jueves, julio 03, 2014

Otoño en Julio


Estaba pensando titular el artículo de hoy en plan “otoño en Madrid” para hacer un guiño a la sensiblera película dedicada a la ciudad de Nueva York, que luce en ella mucho mejor que la pareja de actores que interpretan su papel, pero ni Madrid es Manhattan (ojalá, pero no es el caso) y la situación de inestabilidad que vivimos no afecta sólo a la capital, sino a gran parte del interior del país, sometido desde hace un par de días a fuertes tormentas que, afortunadamente, no han dejado heridos ni víctimas, pero sí daños materiales e imágenes impropias de la época, estampas de una granizada y blanca Navidad en Julio.

El clima es tozudo y el tiempo es caprichoso, por lo que regresiones de este tipo no debieran de extrañarnos. Si recuerdan tuvimos un Mayo de temperaturas muy altas, impropias de la época, que esta semana hubieran sido normales. En aquellos días pocos dijeron algo o se quejaron. La mayoría se lanzó a ocupar las terrazas y a disfrutar de unas noches en las que el calor animaba a estar fuera de casa. Junio, el mes con más luz del año, empezó igual de cálido, pero a medida que avanzaba se fue tornando inestable, con episodios de tormenta que fueron mucho más allá de lo que suele ser habitual, y se alejaron de las zonas tradicionales de formación, sistemas montañosos y, especialmente, el entorno de la Ibérica, la zona más tormentosa de España. El día de la proclamación de Felipe VI la mañana fue radiante y soleada, pero la tarde noche se convirtió en intensa tormenta, lo que me hace sospechar que cada acto social de importancia en la vida de este hombre se acompaña de un buen aguacero y rayos. Desde entonces, con alternancias, las tormentas llevan presentes en nuestro país de una manera u otra sin interrupción, siendo más frecuentes en el entorno de la Ibérica y los Pirineos, pero con episodios violentos que se han desatado en La Rioja, Navarra, Murcia y muchas otras regiones. Las temperaturas, en parte debido a esta inestabilidad, no acaban de remontar, y “la calor” del verano aún no se ha presentado, cosa que la mayor parte de la población agradece. Supongo que los encargados de las piscinas, chiringuitos y refrescos empezarán a estar un poco mosqueados, porque sin que le termómetro supere claramente la barrera de los 30 grados su actividad no despierta del todo, y de momento no se aprecia esa estabilidad típica de la época que convierta a las piscinas municipales en charcos atestados de bañistas buscando consuelo ante el calor que no pueden aguantar fuera de ellas. ¿Es todo esto normal? Sí. Un año puede salir más o menos lluvioso, más o menos cálido, con más o menos tormentas, pero en todo caso hay que esperar a tener los registros de los episodios que estamos viviendo para determinar si son anormales o no. Es probable que en determinadas localidades lo sean, y que alguna tormenta haya batido records en cuanto a intensidad de lluvia, granizo o rayos, pero debemos recordar que son fenómenos localizados, circunscritos a un lugar muy concreto, y por tanto su influencia sobre las medias generales de precipitación y temperatura serán escasas. Ya llegarán los días de calor en los que parece que el mundo se detiene, y sólo se escuchan a algunos insectos, como las chicharras, emitir su continuo y aburrido ronroneo, y tumbados en el sofá o trabajando en la oficina, digamos un montón de veces eso de “qué calor”, y hablando con los compañeros nos quejemos de la temperatura que hace y de cómo este año no ha habido primavera ni apenas tormentas, y claro, con este calor no se puede, y que si el calentamiento global se nota mucho en mi barrio, y muchas otras cosas así, carentes casi siempre de razón y sentido, pero que son socorridas para animar la conversación y sobrellevar el calor del verano.

De momento hoy no pasaremos mucho calor, y con un poco de suerte podremos ver tormentas cerca de donde vivimos o trabajamos. Si le gustan, como es mi caso, o las aborrece o no le importan, podrá disfrutar con ellas en todo caso, porque a la tormenta le da igual si la admiran o detestan (viene a ser como un imputado, indiferente ante su entorno). No sea inconsciente, use el sentido común, y no se exponga a ser alcanzado por un rayo, una ventolera o una posible crecida de un arroyo en caso de intensa precipitación. El espectáculo de una tormenta desatada es difícil de superar (quizá sólo sea comparable al efecto “tormentoso” que genera en el amante la cariñosa mirada de la mujer bella y amada) pero, como en el caso de la comparación, tenga precauciones, que nunca están de más.

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