicación, que de momento sólo funciona de manera operativa en la ciudad
condal, no en Madrid. Taxistas, transportistas, abogados, empresas de internet,
usuarios, todas las partes que uno pueda imaginar discuten acaloradamente estos
días sobre el uso, abuso, ventajas e inconvenientes de estas aplicaciones, y
sus efectos, que van mucho más allá de lo que parece, y el Ministerio de
Fomento ha amenazado con sanciones a empresas y particulares usuarias de estos
servicios, por realizar competencia desleal, aunque luego ha aclarado que nunca
penalizaría al usuario final del servicio. La polémica, como ven, está servida.
¿Qué es lo que va a acabar pasando? No lo se,
pero viendo lo que ha sucedido en otros sectores, parece ingenuo suponer que se
podrán poner puertas al campo. Las aplicaciones han llegado para quedarse, y el
gremio del taxi, regulado y licenciado hasta el extremo, se enfrenta al mismo problema
que viven las empresas que luchan contra las descargas en internet, que no es
otro que renovarse o morir. Hace unos días hablamos aquí del coche autónomo. El
día que llegue empezará a morir el trabajo de conductor, tal y como lo
conocemos, y habrá protestas del gremio, lógicas, y en unos años el empleo será
un recuerdo. Así, las nuevas tecnologías vuelven a ser disruptivas en un campo
no esperado, y el mundo del transporte, gracias al móvil, ya no será nunca el
mismo.
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