Este sábado por la tarde, como
estaba previsto, tuvo lugar en Durango la esperada boda entre mi amigo IGU y su amada NEP, en el convento de San Francisco, bajo un intenso chubasco de verano que
empezó algo antes de la hora señalada para el evento y terminó bastante
después, y que pese a que deslució en parte los prolegómenos y conclusiones, habrá que recordarlo como metáfora de la felicidad que los novios
desprendían y como fuente agua viva que riega las flores, que adornaban el
atar, y el amor que la pareja se profesa. También podía interpretarse como
lluvia molesta que empapaba, pero será mejor verlo desde una perspectiva
optimista. Además, todo transcurrió de manera óptima, por lo que, bienvenida
lluvia.
Todas las ceremonias de boda
tienen sus particularidades. En este caso quiero quedarme con un detalle
novedoso que no he visto en ocasiones anteriores. En el momento de entregarse
las arras, esas monedas que son signo de los bienes materiales que los novios
van a compartir una vez casados, IGU y NEP se intercambiaron objetos mundanos,
de la vida diaria, y posesiones de gran valor que daban un nuevo significado a
ese gesto. Si no recuerdo mal se dieron mutuamente una fotografía de sus
familias, que desde el sábado son parte de la vida de ambos, de sus amigos
respectivos, que también son ya amigos de ellos dos, un cuaderno en el que cada
uno había ido recogiendo sus experiencias de convivencia y fe, en los
encuentros y formación que han tenido a lo largo de estos años, juntos, por
separado o como monitores de religión y tiempo libre, las libretas del banco y
las llaves de los pisos respectivos (y sí, IGU, la del coche). Primero NEP y
luego IGU, cada uno sostenía una caja decorada de la que iba extrayendo los
objetos y se los entregaba al otro, delante de todos nosotros. Esa entrega era
una metáfora de la cesión de la vida material, que a veces queda un poco oculta
entre el ceremonial del matrimonio, y que en este caso fue resaltada
especialmente, cosa que me gustó. Y es que en la vida en pareja, en común,
además del amor y los sueños y las fantasías, existen los desayunos, la
hipoteca, la compra en el súper, las derramas de la comunidad de vecinos, las
facturas de la luz (esas sobre todo) y un montón de gastos y cuestiones
bastante prosaicas, de las que a casi nadie le gusta hablar, pero que son muy
necesarias no sólo para que la vida funciones, sino para que ese amor en común
pueda germinar. Las estrecheces de la vida, y más en épocas de crisis como las
que vivimos, suponen un enorme reto para las parejas que, tengan hijos o no, se
enfrentan a enormes dilemas cuando los ingresos no llegan y los gastos no
frenan. El día a día se puede convertir en una carrera de obstáculos para poder
llegar, desfondados, a la fecha del nuevo cobro, en la que se encontrará un
oasis temporal en el que saciarse y coger fuerzas para una nueva carrera hasta
la nueva meta. Detalles, regalos, caprichos, quedan muchas veces aparcados por
la necesidad de lo urgente, y esa tensión acumulada puede generar una tristeza
que mine el amor. En otras ocasiones lo que falta es justo lo contrario,
desprendimiento y generosidad. Se centra la vida en torno a lo que se posee, lo
que se tiene, lo que es mío y es tuyo, algo muy común en nuestras sociedades, cosificadas
y egoístas en demasiadas ocasiones, y esa es otra cuña que puede fracturar el árbol
del amor en miles de afiladas y peligrosas astillas Por ello se debe tener en
cuenta que el matrimonio, la pareja, es también una vida de cosas en común, que
es menos importante que la relación en sí, pero que tampoco se puede despreciar
como algo baladí o carente de sentido.
A lo largo de su tiempo de noviazgo, y de los
años de vida que nos han permitido compartir, IGU y NEP han dado muestra de que
su amor es grande y noble, pero sobre todo de que son generosos hasta el
extremo, para ellos mismos y para los que los rodean. El término “mi” como
posesivo apenas ha salido en sus labios ni existido en su corazón. Esos bienes
que se entregaron delante de todos hace mucho que los comparten, y por ello son
ricos, no por lo que poseen, sino por valorar lo que tienen y hacer muestra de
desprendimiento. No tengo dudas de que ambos serán felices, y en su caso lo serían
teniendo muchas o pocas cosas, porque tienen clara cuál es la fuente de la
felicidad, cual la causa de su amor, y de dónde nace la lluvia que les riega
desde hace tanto tiempo y que les ha permitido florecer como lo han hecho.
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