El título de hoy pretende ser un
homenaje al gran libro de Max Hastings sobre la II Guerra Mundial, y refleja
muy bien la sensación que me entraba a lo largo de la tarde y noche de ayer, en
la que todos los cisnes se volvieron negros pájaros de mal agüero y no dejaban
de comunicarse malas noticias unos a otros. Israel
dio inicio a la ofensiva terrestre sobre Gaza tras una jornada de dudas,
rumores de alto el fuego y desmentidos de todos los lados, y en Libia todo
indicaba que la milicia
islamista que lleva varios días tratando de hacerse con el control de Trípoli,
la capital, avanzaba con fuerza tras controlar el aeropuerto de la ciudad.
Y,
por supuesto, el avión. Cuando ayer por la tarde, en el trabajo, vi de
refilón en la web que un avión de Malasyan Airlines había desaparecido me dije
a mi mismo “no, no puede ser, otro no” dado que es la compañía que “perdió” el
avión sobre el índico que durante los primeros meses del año dio mucho que
hablar, y del que no se sabe realmente nada (y al paso que vamos ni se sabrá).
Al fijarme más en la noticia comprobé que de desaparecido poco, más bien
estrellado, y sobre el territorio de Ucrania….. pues pocos sitios hay peores
para estrellarse, pensé, si ha caído en la zona este del país se van a disputar
sus despojos las milicias prorusas y el ejército de Kiev. Al poco la noticia ya
hablaba de que el accidente se había producido a pocos kilómetros de Donetsk,
la capital de los separatistas, una zona de intensos combates desde hace
semanas, en la que los prorusos han conseguido derribar aviones y helicópteros
militares de Kiev, aunque de menor dimensión y altitud de vuelo que la que
lleva un avión comercial. Los datos, en todo caso, eran escalofriantes. Un
Boeing 777 cargado hasta arriba para hacer un viaje intercontinental desde
Ámsterdam a Kuala Lumpur, con 295 personas a bordo, que se suponían todas
muertas. A medida que pasaban los minutos empezó a desatarse una ceremonia de
la confusión en la que lo único que quedaba claro es que el avión se había
estrellado, y nada más. El gobierno de Kiev se apresuró a acusar a los
separatistas de haber sido ellos los que lo habían abatido, mientras que
portavoces de los insurrectos negaban las acusaciones y las rebotaban contra el
ejército ucraniano. La supuesta tecnología rusa de los misiles Buck, que ya se
encuentran en manos de las dos partes enfrentadas, disparó los rumores sobre
hasta qué punto el propio ejército ruso podría estar implicado, por acción o
colaboración en lo que empezaba a no calificarse como accidente, y
que esta mañana se confirma plenamente como un ataque por parte de todas las
fuentes. A partir de aquí, y sin olvidar en ningún momento la conmoción de
las familias de los pasajeros, unas trescientas familias incrédulas y
aterradas, y el estado de shock en el que se puede encontrar Holanda, país
originario de 154 de los fallecidos, algo más de la mitad del total de
viajeros, el escenario internacional que se abre produce un vértigo difícil de
soportar. Si, como prueban algunas conversaciones filtradas por el ejército
ucraniano, en las que rebeldes de Donetsk hablan con responsables militares
rusos sobre las acciones que desarrollan en el terreno y el avión que acaban de
derribar, producidas supuestamente ayer, la posición de no ya los rebeldes,
sino de la propia Rusia, empezaría a resultar insostenible. La declaración
expresada ayer por Putin en la que lamenta las víctimas y culpabiliza al
gobierno de Kiev por recrudecer la guerra que se libra en su patio trasero es
una forma indirecta de asumir que fueron los rebeldes los que, por deseo o
error, abatieron el avión, quizás al confundirlo con un transporte militar
ucraniano. En todo caso las dudas son muchas, las certezas pocas, y el miedo
total.
Porque, supongamos, se demuestra
que han sido los rebeldes los que lo han derribado ¿Qué ocurre entonces? ¿Laminaría
Kiev a los atrincherados en Donetsk como venganza internacional? ¿Y si se
demuestra una participación de Rusia, se declararía una guerra entre ambos
países sobre los restos humeantes del avión, al ser la prueba de la
colaboración rusa con los rebeldes? ¿Y si hubiera sido el ejército de Kiev el
que, deseándolo o no, hubiera disparado el misil que acabó con el avión? ¿Asaltamos
nosotros Ucrania como castigo? Un escenario de pesadilla vuelve a resurgir en
el torturado este de Europa, y su final se antoja muy muy lejano.
La semana que viene estoy de vacaciones en Elorrio,
por lo que no habrá blog. Disfruten del ocio lo que puedan y, dado como está el
panorama informativo, no se si recomendarles que lo sigan o no. Si todo va bien
volveré a escribir para ustedes a partir del Lunes 28 de Julio
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