jueves, julio 10, 2014

El crowdfunding se nos va de las manos


De mientras discutimos sobre si la recuperación de la economía española es más o menos sostenible, nos endeudamos cada vez más y repartimos subvenciones que no controlamos (no supervisan ni los auditores, como para hacerlo los políticos) por ahí fuera el mundo económico vive una silenciosa pero intensa revolución que amenaza con poner patas arriba muchas normas y sectores que siempre se han considerado intocables. Internet y la tecnología basada en ella es el arma de batalla que amenaza con crear una nueva economía de verdad, no la que se nos anunciaba en el año 200 y se estrelló en la burbuja puntocom.

Taxistas enfurecidos, hosteleros asustados, compañías de autobuses con la mosca en la oreja.. las aplicaciones móviles y el uso compartido empiezan a ser sectores económicos con entidad propia, pero no es sólo eso, no. Uno puede revolucionar internet sin pretenderlo, al parecer la única condición para lograrlo es ser norteamericano, porque esto que les voy a contar se le ocurre a alguien de Albacete y sólo consigue una buena bronca de su madre. Nuestro protagonista, Zack Brown, quería hacer una ensalada de patata, sólo eso. Se dio de alta en kickstarter, una de las principales webs de crowdfunding del mundo y colgó en ella su perfil, su mensaje y la foto de un bol en el que se veía una especie de ensalada de patata (el aspecto culinario es la especialidad más débil de todos mis conocimientos en este asunto). Recordemos que estas webs sirven para que quien desee pueda hacer aportaciones económicas a los proyectos que en ellas se exponen, logrando así una financiación alternativa a la bancaria, basada en la voluntariedad de los donantes. Se solicita que cada uno aporte muy poco dinero y se trata de que la mayor cantidad de personas puedan ver el proyecto para recaudar lo necesario. Solicitaba colaboraciones de un dólar para comprar las patatas y algún otro ingrediente para hacer su plato. A alguno que pasaba por la web le resultó simpático el anuncio y decidió ayudarle al bueno de Zack, quizás porque cuando pulsaba tenía hambre y el bol le pareció jugoso y tentador. La cosa es que unos cuantos más pasaron por allí y dieron uno o más dólares, y la cuenta de Zak iba engordando poco a poco, pero sin duda a mayor velocidad que la de las calorías que le suministraba la ensalada. Su plan original era recaudar diez dólares, diez, en un mes, por lo que se supone que tenía dinero para comprar comida antes de que, transcurrido ese tiempo, se pegara el festín ensaladero. Sin embargo el bueno de Zack no podía imaginar que su proyecto e imagen iban a despertar el ansia de todos los amantes de las ensaladas de patata. Lo que empezó quizás como una broma, o un inocente juego, se ha ido convirtiendo poco a poco en uno de esos extraños y confusos episodios virales, que sólo pueden darse en EEUU, por lo visto, en los que todo se desmadra. El proyecto empezó el 2 de Julio y, transcurridos ocho días desde entonces, acumula una recaudación de, asómbrense, 43.592 dólares!!! Más de cinco mil personas han decidido financiar el proyecto de Zack, con cantidades individuales que, obviamente, superan el dólar de aportación en bastantes casos. La ensalada se ha convertido en un fenómeno en internet, hay páginas que hablan de ella y de la locura que ha generado, que debaten sobre si tiene sentido recaudar cantidades similares con ideas tan peregrinas, o si el mismo sistema del micromecenazgo, término complejo pero que se entiende bastante mejor que el inglés originario, ha llegado a un momento en el que se ha convertido en un sinsentido. No lo se, el debate está abierto, aunque yo soy de los que cree que uno puede hacer con su dinero lo que le plazca, y si decide donárselo a otro para que haga, por ejemplo, una ensalada, está en su derecho.

A todo esto no se muy bien que opinará Zack, que ve como su cuenta financiera engorda hasta dimensiones que le permitirían organizar una ensalada global en su Ohio natal, donde seguramente ya se habrá convertido en una celebridad. Analistas, estudiosos y demás expertos volverán a sentirse burlados por el complejo funcionamiento de esa simbiosis que hemos generado entre sociedad y tecnología, que tiende a volverse loca y funcionar a su aire pese a que deseemos encorsetarla. Y lo que también está claro es que si alguien quería un nuevo argumento para demostrar que la economía no es racional aquí tiene uno muy bueno, y seguramente aliñado.

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