De mientras discutimos sobre si
la recuperación de la economía española es más o menos sostenible, nos
endeudamos cada vez más y repartimos subvenciones que no controlamos (no
supervisan ni los auditores, como para hacerlo los políticos) por ahí fuera el
mundo económico vive una silenciosa pero intensa revolución que amenaza con
poner patas arriba muchas normas y sectores que siempre se han considerado
intocables. Internet y la tecnología basada en ella es el arma de batalla que
amenaza con crear una nueva economía de verdad, no la que se nos anunciaba en
el año 200 y se estrelló en la burbuja puntocom.
Taxistas enfurecidos, hosteleros
asustados, compañías de autobuses con la mosca en la oreja.. las aplicaciones
móviles y el uso compartido empiezan a ser sectores económicos con entidad
propia, pero no es sólo eso, no. Uno puede revolucionar internet sin
pretenderlo, al parecer la única condición para lograrlo es ser norteamericano,
porque esto que les voy a contar se le ocurre a alguien de Albacete y sólo
consigue una buena bronca de su madre. Nuestro protagonista, Zack Brown, quería
hacer una ensalada de patata, sólo eso. Se dio de alta en kickstarter, una de las
principales webs de crowdfunding del mundo y colgó en ella su perfil, su
mensaje y la foto de un bol en el que se veía una especie de ensalada de patata
(el aspecto culinario es la especialidad más débil de todos mis conocimientos
en este asunto). Recordemos que estas webs sirven para que quien desee pueda hacer
aportaciones económicas a los proyectos que en ellas se exponen, logrando así
una financiación alternativa a la bancaria, basada en la voluntariedad de los
donantes. Se solicita que cada uno aporte muy poco dinero y se trata de que la
mayor cantidad de personas puedan ver el proyecto para recaudar lo necesario.
Solicitaba colaboraciones de un dólar para comprar las patatas y algún otro
ingrediente para hacer su plato. A alguno que pasaba por la web le resultó
simpático el anuncio y decidió ayudarle al bueno de Zack, quizás porque cuando
pulsaba tenía hambre y el bol le pareció jugoso y tentador. La cosa es que unos
cuantos más pasaron por allí y dieron uno o más dólares, y la cuenta de Zak iba
engordando poco a poco, pero sin duda a mayor velocidad que la de las calorías
que le suministraba la ensalada. Su plan original era recaudar diez dólares,
diez, en un mes, por lo que se supone que tenía dinero para comprar comida
antes de que, transcurrido ese tiempo, se pegara el festín ensaladero. Sin embargo
el bueno de Zack no podía imaginar que su proyecto e imagen iban a despertar el
ansia de todos los amantes de las ensaladas de patata. Lo que empezó quizás
como una broma, o un inocente juego, se ha ido convirtiendo poco a poco en uno
de esos extraños y confusos episodios virales, que sólo pueden darse en EEUU,
por lo visto, en los que todo se desmadra. El proyecto
empezó el 2 de Julio y, transcurridos ocho días desde entonces, acumula una recaudación
de, asómbrense, 43.592 dólares!!! Más de cinco mil personas han decidido
financiar el proyecto de Zack, con cantidades individuales que, obviamente,
superan el dólar de aportación en bastantes casos. La ensalada se ha convertido
en un fenómeno en internet, hay
páginas que hablan de ella y de la locura que ha generado, que debaten
sobre si tiene sentido recaudar cantidades similares con ideas tan peregrinas,
o si el mismo sistema del micromecenazgo, término complejo pero que se entiende
bastante mejor que el inglés originario, ha llegado a un momento en el que se
ha convertido en un sinsentido. No lo se, el debate está abierto, aunque yo soy
de los que cree que uno puede hacer con su dinero lo que le plazca, y si decide
donárselo a otro para que haga, por ejemplo, una ensalada, está en su derecho.
A todo esto no se muy bien que opinará Zack, que
ve como su cuenta financiera engorda hasta dimensiones que le permitirían
organizar una ensalada global en su Ohio natal, donde seguramente ya se habrá
convertido en una celebridad. Analistas, estudiosos y demás expertos volverán a
sentirse burlados por el complejo funcionamiento de esa simbiosis que hemos
generado entre sociedad y tecnología, que tiende a volverse loca y funcionar a
su aire pese a que deseemos encorsetarla. Y lo que también está claro es que si
alguien quería un nuevo argumento para demostrar que la economía no es racional
aquí tiene uno muy bueno, y seguramente aliñado.
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