Ha causado un enorme revuelo la
confesión, por escrito, de Jordi Pujol, reconociendo que poseía patrimonio en
el extranjero, en confortables paraísos fiscales, desde hace algo más de
treinta años, producto de una herencia no declarada, y que no ha podido
regularizar hasta hace apenas unas semanas. La carta, que se hizo pública el
fin de semana, pedía perdón por el error y admitía haber traicionado la
confianza de aquellos que en él la habían depositado. Consideraba la confesión
como un acto expiativo con ánimo de saldar la culpa y ser perdonado por ello.
Tras la revelación, gran conmoción, disgusto y rasgado público de vestiduras
por parte de casi todo el mundo. Qué gran obra de teatro colectivo.
Hay dos cosas de la confesión de
Pujol que no logro entender. La primera, y más sustancial, es cómo casi todo el
mundo puede ahora tener el valor de declararse sorprendido por algo que era
conocido por casi todo el mundo, la existencia de una fortuna amasada por la
familia Pujol antes de que Jordi llegase al Palau de la Generalitat, y que
durante los años de su gobierno creció sin límites, mediante adjudicaciones
sospechosas, contratos oscuros y comisiones de uno y otro lado. La implicación
de los Pujol y su Consejero de Economía, Maciá Alavedra, en el caso de Banca
Catalana, la quiebra de una entidad financiera que fue creada por, entre otros,
el padre fundador de la dinastía, se saldó sin condenas ni delitos adjudicados,
porque en aquellos años Pujol era el Rey de Cataluña y el Virrey de España, un
personaje con un poder inmenso, gran prestigio, capaz de derrumbar gobiernos en
la Moncloa con sólo insinuarlo, y que hacía y deshacía en Barcelona y
alrededores a su antojo. CiU, el partido que el lideraba, era, y en parte sigue
siéndolo, una fabulosa máquina de contratación y adjudicación de dinero
público, que suscitaba el interés de todos los que deseaban medrar o hacer
negocios en la por otro lado siempre próspera Cataluña. A medida que el volumen
de las comisiones y los escándalos iban creciendo, con unos rumores que eran
cada vez más difíciles de acallar, Pujol empezó a colocarse en un discreto
segundo plano, amparado tras la sombra de sus hijos, que como príncipes
intocables vivían y gestionaban los negocios sin control alguno, con cifras de
patrimonio que se estiman en cientos de millones de euros, mientras que CiU iba
elevando poco a poco su discurso nacionalista independentista, para tratar de
cubrir con la bandera catalana toda la pasta que iba acumulando a los ojos de
todo el mundo. El día en el que Pascual Maragall dijo aquello del 3% en la sede
del parlamento catalán y todo el mundo calló se hizo público, a ojos de todo el
mundo, el sistema de financiación de CiU, que era conocido por los partidos
catalanes, y que ninguno al parecer discutía ni encontraba delictivo. Ese
silencio fue una confesión de culpabilidad en toda regla que, curiosamente,
nadie tomo como tal, por miedo a enfrentarse a un nacionalismo desatado que consideraba
ataques a la sacrosanta patria todas aquellas denuncias que buscaban saber cómo
se había amasado, y cuánta era la fortuna que los Pujol y otros miembros de las
élites nacionalistas habían construido a lo largo de tantos años. El caso
Milet, también conocido como Palau de la Música, empezó a revelar nombres de
grandes familias convergentes, en las que casi todos sus miembros estaban
implicados, de una manera u otra, en comisiones ilegales y concesiones opacas. ¿La
respuesta? Más nacionalismo, por supuesto. “España ens roba” e independentismo
a ultranza, quizás para evitar que alguna de las instituciones españolas que aún
persiguen la corrupción (quedan, cada vez menos, pero aún la hay) pudiera
pillarse en flagrante delito. Por lo tanto, ¿a qué viene tanta hipocresía y rasgado
de vestiduras falces?
La otra pregunta, menor en entidad pero no en
interés (sin porcentajes en este caso) es por los tiempos. ¿Por qué Pujol
cuenta esto ahora, tres días antes de la reunión de Rajoy con Artur Más? Mañana
se reúnen ambos en Moncloa y la confesión de Pujol deja a Mas en una posición,
como mínimo, vergonzosa. Recordemos que Mas fue consejero de Economía y
Hacienda en los últimos gobiernos del “molt honorable” así que tener el fraude
fiscal en su despacho de al lado y no saberlo (y no digo más para no meterme en
un lío) no deja de ser curioso. ¿Pujol disparando a los pies de CiU y el
proceso soberanista? ¿Pujol acabando con su descarriado delfín Mas? Difícil de
creer.
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