jueves, julio 17, 2014

El banco de los BRICS


Una de las noticias más interesantes de la semana, y que puede tener un enorme recorrido e importancia si se consolida finalmente, es la decisión adoptada por Brasil, Rusia, Indica, China y Sudáfrica, los llamados BRICS, de crear un banco entre ellos que, de manera alternativa, asuma las funciones que ahora realiza el FMI y el Banco Mundial, tanto la concesión de préstamos para las políticas de desarrollo como el asesoramiento y la supervisión de las mismas. La constitución se hará mediante la aportación de 50.000 millones de dólares y una capacidad inicial de préstamo de entorno a los 100.000 millones de dólares. Y de momento usarán como moneda el dólar.

Crear esta institución supone, a mi entender, que empieza a surgir el mundo alternativo al escenario de mediados del siglo XX que aún rige las estructuras financieras y de poder a nivel global. Tras el final de la II Guerra Mundial se instaura un orden internacional determinado por los vencedores de aquella contienda, con una institución de control político, la ONU, en la que EEUU, Rusia, China, Francia y Reino Unido, los vencedores, tienen asiento permanente y derecho de veto en el Consejo de Seguridad, el órgano que toma decisiones y tiene poder más allá de las palabras. El resto de países o no cuentan u ocupan sillas en ese Consejo de manera rotatoria y temporal. En el plano financiero, las instituciones surgidas tras los acuerdos de Breton Woods, principalmente el FMI y el Banco Mundial, siguen siendo las teóricas garantes de la estabilidad global, aunque esto es más un deseo que una realidad. De esos acuerdos también surgió un mundo de tipos de cambio fijos referenciados al dólar, que actuaba como una especie de patrón oro con algo de volatilidad. Este sistema se fue al garete durante la presidencia de Nixon, en los años setenta, cuando se decretó la libre flotación del dólar y del resto de divisas, y se crearon los mercados de divisas que hoy son la piedra angular del sistema financiero internacional. Pese a ello el dólar sigue siendo la moneda de referencia para los intercambios comerciales, ciertas materias primas sólo se compran y venden en dólares (el petróleo sin ir más lejos) y la política económica norteamericana sigue siendo, por ello, la más importante y decisiva de todas. Visto desde nuestros días, esta estructura de poder ya no responde a la realidad en la que nos encontramos. El peso inmenso que posee en ella la Unión Europea no es para nada representativo de su actual semiinsignificancia en el concierto internacional, y países que en los años cincuenta o sesenta eran más bien poca cosa hoy son pesos pesados en el concierto internacional. Los citados BRICS, que es una expresión creada por un ejecutivo de Goldman Sachs en los noventa, para referirse a las piezas que construirían la nueva economía (en inglés bric quiere decir ladrillo) son una amalgama de superpotencias y países nuevos en el contexto internacional, con Rusia como potencia decadente del grupo y China como gigante en expansión, aparentemente, sin fin. Pero junto a ellos otros países adquieren cada vez más peso en el mundo y no tienen forma de significarlo en ese entramado institucional. Empezando por Japón, derrotado en la guerra, y que pese a su relativa decadencia sigue siendo una de las potencias económicas mundiales, pero que no puede votar ni vetar en casi ningún sitio. Otras naciones como Indonesia, Vietnam, Nigeria, Malaysia o Pakistán representan a cientos de millones de habitantes y economías que crecen a unas tasas de vértigo, y que hace apenas una década eran sinónimo de colonialismo decimonónico y poco más. Hoy representan un poder comercial y financiero creciente, y que demanda participar en el concierto internacional. Evidentemente, el sistema con el que nos dotamos en el pasado hace mucho tiempo que no da de sí, y este banco de los BRICS es la primera piedra que, lanzada contra él, es capaz de causarle daños serios.

Puede uno plantearse la gran pregunta de cómo será entonces el sistema que pueda sustituir al ahora existente. No lo se. Hace algunos años se empezó a hablar en serio de reformar la ONU, tratando de eliminar los restos del pasado y acogiendo parte de estas nuevas realidades, y se comentó la posibilidad de reformar los estatutos y el sistema de aportaciones al FMI en la misma línea de representar más fielmente la nueva realidad, pero de esos debates han surgido apenas algunas recomendaciones y casi ningún cambio relevante. A medida que pase el tiempo y no se produzcan reformas, el riesgo de que las viejas instituciones caigan en la irrelevancia es cada vez mayor. Muere un mundo viejo pero aún no sabemos cómo será el que está naciendo.

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