No se han cumplido ni dos semanas
desde las elecciones griegas y las acciones del fulgurante nuevo gobierno
llenan titulares y artículos de todo el mundo, poniendo nuevamente el foco de
la actualidad global en las tribulaciones del país y el conjunto de la UE. El
nuevo ministro de economía heleno, Yanis Varoufakis, se ha convertido en una
estrella del rock mediático en apenas siete días, tanto por sus declaraciones
como por su aspecto. Conocido por muchos por su blog y artículos, que no he leído
en profundidad, lo admito, rige los destinos de una economía que, todo apunta a
ello, no deja de sortear icebergs en su rumbo al arrecife.
Lo que vivimos estos días en
relación a Grecia es, dicho de manera bruta, una pose de gallos ante la pelea.
Las partes, el gobierno griego y los acreedores, marcan muy fijadas sus
posturas con objeto de meterse miedo mutuamente, para tener ambas la sensación
de que se sientan a la mesa cargadas de razones y argumentos, y sobre todo
poder, aunque a la hora de la verdad esto no sea exactamente así. Es como un
juego de farol en una partida de cartas, en la que se aumenta la apuesta poco a
poco para tratar de intimidar al adversario, que sienta vértigo y se retire, o
al menos acepte unas tablas que salven su honra y, de paso, la camisa del fiero
apostante. Evidentemente estos juegos, que algunos llaman “chicken run” por lo
que quién es último que se raja como un gallina, tienen sus riesgos, y pueden
acabar provocando accidentes inesperados que destrocen la partida y a los
contrincantes (en las películas de Regreso al Futuro este tipo de retos tienen
un papel muy importante, porque Marty McFly nunca es un gallina, recuerdan?) A
la hora de la verdad Grecia no tiene, ni mucho menos, tanto poder como el que
aparenta, pero tampoco la UE es inmune a las decisiones que adopte el gobierno de
Atenas. El escenario más previsible es que, sin llegar a una quita del principal,
la deuda griega se eternice, en forma de nuevos bonos pagaderos a la fecha en
la que el Partenón vuelva a lucir sus frisos y colores originales, lo que en
cierta manera no es sino una quita en plazo. A cambio el gobierno griego debiera
mantener una disciplina presupuestaria y económica que permitiese que las
reformas que se han implantado mejoren y que otras, que puedan ser regresivas
se suavicen o alteren, pero sin entrar en ningún caso en espirales de subidas
de sueldos o medidas populistas, como las ya anticipadas, para las que Atenas
no tiene euro alguno con que pagarlas. Un acuerdo de quita, o una renuncia
unilateral al pago, es ahora mismo imposible, porque sentaría un peligroso
precedente que enseguida sería imitado por otros países. Si Grecia no paga sus
deudas, ¿por qué íbamos a hacerlo nosotros? ¿O los irlandeses? ¿o Portugal? Se
iniciaría una carrera de impagos y renegociaciones que destrozarían el ya
precario equilibrio existente entre acreedores y deudores, y las consecuencias
serían terribles para ambos. No, lo lógico es un acuerdo que de aire a Grecia y
su gobierno, pero que no suponga perdón o renuncia al cobro, aunque sí a los
plazos establecidos. Pero antes de ese acuerdo veremos muchas presiones,
declaraciones a la galería, muestras de fortaleza y actos de exhibición para
calentar las opiniones y los medios. Repito que es algo normal, pero peligroso,
y a medida que el tiempo avanza y las apuestas suben, los riesgos crecen, y el
accidente está más cerca. Grecia y sus acreedores deben tener en todo momento
la mente muy fría y actuar de manera racional. Nos jugamos todos mucho en este
asunto, y no sólo los 26.000 millones que, como españoles, les hemos prestado.
La
decisión de ayer noche del BCE de no permitir que la deuda griega sirva como
garantía (colateral) de los préstamos que la banca helena pide ante el BCE,
trascendental, es el primer órdago que se lanza en esta mesa por parte de los
acreedores, y es muy serio. El BCE con esta medida, que empieza a funcionar a partir
del día 11 de febrero, amenaza con extinguir la liquidez de los bancos griegos y
forzar la renovación de un rescate que vence a finales de mes. Hoy será,
probablemente, un día muy revuelto en los mercados tras esta decisión, o
puñetazo en la mesa, y habrá que ver cómo reacciona el gobierno griego. Y todo
en el marco de la reunión que se celebra en Berlín entre Varoufakys y el
ministro de finanza alemán Schauble. Allí no hará frío, seguro…
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