miércoles, julio 09, 2014

Venganza sin fin en Oriente Próximo


La paz y la tranquilidad son esos momentos de publicidad que se dan los contendientes en oriente próximo para ir al baño, hacer sus necesidades y, reconfortados, volver para nuevamente enfrentarse sin fin, hasta que necesiten un nuevo respiro. Durante el día de ayer fue continuo el lanzamiento de cohetes desde la franja de Gaza contra las ciudades israelíes, incluyendo Jerusalén y Tel Aviv, y los bombardeos de la aviación israelí sobre la franja. La acumulación de tropas en la frontera indica que es más que probable un asalto militar por tierra por parte del ejército de Israel y la guerra no declarada crece en intensidad por momentos. Otra más a sumar a la interminable lista.

Es tan profunda la enemistad y desconfianza que existe entre los dos mundos que habitan aquella tierra que ha bastado un perverso, un cruel asesinato para que se vuelvan a disparar las hostilidades. Hace poco más de una semana que fueron encontrados los cadáveres de los tres adolescentes israelíes que llevaban secuestrados casi un mes, y que habían movilizado gran parte del ejército y la sociedad civil en su busca. Sus cadáveres, disparados, casi con toda seguridad el mismo día en el que fueron secuestrados, llevaban impresa la firma de Hamas o de algún movimiento islamista similar, pese a que la organización fundamentalista no se ha hecho responsable del acto. La conmoción en Israel fue grande, el dolor y la rabia inmensos, y si quien perpetro ese crimen buscaba generar una respuesta, hay que decir que lo logró. A los pocos días otro adolescente, esta vez palestino, era asesinado por, tal y como se ha descubierto a posteriori, un grupo de exaltados sionistas, que buscaban vengarse del crimen de los tres adolescentes. Buscaban una presa, y encontraron a un chaval que estaba en el peor lugar y en el peor momento posible. Lo secuestraron, golpearon y, según afirma la autopsia, quemaron vivo, en un acto vil que se equipara al que ejecutaron los asesinos de los tres chicos israelís. Cuatro muertos, cuatro personas jóvenes, inocentes, cuyo principal objetivo en el día en el que murieron era, sin duda, pasarlo bien y disfrutar algo de la vida, que a esa edad es infinita y se mantiene llena de sueños y esperanzas, incluso en una tierra tan torturada como aquella. Cuatro vidas segadas por el fanatismo, que necesita bañarse y alimentarse en sangre para poder existir. Cuatro personas sacrificadas en el altar de la venganza, en una escena de crueldad tan similar a las muchas que se relatan en el Antiguo Testamento que vuelve a demostrar que no hemos evolucionado mucho desde entonces, que el primitivismo que anida en todos nosotros siempre está a flor de piel, con ganas de surgir, y que a veces basta una chispa para que nos dejemos vencer por nuestros impulsos y actuemos sin freno para satisfacerlos. Si en todas las ocasiones que se han desatado enfrentamientos entre Israel y Palestina las causas han sido más o menos pueriles, esta es de esas en las que el motivo de la disputa es especialmente vil y cruel. Las familias de los cuatro muertos lloran por igual a sus hijos, los padres y madres, ante los cadáveres de sus jóvenes vástagos, rezarán a Yahveh o Alá, suplicando clemencia pero sólo sentirán dolor, y nada en el mundo podrá ofrecerles el consuelo que necesitan. Las mismas saladas lágrimas surgirán de sus vacíos ojos y correrán por sus mejillas, hasta caer en el árido y despiadado suelo de una tierra en la que la muerte y el odio es el único fruto que puede crecer en medio del erial. Odio regado con lágrimas de desesperación. Muerte como fruto de la eterna venganza sin fin.

EEUU ya tiene ante su mesa un nuevo intento de proceso de paz fracasado, otro más. La comunidad internacional vuelve a lanzar mensajes de calma y preocupación en medio de una indolencia y hartazgo cada vez más extendidos, los muertos de uno y otro bando crecen por cada día que pasa de incursiones, ataques y asaltos, y con ellos la lista de agravios y venganzas, que no cesa de aumentar, quizás hasta que, como pregona la escritura, no queden ojos ni dientes que arrancar, y la paz de los cementerios sea la que reine en esa tierra. ¿Ese es el futuro que queremos construir? ¿Cómo evitaremos que se produzca?

No hay comentarios: