Hoy hay una doble resaca que
puedo compartir con ustedes. La personal, tras la extenuante aventura ciclista
de este sábado, que me llevó a ascender a Navacerrada y provocar dolores en
medio cuerpo que aún hoy los siento como el sábado veía las rampas de ascenso a
la cumbre, y la del PSOE, que culminó ayer su experimento de elección
democrática del Secretario General del partido, un proceso que ha culminado con
éxito y dando una buena imagen a la formación, y metiendo presión a las
restantes, especialmente al PP, para que cambien de una vez los caducos
sistemas de elección “dedocrática” de sus figuras. En este campo el PSOE se
apunta un tanto.
El
ganador de ayer es Pedro Sánchez, a quien la mayoría daba como favorito, pero
que logró casi la mitad de todos los votos emitidos, frente al 36% de los
cosechados por Eduardo Madina, el derrotado de anoche, y el 15% de Pérez Tapias
que, con ese resultado, se puede considerar muy satisfecho. Sánchez es un
político de origen madrileño que hasta hace pocos meses apenas era conocido más
allá de su agrupación de Tetuán y del Ayuntamiento, donde estuvo una
legislatura entera. Ocupa escaño en el Congreso de los Diputados, pero no es de
los asiduos en la Tribuna de Oradores, y posee un interesante perfil
profesional ajeno a la política, lo que, como señaló ayer un comentarista
político, le ha permitido cotizar a la Seguridad Social por su propio trabajo,
cosa que sabemos es poco frecuente entre las figuras políticas de nuestro país.
Sobre Sánchez recae ahora la enorme, hercúlea, tarea de reflotar un PSOE
hundido en las encuestas y la desazón. Atacado por todos los flancos,
desahuciado en Cataluña (donde ganó Madina) reducido su poder a su eterno feudo
andaluz, y acusado aún por parte de la sociedad de ser el culpable de la crisis
que nos asola, engendrada en los gobiernos de ZP, Sánchez supone el primer paso
en el proceso de renovación real que el partido debía emprender para corregir
su rumbo. En lo que hace a imagen y presencia, cumple las condiciones
necesarias para ser una nueva figura. Joven, desconocido, apuesto, telegénico,
de formas modernas, parece un político versado en los medios de comunicación,
las nuevas tecnologías y la sociedad de internet en la que nos encontramos.
Denominado por muchos como “el guapo” posee un innegable atractivo personal
que, para que negarlo, siempre es un factor positivo en un político, que en el
fondo desea ser gustado por la sociedad a la que se dirige. Sobre su propuesta
política, lo importante, poco se sabe, salvo algunas vaguedades genéricas que
siempre quedan bien pero que aún no ha traducido en ideas concretas. En su
discurso de la victoria de ayer, que en esencia fue un mitin para los suyos,
aludió a tres cosas que me llamaron la atención. Referencia obligada, y muy
reiterada, a la unidad del partido, tras el proceso electoral, que siempre crea
tensiones internas. Una frase a recordar, “somos socialistas, no nacionalistas”
que describe muy bien el marasmo ideológico que, en parte, ha abducido en estos
últimos años al PSOE y le ha desdibujado como alternativa, no sólo en las
comunidades con fuerte presencia nacionalista, y una referencia a la victoria
electoral en las elecciones del año que viene, municipales, autonómicas y
generales. Es decir, un mensaje de aliento a su militancia, que va de derrota
en derrota, y que ve como los rebeldes a su izquierda se los quieren merendar.
En este sentido Sánchez empezó desde ayer a atacar a Podemos, creo que con
acierto, señalando que el PSOE no es un mero partido de protesta, sino que debe
ser un partido de propuestas y soluciones, porque volverá a gobernar España.
¿Cómo se interpretará la victoria de Sánchez
desde el PP? Creo que si son listos lo verán desde dos ópticas muy claras. A
corto plazo, en lo que queda de legislatura, es bueno, porque de entre todos
los candidatos era Sánchez el más fiable de cara a poder pactar y dialogar de
manera institucional. A medio, de cara a las elecciones de 2015, era el
candidato más peligroso para el PP, porque es el que puede robarle votos de
centro y decantar así una victoria para las filas socialistas. Desde hoy Génova
vuelve a tener en Ferraz a un rival potencialmente peligroso, que aún debe
demostrar mucho (casi todo, la verdad) pero que promete ser muy peligroso para
las futuras aspiraciones de Rajoy. Esto se pone muy muy muy interesante.
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