Qué cosas tiene la vida, si ayer
les comentaba que estábamos viviendo un acusado episodio de tormentas, y me
hacía eco de sus impactos en distintas localidades españolas, por la tarde tuve
la oportunidad de sentir “los impactos” muy cerca de mi, concretamente al otro
lado de las ventanas de la oficina en la que trabajo, donde los granizos, del
tamaño de canicas grandes, empezaron a golpear el edificio y toda la zona
urbana en la que se encuentra con una violencia y e intensidad como pocas veces
he visto en mi vida. Hace varios años viví algo parecido de madrugada en el
barrio donde resido en Madrid, pero es el único episodio semejante al que puedo
acudir.
A lo largo de todo el día de ayer
Madrid estuvo rodeado de tormentas que, tímidamente, se adentraban a la ciudad.
Principalmente afectaban las zonas este y sur de la ciudad, y desde el trabajo
(estoy en la parte alta de una de las torres de la Castellana y tengo unas
vistas privilegiadas de toda la urbe) veía como el corredor del Henares era
azotado una y otra vez por nubes negras, muy desarrolladas, que dejaban
cortinas de lluvia de gran intensidad, acompañadas de rayos que se oían
perfectamente desde nuestra ubicación. Fueron varios los chubascos que llegaron
a regar la ciudad, de manera brusca y por poco tiempo, dejando una estampa de
día tropical porque, a pesar de la lluvia, la temperatura seguía estando
claramente por encima de los veinte grados. Las imágenes de radar de AEMET
mostraban montones de puntos bien formados, tormentas que evolucionaban y
desplazaban de manera caótica e irregular por todo el centro del país, y que
según podía leer en la web ya habían provocado inundaciones en Talavera de la
Reina y algunos problemas en Toledo ciudad. Bajé a comer a la hora acostumbrada
y subí sin sobresaltos, y volví a realizar un examen visual desde la planta de
cómo estaba el cielo. Y otra vez una enorme tormenta descargaba con ganas en el
este de la ciudad, justo en el límite con la zona del aeropuerto de Barajas,
que ya no podía distinguir por las cortinas de precipitación. Sobre la lluvia,
un “arcus” perfecto, negro y amenazador, desarrollaba su forma de ataque en lo
que era una formación de tormenta de libro, cuyas estructuras no podía
distinguir con claridad dada la cercanía de la misma a mi posición. Abrí la
ventana y sentí que el viento era cada vez más intenso, y que me golpeaba de
cara… aquella enorme tormenta se dirigía hacia donde yo estaba, hacia Madrid. Y
cada vez el área visual que podía distinguir desde mi posición se reducía,
porque era cubierta por una masa blanquecina de agua que lo tapaba todo. A una
velocidad creciente las nubes y las cortinas se acercaban hacia mi edificio, y
no pasaron más de cinco minutos desde que fui consciente de que venían hasta
que lograron llegar. El ruido del viento se convirtió en una escandalera feroz,
y a medida que ráfagas de lluvia empezaron a caer con gran fuerza sobre la
Castellana como si arrojadas desde una ducha se tratasen, los granizos
empezaron a golpearlo todo. Primero se intuían, pero luego se abrieron las
puertas del cielo y, como si se tratase de la ruptura del bombo de la lotería
de Navidad, millones de bolas empezaron a caer sobre el suelo, cristales,
azoteas, árboles, coches, asfalto y todo lo que uno imaginarse pueda. El
estruendo era enorme, insoportable, un ruido espantoso, en el que los truenos
eran apenas distinguibles entre los miles de impactos que simulaban ser un
ametrallamiento de la ciudad. Los carriles del Paseo y calles aledañas
empezaron a cubrirse de blanco y verde, fruto de las ramas y hojas que el
granizo arrancaba a su paso. Los coches se fueron deteniendo poco a poco y la
ciudad se paró, absorta, asombrada y asustada, por la descarga de una tormenta
que en apenas diez minutos generó un caos absoluto en todas partes.
Tras el paso de la nube se hizo la calma, sobre
todo el silencio una vez que los granizos dejaron de golpear, y empezó el
proceso de recuento de daños, de asombros, de tuits y whatsapp desatados entre
todos los que habíamos vivido aquel episodio, afortunadamente a resguardo, y
las noticias sobre carreteras afectadas, inundaciones, cortes de servicio de
metro y de otras infraestructuras… la
tarde de ayer en Madrid fue bastante caótica en los barrios más afectados, que
aún hoy harán recuento de daños, y al final de la jornada la ciudad olía,
como en el campo, a hierba cortada, fruto de las hojas y ramas de los árboles que,
violentamente arrancadas, tapizaban los suelos, quedando como únicas pruebas de
la violencia que se había desatado pocas horas antes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario